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Memoria para la convivencia

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El 27 de junio de 1960, hace exactamente 62 años, el denominado Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación explosionaba un artefacto en la consigna de la estación de Amara y mataba a la niña de 22 meses Begoña Urroz Ibarrola. Fue el primer hito violento en la negra travesía de violencia y terror que ha sacudido nuestro país durante casi medio siglo.

Y en ese camino salpicado de atentados, muertos, heridos, extorsionados, personas amenazadas y exiliadas…, un hecho que sacudió profundamente nuestras conciencias y nuestros corazones: el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco.

25 años después, el Gobierno Vasco ha presentado dos iniciativas, sendas exposiciones de Gogora y de la Ertzaintza, que pretenden ser un pequeño tributo a su memoria. 

Recordar a Miguel Ángel Blanco y lo que sucedió aquel julio de 1997 es un ejercicio de justicia… Justicia para él, en primer lugar, pero también para su familia y para sus personas allegadas. 

Lo hacemos como sabemos que a él le gustaría: poniendo a las víctimas del terrorismo en el centro, poniendo en valor el compromiso de las personas y organizaciones que fueron punta de lanza en la defensa de la paz y en la deslegitimación del terrorismo. 

Y lo hacemos mirando al futuro a través de la mirada de las y los jóvenes vascos.

Sí, lo repetiremos una y mil veces, todas las que haga falta: las víctimas en el centro, las víctimas del terrorismo en el centro, todas las víctimas de la violencia política y las vulneraciones de derechos en el centro. 

Miguel Ángel Blanco fue víctima del terrorismo de ETA. Fue víctima de la pretensión de imponer a la sociedad vasca un proyecto totalitario utilizando para ello la violencia como arma política. Miguel Ángel Blanco fue condenado a muerte y ejecutado por una sinrazón. Es necesario recordarlo y apuntarlo en la memoria, porque, como he dicho en repetidas ocasiones, hay que mirar al futuro, pero sin olvidar el pasado, con una reflexión crítica sobre las violaciones de derechos humanos.

La solidez de la fibra moral de un país se mide también por su consideración hacia las víctimas. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco fue todo un aldabonazo para nuestras conciencias, interpeladas por cada uno de los atentados de ETA

Ser víctima no otorga la razón política, pero sí una referencialidad ética y moral. 

Por ello, nunca me cansaré de transmitirles mi cariño, mi acompañamiento y mi solidaridad. Y sé que no me equivoco si añado que también el cariño, el acompañamiento y la solidaridad de todas las personas de buena voluntad de este país. 

La solidez de la fibra moral de un país se mide también por su consideración hacia las víctimas. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco fue todo un aldabonazo para nuestras conciencias. Unas conciencias interpeladas por cada uno de los atentados de ETA y también por el grito de silencio de organizaciones que, como Gesto por la Paz y otras, lideraron la respuesta social a la sinrazón terrorista. 

La paz fue una conquista de todos y todas, pero, justo es reconocerlo, la ciudadanía de Ermua fue la voz de nuestras conciencias en los momentos más difíciles. ¡Qué mejor manera para recordar y homenajear a Miguel Ángel Blanco que poner en valor su lucha y compromiso!

Memoria quiere decir sobre todo futuro y convivencia. Y futuro y convivencia quieren decir juventud. Miguel Ángel tenía 29 años cuando lo asesinaron. 

Hay un vídeo, que forma parte de la exposición de Gogora, en la que los jóvenes de Ermua y Eibar hablan sobre Miguel Ángel Blanco y sobre terrorismo. Escuchar su rechazo rotundo a la violencia, y su voluntad firme de construir una convivencia conciliada entre diferentes, me reconfortó. Invito a toda la ciudadanía a visitar esta exposición y a valorar lo que hemos avanzado.

Estamos avanzando como sociedad, porque Euskadi ha hecho una apuesta firme para la convivencia y el respeto a la pluralidad. Las políticas educativas en relación a esta cuestión son fiel reflejo de ello. 

Trabajamos para que las y los jóvenes conozcan la historia reciente traumática de este país, para que aprendan de los errores del pasado y refuercen su compromiso con la paz, la convivencia y los derechos humanos.

Los chicos y chicas que participaban en el documental me demostraron que son la mejor garantía para la deslegitimación de toda expresión de violencia y para la no repetición. Ellos y ellas son garantía de un futuro en paz y de una Euskadi sustentada sobre principios y valores éticos y democráticos; pero, sobre todo, basada en la defensa, garantía y ejercicio efectivo de los derechos humanos. 

Respeto, escucha, tolerancia, empatía, elkarlana, esperanza, paz… Fueron palabras que brotaron de sus bocas. Yo animo a la juventud para que luche por ello. 

Espero que resuene hoy, mañana y por siempre: Miguel Ángel Blanco gogoan. Elkarbizitza eraikitzen. Memoria para la convivencia.

El 27 de junio de 1960, hace exactamente 62 años, el denominado Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación explosionaba un artefacto en la consigna de la estación de Amara y mataba a la niña de 22 meses Begoña Urroz Ibarrola. Fue el primer hito violento en la negra travesía de violencia y terror que ha sacudido nuestro país durante casi medio siglo.

Y en ese camino salpicado de atentados, muertos, heridos, extorsionados, personas amenazadas y exiliadas…, un hecho que sacudió profundamente nuestras conciencias y nuestros corazones: el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco.