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El negocio de las capillas en fincas señoriales: de las bodas familiares a la especulación inmobiliaria

La capilla de Ses Cases de Sa Font Seca, del siglo XVII.

Ángeles Durán / Francisco Ubilla

Mallorca —

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Cuando Almudena de Padura y España, penúltima propietaria de Can Pueyo, buscaba vender esta casa señorial con capilla en Palma por seis millones de euros, el grupo inmobiliario catalán que quería construir allí pisos de lujo puso como condición recibirlo vacío, lo que ponía en riesgo el patrimonio mobiliario conscientemente no inventariado. Entre las joyas conocidas se encontraba un busto de Augusto del siglo I a.C. que la dueña intentó subastar en Christie's, según publicó la prensa local, y que en 2022 adquirió el Ministerio de Cultura por 250.000 euros, una suma muy alta en el ámbito público, pero baja en el mercado privado de obras de arte, donde podría alcanzar varios millones de euros. Fue una operación frustrada gracias a la catalogación de Can Pueyo como Bien de Interés Cultural (BIC) por parte del Consell de Mallorca en 2015. De Padura mantuvo fuertes conflictos con la institución insular, que logró aprobar la declaración con categoría de monumento en todo su conjunto en 2020.

El informe publicado en el BOE dio cuenta del abandono del conjunto y la ocultación del patrimonio por parte de la marquesa de Campofranco, que heredó la casa de su tío. El asunto acabó en el juzgado. En el caso de la capilla de Can Pueyo, el documento señalaba que “se encuentra sin ningún elemento, más allá del damasco que cubre las paredes” y el anexo detallaba, a partir de bibliografía especializada, que debía haber un retablo (“tabla central natividad –obra primitiva italiana– y dos tablas laterales con imágenes de San Sebastián y San Juan”). Pese a la protección, el casal fue vendido hace un año al empresario asturiano Víctor Madera, quien ya es dueño de otros magnos edificios como Ca n’Oleza, Ca n’Ayamans, Can Riera en Pont i Vic o la que fuera casa de Sebastià Gamundí junto al Palau Episcopal. Madera ha diversificado su patrimonio hacia hoteles de lujo comprando espacios emblemáticos en Mallorca y Menorca en los que ha ejecutado claras modificaciones.

Can Pueyo forma parte de ese número desconocido de propiedades de las Illes Balears, la mayoría señoriales y con alto valor arquitectónico, que poseen capillas particulares donde, más en el pasado que en el presente, se practicaba el culto cristiano y la oración. La cifra es un misterio porque el Obispado de Mallorca no dispone de un registro, ni siquiera a partir de los matrimonios celebrados en las que fueron consagradas para dispensar ese sacramento previo permiso y cuya actual renovación depende de documentos, algunos antiquísimos.

Las familias pudientes explicitaban su fe en capillas domésticas, muchas de las cuales se conservan y han revalorizado las viviendas, abonando la especulación. Algunos de los inmuebles han sido declarados BIC, máximo grado de protección que no ha impedido ventas y reformas, pese a las restricciones que establece la ley. Cualquier modificación debe ser autorizada por la Administración, quien tiene derecho de tanteo y retracto si se pone a la venta, y establece la obligatoriedad de algunas visitas gratuitas; a cambio pueden acceder a subvenciones y exenciones fiscales.

Las possesisons –grandes fincas mallorquinas–, y sus capillas, también han asumido otra función indirecta: la preservación de patrimonio. Los propietarios más creyentes y practicantes, o los más ricos, engalanaban sus templos con obras de arte, ornamentos y objetos sagrados cuya antigüedad los ha convertido en elementos patrimoniales de gran interés. En ocasiones, los propietarios de estas joyas arquitectónicas han urdido estratagemas para luchar contra la catalogación de las casas, porque esta exige su preservación y dificulta su venta para enriquecimiento, como sucedió con Can Pueyo.

