Tomar el sol sobre las víctimas del franquismo

Martí Gelabert

Sa Coma (Mallorca) —
9 de julio de 2022 22:52 h

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Madrugada del 16 de agosto de 1936. Una expedición de milicianos republicanos liderados por el comandante Alberto Bayo desembarca en la costa este de Mallorca. Aquella siguiente tarde, como todos los días que prosiguieron, el calor también es sofocante. La guerra aprieta con fuerza. Mallorca, ese paraíso idílico que hoy se vende al mundo, no lo ha sido siempre. También vio bombas caer. 

En el municipio de Sant Llorenç des Cardassar, y más concretamente en Sa Coma, un día de verano como aquel, pero 86 años más tarde, hoy se oye la música a toda tralla desde el Hotel Gran Playa. No es el único con los altavoces a reventar. Son los hits del verano. Suenan cajas, autotune y bombos donde durante semanas se oyeron bombas. 

El olor a crema solar que se arrastra por las calles, derretido también por el calor, sustituye al olor a metralla de esos días de guerra, cuando Bayo y sus tropas pisaban tierra. Los gritos de niños en las piscinas no tienen nada que ver con los de aquella época: los del conflicto, de la persecución, del fascismo. Caminar por Sa Coma es entender en qué se ha convertido Mallorca y las Illes Balears –un territorio que vive por el turismo–, pero para muchos de los que la visitan es desconocer la crudeza de su pasado. 

Llegando a la playa se combinan tres imágenes. Por un lado, los rastros de una naturaleza que ya ha perdido su virginidad, pero que quiere resistir. Allí, aún, no todo es cemento al ras de la costa. Por otro, los carteles luminosos de la comida rápida y los chiringuitos, junto a unas galeras que arrastran los caballos asfixiados por el sol para agradar la visita a los turistas. Y, por último, un mar que en invierno es transparente y solitario y que en verano empieza a ser más turbio y masificado. Vinieron barcos de guerra en 1936. En el verano de 2022, unos jóvenes practican parasailing

Es allí, en la arena que se engancha entre los pies de los visitantes y algunos locales, donde pervive un pasado que algunos han querido ocultar, pero que otros luchan para que sea desenterrado. Es donde los gritos que se oyen desde el mar y el ruido de las barcas recreativas se contraponen a un silencio que el franquismo quiso y quiere eterno: el de las fosas. 

– ¿Sabías que aquí hay, probablemente, muchas víctimas de la guerra enterradas?

– ¿¡Qué!?

La sorpresa es constante, pero las toallas y sus dueños se estiran sobre las tumbas, de momento anónimas. “Cuando abres una fosa encuentras la verdad. Los muertos te hablan y te lo dicen. Le escupes a la cara a la gente lo que pasó. Cuando ves los restos de los cuerpos con las manos atadas o impactos de bala en el cráneo, tienes una evidencia irrefutable de lo que pasó”, cuenta la presidenta de la Associació Memòria de Mallorca, Maria Antònia Oliver. “Significa rescatar la memoria que han querido soterrar siempre las fuerzas de ya sabemos quién”, prosigue. Es decir, abrir fosas es, también, acabar con el anonimato de tantas muertes.

El plan de fosas

Este es el principal objetivo del Govern de les Illes Balears, que en línea con los tres planes de fosas que se han llevado a cabo durante las dos legislaturas en las que gobierna el pacto de izquierdas, ya prepara el cuarto. Es el que completará un ciclo de localización de fosas, de documentación, de intervención, de identificación y de entrega de los cuerpos a sus familias, si es que se llega a tiempo. Porque se ha hecho tarde.

Lo reconoce el vicepresidente del Govern y conseller de Transición Energética y Memoria Democrática, Juan Pedro Yllanes: “Hemos llegado tarde, es evidente. Tenemos más de 40 años de democracia. Era un trabajo que se tendría que haber hecho antes”, comenta a elDiario.es. Ahora, con el IV plan de fosas, se pretende haber intervenido en todas las que están documentadas en las Balears. Y una de ellas, muy importante, es la de la playa de Sa Coma. 

