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ENTREVISTA

Jeffrey Perlman: “Muy pronto todos hablaremos con nuestro ‘twin’ digital”

El emprendedor colombiano Jeffrey Perlman.

Alberto Lliteras

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El emprendedor colombiano, de 42 años y residente en Londres, es un enamorado de Mallorca y estratega de reputadas marcas como ‘Zumba’ o ‘Mindvalley’. Ahora recibe en exclusiva a elDiario.es en su estudio de Mallorca para contar los éxitos de cero a cien de ambas firmas y el proyecto mundial en inteligencia artificial que está a punto de lanzar con su equipo.

En primer lugar, Jeffrey, gracias por invitarnos a tu estudio. Es un espacio único; como viajar por el mundo en un solo lugar diáfano… Arranquemos con ‘Zumba’. Todos sabemos del éxito que ha conseguido la marca. Pero me consta que los inicios no fueron nada fáciles…

Un placer tenerte aquí, amigo. Como ves, tengo objetos de muchas partes del mundo, fruto de mis viajes por África, Asia o EEUU. Como dices, los inicios no fueron fáciles. Empecé en ‘Zumba’ cuando éramos cinco socios, en una bodega llena de ratas y con una mesa redonda. Vendíamos seis vídeos a la semana; unos VHS que no cabían en los sobres de Fedex y que tocaba doblar por la tapa para que cupieran. Alberto, mi hermano (cofundador de ‘Zumba’), cogía las llamadas de señoras mayores que no sabían cómo encender los vídeos. Yo me encargaba del warehouse, de llevar los vídeos a las casas de la gente.

Tampoco fue fácil el comienzo de Beto Pérez (uno de los fundadores de ‘Zumba’) en el campo laboral.

Vida complicada… Nunca ha conocido a su padre y cuando era pequeño arrestaron a su madre en EEUU. Dejó pronto el colegio y se puso a trabajar en una heladería, en la que acabó durmiendo. Con catorce años, los narcos de Cali lo contrataron para bailar con sus esposas mientras ellos hacían negocios en el cuarto trasero.

¿Y estuvo Beto mucho tiempo con ellos?

Poco. A los 18 años, ya en Bogotá, se convirtió ‘oficialmente’ en profesor de aeróbicos. Un día, en busca del sueño americano, compró un ticket de avión y se fue a Miami. Allí nadie le daba trabajo al no tener certificaciones americanas y no hablar inglés. De nuevo, sin casa, acabó viviendo en un parque y comiendo un plátano al día. Pasaron los días, las semanas, y llegamos al año 2001. Beto entró a hacer una prueba en un gimnasio que había en un edificio. La manager, colombiana, le dijo “baile, haga su clase”. Lo que fue una audición, acabó por atraer a dieciocho personas boquiabiertas con su baile. ¡Un éxito, Beto consiguió el trabajo!

¡Qué atracción! Y me consta que alguien muy importante estaba en la primera clase de Beto.

Sí, mi madre. Acabó la clase y al llegar a casa le dijo a Alberto que fuera a hablar con ese profesor (Beto) tan brillante que acababa de conocer, ya que podrían intentar hacer algo juntos. En ese momento habían quebrado las nueve start-ups de Internet que mi hermano había creado. Alberto pasaba de hablar con él, pero tras varios meses decidió reunirse con Beto. 

¿Y cómo fue ese primer encuentro?

Un auténtico cuadro. Miami; una cafetería; un coche reventado con más de hace treinta años, una ventana rota y una puerta que no se abría y un tipo (Beto) todo flaco con ortodoncia. Esa era la escena. Tras hablar durante un par de horas, mi hermano accedió a ver una clase de Beto. Se quedó sorprendido con su arte y desparpajo y decidieron grabar un vídeo y registrar una marca. Rumba es fiesta en español y entonces le pusieron ‘Zumba’.

¿Y entonces?

Producir el vídeo costaba 3.000 mil dólares, pero entre los dos solo tenían 2.000. La cifra de 3.000 era porque querían armar una plataforma en la playa. Contactaron a un amigo, también llamado Alberto y que sabía montar plataformas, y le ofrecieron el 33% del negocio por ayudarles. El 33% de lo que resultó ser el programa de fitness más grande del mundo. 

¿Y qué ocurrió con el vídeo?

Un pez gordo de una empresa lo vio y nos dijo: “Si ustedes me consiguen una cita con la chica que sale en el vídeo… les compro el vídeo”. Y así fue. Se creó el primer infomercial. 

Y disteis con la clave del negocio.

Casi. El programa se emitía por las noches en televisión y la gente empezó a llamar preguntando cómo se podían certificar para ser instructores de ‘Zumba’. No teníamos ni idea de cómo hacerlo, pero rápidamente empezamos a crear un manual de certificación. “Yo no tengo ni idea de cómo hacer un manual; usted baile y yo voy a tratar de dibujar lo que está haciendo”, le dijo mi hermano a Beto. Al mes, sacaron la primera certificación con 300 personas inscritas. Hoy tenemos a un millón de instructores.