“Frenamos un proyecto para construir apartamentos de lujo”

Las capillas marcaban el estatus de los moradores, muchos con títulos nobiliarios. Las había en inmuebles urbanos, “generalmente en casas señoriales y para uso puramente privado, devocional más que litúrgico, donde a veces se ofrecía misa a cargo de un sacerdote de la familia”, explica Francesc Vicens, vicario de Patrimonio del Obispado de Mallorca. Estas se encuentran en habitáculos, algunas incluso en armarios. Una de las más destacadas es la de Can Vivot, un palacio del siglo XIV, monumento nacional, situado en el corazón de Palma, cuyos actuales propietarios han resistido heroicamente frente a cheques en blanco de inversores, y sin ayudas, pero con trabas, de las instituciones baleares. Es el último palacete palmesano que sobrevive a la especulación, ocupado durante 700 años por la misma rama genealógica. “Logramos frenar un proyecto para construir apartamentos de lujo”, explican Pedro Montaner, conde de Zavellá, y su esposa, Magdalena de Quiroga, ambos historiadores, enzarzados judicialmente con familiares.

Una de las capillas más destacadas es la de Can Vivot, un palacio del siglo XIV, monumento nacional. Sus propietarios han resistido heroicamente frente a cheques en blanco de inversores, y sin ayudas, pero con trabas, de las instituciones baleares. 'Logramos frenar un proyecto para construir apartamentos de lujo', explican

El altar, en un pequeño espacio de la planta noble, contiene un retablo réplica del original de 1720 obra de Guillem Mesquida, que el matrimonio cede en ocasiones a la Iglesia de Santa Eulalia. El espacio, donde han celebrado comuniones familiares, tiene un anexo como sacristía. El edificio, con varias casas, patios y hasta una calle interior, suma más de 6.400 metros cuadrados de diferentes épocas, incluida una árabe. En la planta baja hay otra capilla que quieren restaurar.

La propiedad es una auténtica joya preservada, en este caso sin ningún apoyo de la administración, que, sin embargo, cuentan, les instiga con inspecciones y les deniega licencia de actividad. El mobiliario es el original, así como los libros, documentos, vestimentas y piezas artísticas y decorativas. Son innumerables los elementos y altísimo su valor histórico. Entre los objetos religiosos hay un Niño Jesús del siglo XVII, o libros de difuntos y Misales, uno de ellos con el ritual de la Iglesia mallorquina realizado en Venecia en 1516. También una mesa donde depositaron los restos mortales de Santa Catalina Thomas y San Alonso Rodríguez para su beatificación.

La celebración de bodas (pero solo de sangre)

Las capillas más solemnes están levantadas en posesiones rurales, “habitualmente en salas independientes, en ocasiones incluso con acceso exterior”, apunta el vicario Vicens. Estos altares llegaban a abrirse al público para la misa dominical, impartida por curas de las parroquias existentes. Así, los payeses y otros trabajadores y habitantes de zonas próximas podían recibir la eucaristía sin grandes desplazamientos y al mismo tiempo la Iglesia católica extendía su influencia. Dieron servicio hasta los años 70 y 80. “Hay núcleos urbanos de entidad que se crearon a partir de un oratorio rural, al que fueron añadiéndose viviendas, como Son Ferriol o Cas Concos”, expone Vicens.

Los altares, que funcionaron hasta los años 70 y 80, se abrían al público para la misa dominical, impartida por curas de las parroquias existentes. De esta forma, los payeses y otros trabajadores y habitantes de zonas próximas podían recibir la eucaristía sin grandes desplazamientos y al mismo tiempo la Iglesia católica extendía su influencia

Hubo linajes que obtuvieron autorización para celebrar casamientos en las capillas, ligados siempre a su bendición, pero no así el bautismo. Se desconoce el número de parejas unidas por el rito católico en templos privados, pese a que la Iglesia sí registra los desposamientos. Los propietarios han podido actualizar los permisos del Obispado, siempre mediante la presentación del documento que acreditaba la concesión inicial a la familia. Porque una condición adicional indispensable para la validez eclesiástica era y es que los contrayentes demuestren vínculo de sangre con los propietarios o con los guardeses o empleados de las posesiones autorizadas. Este requisito imposibilita el negocio de las bodas en capillas de fincas reconvertidas en agroturismos o lugares para celebración de eventos, aunque algunos explotan el sacramento como parte del paquete ofertado.

