Ninguno de los 14 óleos y tres dibujos de Maruja Mallo que se expusieron en Lalín (Pontevedra) hace ahora un año es en realidad obra de la pintora. Con esta contundencia se expresaban en una carta remitida a la Real Academia Galega de Belas Artes los expertos encargados por la familia Mallo de catalogar sus cuadros. Según ellos, no existe referencia alguna a esas piezas en su archivo ni en cientos de artículos sobre su trabajo, sus elementos pictóricos son incoherentes y carecen de su “exigente técnica y rigurosa manera de pintar”. Pese a que las dudas ya eran más que razonables cuando se inauguró la muestra, la Xunta se implicó a fondo: la avaló y sufragó el catálogo de la misma.
Para el Gobierno gallego y el Ayuntamiento del lugar, fue difícil resistirse a la tentación: obra desconocida de dos titanes del arte del siglo XX en una villa del interior de la comunidad. Porque la exposición no solo acogía obra de Mallo, sino también de Luís Seoane. Creacións máxicas de medidas exactas. Maruja Mallo e Luís Seoane en Bos Aires. 1936-1965 fue su título y el profesor y crítico Antón Castro, su comisario, que en declaraciones a elDiario.es defiende su labor y enmarca la discusión en antiguas disputas con uno de los firmantes de la misiva, además galerista. En todo caso, el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, se explayaba en el prólogo del libro editado a propósito y coincidiendo además con la popular fiesta gastronómica que celebra en Lalín, el cocido: “Tanto Maruja Mallo como Luís Seoane son dueños de un lenguaje plástico propio y dejaron en la Historia del Arte gallego una huella de transcendencia indeleble gracias a su originalidad y enorme inteligencia creativa”. Rodríguez es oriundo de la localidad.
Maruja Mallo regresaba, una vez más, a Galicia. Nacida en Viveiro (Lugo) en 1902 y fallecida en Madrid 93 años después, Mallo fue una vanguardista, próxima al surrealismo, que alcanzó su madurez durante la II República. La cultura emancipadora de la época fue su medio ambiente: colaboró con Alberti, expuso bajo la égida de Torres García, hizo amistad con Neruda o Miguel Hernández y trabajó como profesora de dibujo libre y composición en la enseñanza estatal. En 1936 escapó del fascismo vía Portugal y vivió en Argentina un cuarto de siglo. En 1962 se instaló de nuevo en España, pero solo a la caída de la dictadura su obra comenzó a ser reconocida. Y su figura, que se convirtió incluso en icono para la movida madrileña y para algunos artistas que intentaban retomar el hilo descosido por la dictadura.
Su pintura, en la que emerge una realidad vagabunda, los traumas infantiles, la farsa alegre, compone planos geométricos pero oníricos. Su figurativismo y línea clara servían a extraños paisajes, a máscaras hieráticas, a naturalezas vivas que se recrean en las formas, a mitos. “Todo gravita en consonancia, en olas plásticas que se propagan en el plano, cambiándose en líneas y volúmenes, en formas giratorias, en algas, estrellas, medusas y en cuerpos humanos submarinos y aerodinámicos”, aseguraba la propia pintora en 1946, “que participan más de avión que de ángel, del submarino que de la sirena, porque el mito se humanizó al realizarlo”. Su poética surrealista fue reconocida por el papa de la corriente, André Breton, a cuya colección pertenecía Espantapájaros (1930), el lienzo de Mallo que más alto precio ha alcanzado en subasta: 260.000 euros. Algunos galeristas consultados por elDiario.es calculan que sus óleos pueden llegar fácilmente a los 200.000 euros. Los dibujos, como poco, a los 5.000.
Un catálogo razonado es el volumen monográfico que busca clasificar todas las obras de un artista. El de los óleos de Maruja Mallo corre a cargo del historiador y crítico Juan Pérez de Ayala, el galerista Guillermo de Osma y el sobrino de la pintora Antonio Gómez Conde. Su labor comenzó hace unos 15 años y hasta ahora han registrado casi 150 cuadros. Algunos de ellos han sido localizados gracias a fotografías conservadas en su legado, el propio de una persona meticulosa, ordenada, que anotaba el rastro de su producción. Todavía no hay una fecha concreta para publicar los resultados. Ellos son, además, los firmantes de la contundente misiva dirigida a la Academia Galega de Belas Artes que niega la autenticidad de las 17 piezas de Mallo que vieron en Lalín 3.700 personas, según cifras del Ayuntamiento.
