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Luchar contra el dolor: esta tecnología sustituirá a los fármacos más agresivos

Estos dispositivos cada vez son más pequeños y consiguen mejores resultados ante el dolor

Aroa Fernández

Alrededor de diez millones de personas conviven con el padecimiento del dolor crónico en nuestro país, según la Sociedad Española del Dolor. Una sensación que, en los casos más extremos, debe tratarse con medicamentos tan potentes como los opioides.

Estos fármacos, sintéticos o semisintéticos, tienen efectos analgésicos similares a los que produce el opio, la sustancia de origen vegetal de la que provienen drogas como la morfina o la heroína. Es por ello que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que deben ser el último recurso para tratar el dolor. Aun así, como recoge el último informe sobre la materia del Observatorio de Uso de los Medicamentos, el consumo de opioides con receta aumentó en España un 83,6 % entre 2008 y 2015. Un dato preocupante que, según indican los mismos profesionales, supone un alto riesgo para la salud por su elevado índice de adicción.

Ante este panorama, los avances tecnológicos, en paralelo con las investigaciones por conseguir medicamentos no adictivos para tratar el dolor, promueven una alternativa inocua. Se trata de la neuromodulación o la neuroestimulación, capaz de interrumpir las señales de dolor que van desde los nervios al cerebro. Investigada desde 1960, los progresos de los últimos años han hecho posible que en la actualidad ya se estén desarrollando dispositivos cada vez más perfeccionados para poner en práctica estas terapias.

En 2013, la Unidad de Dolor Crónico del Hospital Universitario de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona), puso a prueba uno de los primeros neuromoduladores a medida de España. Se trata de un dispositivo que se implanta bajo la piel y envía impulsos eléctricos controlados a unos electrodos situados en el espacio epidural (donde se inyecta la anestesia durante los partos) o los nervios periféricos, dependiendo de la zona de origen del dolor. De este modo, se consigue que la señal del dolor se module y se impide que llegue al cerebro con la misma intensidad.

Los primeros resultados positivos, liderados por Víctor Mayoral, jefe de la Unidad de Dolor del hospital catalán, se obtuvieron en pacientes con dolor neuropático complejo (causado por un daño en el sistema nervioso), y a día de hoy se sigue avanzando para incorporarlo al tratamiento de otro tipo de dolencias y dejar a un lado, en la medida de lo posible, los fármacos más agresivos.

El progreso de la neuromodulación

Desde 1989, cuando se presentó el primer estimulador de la médula espinal, los gigantes de la industria de dispositivos médicos en Estados Unidos (como Medtronic, Boston Scientific o St. Jude Medical) han dominado el mercado de la neuromodulación.

En sus comienzos, estos aparatos tenían que permanecer fijos en hospitales y clínicas debido a su gran envergadura y los controles que precisaban. Con el paso del tiempo, se volvieron portátiles e incluso se redujeron lo suficiente para implantarse. En la actualidad, según Boston Scientific, cada año entre 50.000 y 60.000 pacientes estadounidenses reciben en sus casas estimuladores de la médula espinal que pueden probar durante una o dos semanas.

Si finalmente deciden adquirirlo, el dispositivo se implanta en el cuerpo del enfermo, aunque todavía son muchos los pacientes reacios a la cirugía a causa de los elevados riesgos que presenta o a la posibilidad de que, sencillamente, el tratamiento no funcione.

Recientemente, un nuevo competidor en el mercado de los dispositivos médicos, Nevro, con sede en California (Estados Unidos), ha introducido novedades en sus aparatos de estimulación de alta frecuencia. Tras probar su sistema en 198 pacientes, los resultados en el alivio de la espalda y dolor en las piernas han sido mucho más prometedores que los obtenidos con dispositivos tradicionales de estimulación de la médula espinal.

Menos invasivos y más duraderos

Con el objetivo de aumentar la aceptación entre médicos y pacientes, los fabricantes de estos dispositivos se esfuerzan por dar respuesta a las críticas que habitualmente reciben.

Por un lado, la implantación de estos dispositivos en el cuerpo genera cierto rechazo. Por eso, compañías como SPR Therapeutics, con sede en Cleveland (Estados Unidos), han optado por desarrollar aparatos para los que no se requiere cirugía. El dispositivo, compuesto de un diminuto hilo y un pequeño estimulador del tamaño de una caja de cerillas, se coloca a través de un procedimiento quirúrgico simple. El alambre se sitúa bajo la piel, cerca del nervio, y se conecta externamente al estimulador que el paciente puede usar en su brazo o en otra parte del cuerpo.

Este método ha logrado reducir el dolor tras una amputación en un 72 %, a la vez que ha mejorado sustancialmente las molestias en el hombro de pacientes que habían sufrido un accidente cerebrovascular.

De igual modo, los fabricantes se esfuerzan por conseguir dispositivos más duraderos. La mayoría de los ensayos clínicos solo han estudiado los efectos de la neuromodulación durante dos años, incluso menos. Esto se debe principalmente a que realizar este tipo de estudios requiere de una gran inversión, por lo que es común que se opte por muestras pequeñas durante breves periodos de tiempo, con los posibles errores que esto puede acarrear.

Por tanto, es necesario seguir investigando no solo para conseguir mejores dispositivos, más pequeños y longevos, sino también para perfeccionar sus efectos y así, quizá algún día, acabar con una de las peores sensaciones del ser humano: el dolor.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Pixabay y Pexels (1) (2)

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