Es indispensable que, para que la boda católica sea válida, los contrayentes demuestren vínculo de sangre con los propietarios o con los guardeses o empleados de las posesiones autorizadas. Esto imposibilita el negocio de las bodas en capillas de fincas reconvertidas en agroturismos o lugares para celebración de eventos, aunque algunos explotan el sacramento como parte del paquete ofertado

La tradición evidencia que los apellidos con este privilegio han celebrado bodas familiares, habitualmente de diferentes generaciones. En la capilla de Ses Cases de Sa Font Seca, del siglo XVII y con una curiosa pintura de la Virgen de la Teta, se casaron varios miembros de la familia Gual de Torrella, que la adquirió en 1994, la dedicó a eventos y la vendió en enero de 2023 al empresario mallorquín Miguel Oliver. “El párroco de S’Esgleieta se inquietó al pensar que íbamos a ofrecer la capilla como lote de boda, pero la usamos familiarmente”, cuenta un miembro de la familia que contrajo matrimonio en la finca. “En otra finca de la familia, Son Valentí, me contaba mi padre que se instalaba un sacerdote con habitación permanente asignada”, rememora. Esta posesión del siglo XV, ubicada en Banyalbufar, acabó en manos del magnate británico Richard Branson, quien hace unos meses la vendió, con licencia para establecimiento turístico, a un financiero danés. Branson compró en 1994 la imponente finca Son Bunyola, que vendió en 2002 y volvió a comprar en 2015, y donde en 2023 inauguró un hotel de lujo. Su restaurante, Sa Terrassa, está instalado en la antigua capilla, de la que se conserva el retablo dorado del altar. Como en una contradicción sofisticada, la gula se ofrece en espacio sagrado. Branson también había adquirido las fincas anexas de Son Cresus y Son Balaguer.

La finca de Son Bunyola, en manos del magnate británico Richard Branson, cuenta con un hotel de lujo. El restaurante está instalado en la antigua capilla, de la que se conserva el retablo dorado del altar

Mucho más tardía fue la capilla de la finca menorquina El Pueyo de Alaior. El ingeniero mecánico Pedro Pons la construyó en 1992 como sorpresa para su esposa para conmemorar allí sus bodas de plata y donde Bella Ester, ya viuda, acaba de celebrar su 80 cumpleaños. Tiene hasta campanario, además de curiosos añadidos. “El altar, de mármol, nos lo regaló mi suegra y las patas están rellenadas de tierra de Menorca y de los montes del Santuario de la Virgen del Pueyo y la Ermita de la Virgen Bella porque yo soy de Barbastro. Además, encargamos al reconocido ceramista menorquín Lora unos mosaicos de las dos vírgenes y mi hijo me ha ido trayendo cruces de muchos países”, detalla la propietaria. En su capilla celebraron las segundas misas de las bodas de sus dos hijos y durante mucho tiempo oficiaron los domingos para los vecinos de la zona, gracias, cuenta, a un cura que hizo la mili con su hijo.

Una capilla en un hotel de la cadena Hilton

Las piezas de estos espacios conforman un valioso patrimonio cultural, que algunos particulares han donado o dejado en depósito al Obispado. Cálices, belenes, altares… Una de las últimas aportaciones reúne más de 100 piezas. “La unidad del conjunto aporta valiosísima información. Nos han donado, por ejemplo, todos los ornamentos de un sacerdote de una familia, que falleció sin usarlos porque se ordenó muy mayor”, relata el vicario.

Las fincas más notables de Balears, que en su mayoría pertenecieron a la nobleza, cuentan con capilla propia, como Raixa, una originaria alquería islámica enclavada en el término de Bunyola, cuya bóveda data del siglo XVI. La posesión puede visitarse desde 2014, después de pasar a titularidad pública en 2002, al ser adquirida por la Fundación Parques Nacionales y el Consejo Insular de Mallorca. Su retablo fue restaurado en 2016.

Muchas se han integrado en negocios, lo que ha impulsado su restauración, como las de las fincas Biniagual, en Binissalem, o Els Calderers, en Sant Joan, esta última levantada en el siglo XIII. Hay algunas imponentes, como la de Sollerich, de estilo barroco. Es absolutamente espectacular la de una finca del siglo XIV reconvertida en hotel de cinco estrellas en el término de Llucmajor, tanto por sus dimensiones como por sus arcos, rosetones y vidrieras. Se trata de una capilla neogótica del hotel Zoëtry Mallorca, de la cadena Hilton, detalladamente restaurada, que emerge como una pequeña catedral entre campos. También el restaurante S'Àngel de Inca tiene una capilla que alberga en su interior una enorme mesa con sillas para el disfrute celestial de sus comensales.