Datado el 6 de marzo de 2020, el escrito solicitaba al presidente de la institución, el pintor Manuel Quintana Martelo, que “tomase cartas en el asunto e impidiese la divulgación de esta exposición y su correspondiente catálogo”. La institución da a elDiario.es acuse de recibo y su presidente explica que su plenario todavía no ha tratado el tema, ya que, debido a la pandemia de coronavirus, no se ha podido reunir. “Lo hablamos en la junta de gobierno, pero como había miembros de la Academia concernidos, lo dejamos para tratar en pleno”, explica Quintana Martelo, “decidiremos si emitimos un comunicado. Porque no tenemos capacidad ni medios para decretar o no la autenticidad de las muestras”. La carta llegaba, tal vez, un poco tarde. La muestra había abierto sus puertas el 10 de enero en el museo municipal de Lalín Ramón María Aller y las cerraba a mediados de marzo. En la inauguración participaron el alcalde de la localidad, José Crespo, y el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez.
A las autoridades no pareció importarles que ya entonces transcendieran las primeras sospechas sobre la autoría de los lienzos. A preguntas de este periódico, el departamento de Cultura se aparta de la polémica y asegura que se limitó “al apoyo económico en la edición de su catálogo”. La prensa abrió entonces sus páginas a algunas voces que la cuestionaban, sobre todo en el caso de Seoane, ya que la fundación a nombre del artista llegó a afirmar que una parte de los trabajos allí mostrados eran falsos. El Partido Socialista incluso llevó el asunto al pleno municipal. El regidor José Crespo se escudó en la sapiencia de Antón Castro, el comisario. “Es quien sabe de eso”, dijo entonces.
Castro explica que él sabía “que iba a haber lío”, pero lo asumió porque su motivación principal era enfrentarse “al monopolio de Guillermo de Osma sobre la obra de Mallo”. El también profesor de la Universidade de Vigo, aceptó el trabajo, que –asegura– realizó sin cobrar, a propuesta del acalde de Lalín. Este le comentó que un conocido del lugar tenía pinturas de Seoane y Mallo y que sería interesante mostrarlas al público. A partir de ahí, se dedicó a localizar otras y armar así el discurso expositivo, basado en los años que ambos artistas pasaron exiliados en Argentina. “Yo llevaba años sin hacer exposiciones de gallegos, no me interesan”, argumenta, “ahora trabajo en una en Milán y en otra para el Mundial de fútbol de Qatar, con artistas internacionales. Esto lo hice para luchar contra la reinvención de Mallo que hizo De Osma”.
La principal divergencia entre Castro y De Osma se refiere al número de cuadros de Maruja Mallo. Contra los menos de 150 autentificados por los responsables del Catálogo Razonado, el comisario gallego afirma que existen más de 300, la mayoría desconocidos. La principal base de su tesis parte de Laxeiro, otro pintor gallego que también pasó décadas en Argentina y que le contó a Castro que Mallo “había llegado a pintar más de 500 cuadros” en los años de Buenos Aires.
La carta de Gómez Conde, De Osma y Pérez Ayala la refrenda colegiadamente el comité científico del Catálogo Razonado de Óleos, del que forman parte Dolores Jiménez Blanco –actual directora general de Bellas Artes–, Fernando Huici –que se encargó, junto a Pérez de Ayala, de la antológica dedicada a Mallo en 2009–, la profesora y crítica Estrella de Diego, el catedrático Antonio Bonet –fallecido dos meses después– y Carlos Valle –ex director del Museo de Pontevedra–. “Todas las conclusiones consensuadas por el comité se basan en estudios realizados por los autores y sus colaboradores de la documentación contenida en los archivos pertenecientes al legado de Maruja Mallo y en las investigaciones realizadas a los largo de los años en España, Francia, Argentina y Nueva York para localizar todos los documentos, publicaciones, exposiciones, galerías y propietarios relacionadas con la obra de Maruja Mallo”, señala.
El texto desgrana a continuación en cinco puntos los motivos de su negativa a atribuir a la pintora de origen surrealista, exiliada en 1936, las 17 obras de Creacións máxicas de medidas exactas. Ninguna de ellas aparece referenciada en el archivo de la artista ni en el de la familia Gómez Mallo. Tampoco en los cientos de artículos dedicados a su labor y publicados con ella en vida. “La calidad de las mismas no corresponde a la muy exigente técnica y rigurosa manera de pintar” de Maruja Mallo.