El programa se emitía por las noches en televisión y la gente empezó a llamar preguntando cómo se podían certificar para ser instructores de ‘Zumba’. No teníamos ni idea de cómo hacerlo, pero rápidamente empezamos a crear un manual de certificación

Ahora sí, la clave.

A diferencia de otras marcas, que cobran a los centros de fitness una única vez por obtener una licencia, nosotros cobramos una licencia por instructor. Así, un gimnasio, por ejemplo, puede tener tantas licencias de ‘Zumba’ como profesores disponibles.

2007, año frenético.

Sí, éramos cinco socios que debían cubrir 187 países. Yo me pasaba los días metido en un avión. Me despertaba y no sabía dónde estaba. El efecto de la marca no llegó solo a gimnasios; la gente alquilaba discotecas y garajes para hacer las clases. ¡Una locura!

¿Qué vende ‘Zumba’?

Hay marcas funcionales que venden una función, como la de ser más fuerte. Otras, como Harley Davidson, una emoción. Y las hay que crean a nuevos humanos, es decir, que se basan en la transformación de la persona: ‘Instagram' crea al influencer. ‘Zumba’ es un estilo de vida, vende una emoción. Me di cuenta de ello cuando vi cómo un hombre se tatuaba la marca en su cuerpo.

La prestigiosa Inc Magazine os dedicó una portada.

Sí, es la revista más grande para emprendedores en EEUU. En 2012, nos llamó La Compañía del año, con una valoración de más de medio billón de dólares.

Todos querían ser parte de vuestro dulce momento.

Nos contactó Microsoft y creamos un videojuego para XBOX. Todo lo que hacíamos debía transmitir la emoción de lo que llamamos el freeing electrifying joy, el momento en el que te pierdes en la música. Conseguimos que nuestros clientes accedieran con sus credenciales a su cuenta a través de la consola. Eso fue un golazo. En ese momento ‘Zumba’ era el programa de fitness más exitoso del mundo. También creamos una línea de ropa, con los mayores inversores de EEUU. Uno era Ari Emanuel, fundador de William Morris, la agencia de talento más grande a nivel global. Se nos abría el mundo… 

¿Todo lo que sube también baja?

Gran pregunta. Bueno… cuando tenía catorce años, escuchaba mucho rap y los raperos me vendieron la idea de que la felicidad estaba en el dinero, las mujeres, los coches y las casas. A los treinta años yo ya tenía todo eso y estaba sumamente triste. Mi gran amigo Wyclef Jean, que era uno de los raperos que me había inspirado, me dijo en mi cumpleaños: “No Jeffrey, no cry…”. A todo el mundo le hizo gracia ese comentario, pero yo estaba sumamente triste. No había nada que pudiera tapar el hoyo infinito que tenía dentro. Ahí me di cuenta de que tenía que empezar a trabajar con mis demonios. 

¿Y qué decidiste?

Me fui de Zumba. Fue un divorcio muy duro, ya que mi reemplazo en la empresa se demoró muchos meses. En esas, me puse a trabajar en mí, a meditar. Empecé a trabajar con un psicólogo para sanarme. Luego tuve un cáncer en la piel, nada grave, pero fue suficiente el susto que me di que acabé en un retiro en el que solo comes comida vegana. Allí conocí a Érika, nos enamoramos y nos pusimos a viajar por el mundo. Nos casamos y tuvimos dos hijos. Ahora estamos divorciados, pero mantenemos una buena relación.

Y en 2016 vuelves a ‘casarte’.

Sí, en el año 2016, tras una charla en Cancún, acabé asociándome con ‘Vision’, marca que controla 'Mindvalley'. De cero a cien ha sido la evolución en todos los sentidos. Mindvalley cuenta ahora con 12 millones de estudiantes. Mientras, Zumba tiene 15 millones de participantes semanales en 186 países.

¿En qué proyecto estás metido ahora?

Ahora estoy montando una inteligencia artificial que te ayuda a visualizar la vida de tus sueños y llegar a ella. En el futuro, Internet se va a mover sobre todo al oído. Tú vas a hablar con la red. Ahora, ya hablas con ChatGPT, pues en un futuro muy cercano hablarás con tu twin digital. Hablarás con tu propia inteligencia artificial que será tu guía de vida. La lanzaremos en abril.

Por último: ¿dirías que hoy hay determinismo?

Decide tú con lo que te diré. Los especialistas en marketing se gastan unos cuatro trillones de dólares hoy en día en tratar de cambiarnos. A eso súmale el efecto de los algoritmos. Pretenden volvernos una persona que no somos; de hacernos sentir mal primero para vendernos después el remedio o solución.

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