Se vende finca con capilla por 11,5 millones de euros

El uso privado ha llevado muchas veces al abandono, así como las polémicas surgidas entre los propietarios por diferentes motivos: falta de recursos, conflictos por herencias, ventas fallidas… Uno de los casos más mediáticos, cuyo propietario precisamente era un canónigo y su topónimo evoca también lo religioso, es el de la posesión Ca l’Abat, en Deià. El cura Bruno Morey vendió la finca en 1997 a un aristócrata francés por un precio muy por debajo de mercado, unos 60 millones de las antiguas pesetas, según él mismo, pactando el usufructo vitalicio, a excepción de la torre medieval, y la creación de una fundación cultural.

El clérigo demandó al comprador, Jean Pierre Olivier, que entonces vivía en Andorra, por incumplimiento. La finca tiene una capilla en la que el párroco, muy culto y dado a encuentros con figuras de la sociedad balear, celebraba eucaristía y donde propuso algún bautismo. Morey deshabitó la finca en 2011 por motivos de salud y falleció en 2016 a los 101 años, una longevidad que frustró la venta anterior por parte de Olivier, quien finalmente la traspasó al empresario Víctor Madera por tres millones de euros, aunque estuvo a la venta por 4,8 millones, según recogió la prensa. El nuevo dueño culpaba al cura de no dejarle restaurar la finca, de gran riqueza patrimonial y una de las más antiguas de la isla, pues existe constancia de que en el año 1239 había en el lugar un monasterio de la orden católica del Císter. La realidad es que la posesión siguió abandonada y así continúa pese al nuevo cambio de manos y pese a que el Ayuntamiento ha urgido por escrito desde 2021. El alcalde de Deià, Lluís Apesteguia, confirma que no se ha acometido ninguna actuación hasta hoy.

El entorno y el nombre de esta finca, parcelada por el cura, se explotan actualmente como reclamo inmobiliario. La web, solo en inglés, de una agencia de lujo focalizada en esta área, alerta de la unicidad de la zona y la escasa oferta entre explicaciones sobre el significado del sustantivo ‘abad’. “No hay nada más lujoso y, al mismo tiempo, más mallorquín que Ca l’Abat. Las propiedades en venta en Ca l’Abat son pocas y distantes entre sí. Actualmente, no tenemos ninguna casa publicada en línea en esta zona. Esté atento a esta página o, mejor aún, contáctenos si está interesado en adquirir una casa propia en Ca l’Abat. Nuestra agente de ventas puede tener algo en su cajón secreto y, si no, se pondrá en contacto con usted tan pronto como escuchemos rumores de alguna casa que ingrese al mercado en esta hermosa zona”, promociona junto a un vídeo de una finca ya vendida allí por su empresa por 4,3 millones de euros.

El cura Bruno Morey vendió la finca Ca l’Abat en 1997 a Jean Pierre Olivier, un aristócrata francés, pactando un usufructo vitalicio. Morey falleció a los 101 años, una longevidad que frustró la venta anterior por parte de Olivier. El dueño culpaba al cura de no dejarle restaurar la finca, de gran riqueza patrimonial y una de las más antiguas de Mallorca. El entorno y el nombre de esta finca se explotan ahora como reclamo inmobiliario

En una rápida búsqueda en la sección inmobiliaria de un popular portal de compraventa aparecen 37 anuncios de propiedades con capillas propias en Balears. La mayoría se ubican en grandes extensiones de terreno que ocupan decenas de hectáreas. Las hay de muchos precios, pero todas superan las siete cifras. Se puede encontrar un edificio a reformar de 130 años de antigüedad en Sineu, con tres inmuebles, uno de ellos capilla con arcos y bóvedas, por 1,2 millones. O una casona del siglo XVIII a reformar cerca de Palma, con capilla y cúpula de unos 520 metros cuadrados, por 5,8 millones. O una posesión en Bunyola con varias edificaciones con una casa principal de más de 2.000 metros cuadrados construidos, con patio interior con capilla, por 9 millones. U otra rústica en Ciutadella, con 125 hectáreas (superficie equivalente a unos 180 campos de fútbol como Son Moix, el estadio del Real Mallorca), cuya casa principal fue construida en el S. XVIII de estilo neoclásico con influencia arquitectónica Palladiana, declarada BIC, con una capilla “con bóveda de cañón y arcos segmentados dedicada a la Mare de Déu del Carme”, por 11,5 millones. Precios solo al alcance de unos pocos que pueden permitirse expoliar un patrimonio de incalculable valor. 

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