La temática utilizada en parte de los cuadros “no tiene relación alguna con las obras originales de la artista” y otras mezclan elementos o motivos pertenecientes a distintas épocas de su trayectoria. Y en la otra parte, las pinturas adoptan rasgos de las series La religión del trabajo y Naturalezas vivas, pero ninguna se basa en el “trazado armónico”, que sintetiza “los desarrollos geométricos que usaba para estructurar y componer” sus óleos enmarcados bajo los mencionados epígrafes.
Las 17 obras expuestas en Lalín pertenecen a colecciones privadas de A Coruña. Todas proceden de dos galerías de Buenos Aires, la Del Plata y la Centoira. Esta última, de la que también proceden obras de Luís Seoane, se define en su página web como especializada en localizar “jóvenes artistas” y en ayudar al cliente a “escapar de la gran inversión necesaria para obtener obra de consagrados”. Pese a que aparece una larga nómina de creadores con los que ha trabajado, en ella no figuran ni Mallo ni Seoane. Sí que ofrece servicio de “valuación y autentificación de obras de arte”. elDiario.es ha intentado sin éxito contactar con Centoira.
El catálogo de la polémica muestra de Lalín, prologado por el conselleiro Román Rodríguez, incluye dos ensayos, uno a cargo del comisario Antón Castro y otro de los historiadores Beatriz López Morán y Xosé Ramón Barreiro Fernández, recientemente fallecido. En un libro de estos últimos, Maruja Mallo. Una memoria en construcción. Series y obras desconocidas de la etapa americana (Galaxia, 2016), se apoya la identificación de algunos de los lienzos expuestos. Finalmente, un texto de título Selección de obra. Catálogo razonado y sin firmar se interna en “las suspicacias” que ha provocado la aparición de “nuevas pinturas” de Mallo y Seoane “en los últimos años”.
“En los últimos años la aparición de nuevas pinturas de Maruja Mallo y de Luís Seoane ha levantado muchas suspicacias, especialmente en las instituciones que custodian su obra, en el mundo galerístico y entre los coleccionistas”, comienza el escrito, “ambos [artistas] han consolidado un gran prestigio y el fantasma de las falsificaciones de sus obras, como sucedió algunas veces, ha rondado y ronda todavía el mundo artístico”. Media docena de conocedores de la obra de Mallo y su posición en el mercado consultados por elDiario.es corroboran esas suspicacias, pero en sentido contrario al del texto de Castro. Porque a continuación, el artículo dedica tres páginas, casi la totalidad, a argumentar la plausibilidad de que la etapa argentina de Mallo –casi 26 años– fuese más prolífica de lo hasta ahora conocido y, por lo tanto, de que en ella produjese más obra de la documentada actualmente.
“Lala de Prada y Laxeiro [pareja amiga de Mallo] estuvieron muy cerca de ella en esos años de aislamiento y siempre sostuvieron que Maruja Mallo había pintado muchísimo y que trabajaba de forma incansable, tratando de buscar a quien vender sus obras”, dice. Y añade que el hecho de producir mucho no debería servir para cuestionar “su credibilidad estética” como tampoco lo hizo en el caso de Picasso o Warhol. “En este marco de acontecimientos surgieron posteriormente tesis que consideramos no se sostienen en virtud de su debilidad argumental”, afirma en referencia a críticos e historiadores que “defienden que la artista produciría un número muy limitado de obras”.
El propio Antón Castro, comisario de la muestra de Lalín, ya había arremetido contra “un conocido galerista y marchante de Madrid” en el artículo El affaire Mallo, publicado en 2010 en la revista Galegos. En él recuerda lo sucedido en 1998, cuando una denuncia de la familia de la artista provocó la intervención de la Policía Nacional, que requisó siete obras propiedad de las cajas de ahorro gallegas y de un coleccionista privado. En 2002, un auto de un tribunal de Padrón certificó la autenticidad de las mismas. Castro acusaba entonces al galerista –del que no da el nombre– de impulsar la demanda.
“Trata de monopolizar el mercado de la surrealista viveirense, sin darse cuenta de que la artista vivió 93 años y pintó más del centenar de cuadros que él y sus acólitos, sin ningún tipo de rigor y rubor, sostienen que pintó”, escribió Castro, “algo que la propia Maruja desdice en sus publicaciones, puesto que se han llegado a catalogar más de 200 cuadros en sus publicaciones”. El Catálogo Razonado de Gómez Conde, Pérez de Ayala y De Osma ha contabilizado hasta ahora cerca de 150.
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