“Era necesario llegar hasta aquí. Hasta ahora, habíamos buscado víctimas directas de la represión, las que no habían entrado en combate. Pero ahora buscamos gente que ha estado en el frente de guerra, como las cinco enfermeras milicianas que asesinaron. Son doble víctimas: en combate y desaparecidas de manera involuntaria”, señala Oliver. En la misma línea se expresa Yllanes: “No son exactamente fosas de la represión, pero sí derivadas de un hecho de guerra como es el desembarco de las tropas de Bayo para devolver la legalidad republicana a la isla de Mallorca”. Además de la de Sa Coma, también se prevé excavar otras fosas de la zona y relacionadas con los hechos: la del Hospital de Sang, la de Son Carrió (hasta donde llegó el frente de guerra en términos de profundidad) y la de Son Escrivà.

En total se han invertido 1,8 millones de euros para la recuperación de víctimas en Balears, más los que supongan en el IV plan, que también se centrará en la puesta en valor de los objetos que se encuentran junto a los restos, destaca Yllanes. “Además se crearán una serie de estudios importantes desde el punto de vista jurídico y psicológico para poder hablar de los orígenes y las consecuencias de toda esta política de represión que se dio en el bando franquista”, comenta, con la intención de “trasladar a las futuras generaciones lo que supuso la represión y la guerra en Balears, como el episodio más crudo y violento que fue el desembarco de Bayo”. 

El desembarco

Desde Cala Romántica hasta Sa Coma –en unos 14 kilómetros de largo por toda la costa– se asentaron los milicianos de Bayo. La mayoría eran catalanes, pero también había mallorquines, menorquines y hasta rusos, búlgaros o franceses. “Era una guerra ideológica contra el fascismo”, explica Antoni Tugores, historiador que ha estudiado a la perfección los hechos y que ha colaborado en las tareas de identificación de las fosas relacionadas con este episodio. En el frente de guerra, habría unas 6.000 o 7.000 personas, de las cuales 400 eran mujeres. Cinco de ellas enfermeras catalanas cruelmente violadas y asesinadas. 

Según Tugores, el plan inicial era conquistar Manacor, en manos franquistas. Esperaban que el mando nacional se rindiera. “Era lo más lógico, tenían ocho aviones, barcos de guerra con artillería y muchos milicianos. En Porto Cristo sólo había 25 hombres nacionales”, relata. Pero allí, en el puerto, el incivismo y la dispersión de los milicianos fueron sus propios enemigos: “Cuando quisieron llegar a Manacor, se encontraron con una oposición muy fuerte. Ya no avanzaron más, ni llegaron”. Durante días hubo un cierto equilibrio de fuerzas, pero cuando llegó la moderna aviación italiana, “en cuestión de horas había inutilizado los hidroaviones de los republicanos y la superioridad nacional era clara”. 

Fue 19 días después, entre el 3 y el 4 de septiembre, que Bayo recibió órdenes de reembarco. Seguramente, según Tugores, porque no se quería entrar en guerra con los italianos y “tampoco consideraban Mallorca de ningún valor estratégico, cosa que fue un error gravísimo, ya que el este de Mallorca se convirtió en un gran puerto de aviones que bombardeaban a diario a Catalunya y al este peninsular republicano”. La misión fue un fracaso.

Durante las semanas que duró, los republicanos se instalaron en el lugar como pudieron. En barracones y, además de cerca del Hospital de Sang, en las casas de Sa Coma. “La playa es un lugar donde hubo víctimas y, además, es un lugar de fácil entierro”, prosigue Tugores. Es ahí donde choca la memoria con la imagen del turismo de hoy día. Memòria de Mallorca lo tiene claro: “Los muertos están en una playa donde va la gente y toma el sol encima. ¿Qué respeto es este? Además, sin conocer la verdad. La verdad existe soterrada en esta isla y parece que no quiere salir”, subraya Oliver. Considera que, al menos, la zona tendría que estar señalizada por respeto a la víctimas, y que se debe intervenir cuanto antes mejor. 

Los muertos están en una playa donde va la gente y toma el sol encima. ¿Qué respeto es este? Además, sin conocer la verdad. La verdad existe soterrada en esta isla y parece que no quiere salir

Las víctimas enterradas

Desde que se han excavado fosas, en Balears se han podido recuperar los restos de 220 personas asesinadas durante la Guerra Civil y durante el franquismo. De todos estos, se han identificado 40 personas y se han devuelto los restos a 35 familias. Para Tugores, avanzar en esta dirección significa “cerrar el ciclo de dolor de toda una vida”, ya que también hay “muchas familias pendientes de estas excavaciones; es un último consuelo poder identificar a un familiar y enterrarlo de manera digna”.

Como Yllanes, él cree que se ha llegado tarde. También por parte de los historiadores: “Si nos hubiéramos puesto en los años 60, muchos documentos no se habrían destruido”, reconoce. Y sobre todas estas víctimas, Oliver reconoce que aún “no sabemos ni tan solo la certeza de dónde están, ni sus nombres. Son desaparecidos en combate que ni el franquismo ni la democracia se han planteado buscar y devolver a la sociedad”. 

Tugores insiste en la idea de que, aunque se vayan a abrir las fosas, “no se puede asegurar absolutamente nada”. Si bien hay optimismo con que se encuentren restos en la playa de Sa Coma –de hecho, el paso del tiempo ha ido descubriendo alguno de ellos que turistas han encontrado–, ni se puede establecer un número concreto de personas que se vayan a encontrar. “Creo que será difícil localizar a mucha gente”, reconoce, ya que las fosas están muy dispersas por los 14 kilómetros del frente. Además, explica que hay testimonios que relatan como, en muchas ocasiones y debido al fuerte calor, para evitar la putrefacción al aire, se enterraban muchos cuerpos uno a uno, en el lugar donde morían.

En la playa, aun así, Tugores dice que podría haber resultados positivos. Allí puede haber víctimas de distintos perfiles: los que desembarcaron muriendo en un acto de guerra; expedicionarios republicanos fusilados por su bando (por indisciplinas, por ejemplo); nacionales fusilados después de ser prisioneros; aquellos olvidados en el mar, y, también, todos los que en el momento de la retirada de tropas no llegaron a tiempo y se quedaron en tierra. Según algunas fuentes, serían entre unas 200 y 240 personas. “Se ejecutarán donde se les coja”, se lee en algunos de los textos consultados por el historiador. “Es fácil pensar que fueron enterrados dentro de la playa, hay testimonios que lo dicen”, advierte. Eso sí, la facilidad o dificultad de encontrarlos también dependerá de los cambios producidos por agentes naturales, como fuertes tormentas. 

La concordia, cuando se hayan devuelto los restos

El exjuez y ahora vicepresidente del Govern de les Illes Balears, Juan Pedro Yllanes, asegura que “mientras haya gente que no pueda recuperar los restos de sus familiares represaliados y, por lo tanto, estas personas no pueden decidir su destino final, difícilmente se podrá hablar de cerrar heridas”. Por eso, asegura que hasta que no se complete esta tarea, no se podrá hablar del siguiente paso: “La concordia”. “Vincular que la transición fue perfecta y, por lo tanto, ya no se puede hablar de víctimas de un bando u otro, porque hemos llegado a un punto de concordia perfecta y feliz, no es posible”, recalca. 

Balears es una de las comunidades pioneras en la apertura de las fosas. “Somos un ejemplo para el resto de territorios”, apunta Yllanes, a la vez que cree que es “perfectamente factible localizar a las comunidades autónomas que no quieren trabajar o lo quieren hacer de manera puramente simbólica y a las que tienen un compromiso importante de recuperación de la memoria democrática, como Euskadi, el País Valencià o las mismas Balears”. Por eso, al Govern balear también le urge completar todo este trabajo: el año que viene hay elecciones y puede cambiar el color político. “Es evidente que a un partido como el PP no le gusta la memoria democrática y que a Vox no le gusta nada”, resalta.

En esta línea, recuerda que “la extrema derecha siempre ha estado presente en nuestras vidas” y que, aunque hasta ahora no había tenido representación parlamentaria en Balears, ahora sí. “Hay gente que aún piensa en Franco, que es un señor que murió en 1975. A estos no les gusta que se trabaje por la memoria democrática; porque hacen una interpretación de la historia que nada tiene que ver con lo que tenemos. He escuchado representantes de la extrema derecha, o incluso del Partido Popular, hablar de la Guerra Civil como si hubiera sido un accidente”, sentencia.

Mientras Yllanes hace estas reflexiones, en la otra punta de la isla, en Sa Coma, sigue sonando la música. Y cada día por la playa aparece gente nueva. En el mar se ven decenas de cabezas refrescándose. Y en la arena, de momento, se ven cientos y cientos de turistas bronceándose sobre los restos de una guerra. Pronto se espera ver los restos de una guerra que hablarán por sí mismos y tratarán de hacer “justicia”.