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Alemania, Bélgica y Reino Unido: algunos países que sí han reconocido “crímenes” y “explotación” en su pasado colonial

El rey Felipe de los belgas y el presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, el 7 de junio de 2022 en Kinshasa.

Andrés Gil

30 de septiembre de 2024 21:54 h

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Felipe VI no respondió en 2019 a la petición formal de perdón por parte del entonces presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. En realidad, responder o no es responsabilidad del Gobierno de España, de quien dependen este tipo de declaraciones del monarca, que carece de autonomía política. Y, además, lo que pedía México y España no le ha dado es algo que sí han hecho otras antiguas potencias coloniales, cada una con sus matices, como Países Bajos, Bélgica, Alemania o Reino Unido.

La consecuencia de esa no respuesta a la petición de López Obrador ha sido que Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, haya decidido no invitar al rey Felipe VI a su toma de posesión, este 1 de octubre. Y esa decisión ha sido respondida por el Gobierno de España con la negativa a acudir al acto. Otros representantes políticos españoles, como Irene Montero, Ana Pontón, Gerardo Pisarello y Jon Iñarritu, por ejemplo, sí estarán presentes en la ceremonia mexicana.

Este tipo de medidas han sido apoyadas por el alto comisionado de derechos humanos de la ONU, que se ha sumado a los países que reclaman reparaciones por la esclavitud y la colonización. “En materia de reparaciones, debemos entrar por fin en una nueva era. Los gobiernos deben dar un paso adelante para mostrar un verdadero liderazgo con compromisos genuinos para pasar rápidamente de las palabras a los hechos que aborden adecuadamente los errores del pasado”, dijo Volker Türk el mes pasado de marzo en el Foro Permanente sobre los Afrodescendientes.

¿Y qué países sí han dado muestras de autocrítica por sus crímenes coloniales?

Países Bajos: “Fue un crimen de lesa humanidad”

El entonces primer ministro neerlandés, Mark Rutte, pronunció en diciembre de 2022 un discurso esperado por los descendientes de personas esclavizadas por el reino de Países Bajos entre 1621 y 1873 desde hace años: “La esclavitud fue un crimen de lesa humanidad... y pido disculpas en nombre del Gobierno”, dijo.

“Durante siglos, el Estado neerlandés y sus representantes han permitido, fomentado, mantenido y se han beneficiado de la esclavitud. Personas se han convertido en mercancías, explotadas y abusadas en nombre del Estado neerlandés (…) Hoy, en nombre del Gobierno neerlandés, pido disculpas por las acciones del Estado neerlandés en el pasado”. La esclavitud fue “un sistema criminal que ha causado un gran sufrimiento incalculable a un número incalculable de personas en el mundo, y continúa afectando la vida de las personas aquí y ahora”, subrayó Rutte, quien consideró que el Archivo Nacional es el lugar para este “examen de conciencia nacional”.

Rutte admitió que, durante mucho tiempo, pensó que “no es posible asumir la responsabilidad de manera significativa” por algo que ocurrió en el pasado y del que no fue testigo en persona, pero reconoció que “estaba equivocado” porque los “siglos de opresión y explotación” aún afectan a las sociedades a día de hoy. “En estereotipos racistas, en patrones discriminatorios de exclusión, en desigualdad social”, dijo. Aunque es cierto que “nadie vivo hoy es personalmente culpable por la esclavitud”, el Estado neerlandés “en todas sus manifestaciones históricas, es responsable del gran sufrimiento infligido” a las personas esclavizadas.

El comercio legal de esclavos terminó en 1814, pero sobrevivió en las colonias neerlandesas hasta 1873. “Más de 600.000 mujeres, hombres y niños africanos esclavizados fueron enviados al continente americano en condiciones espantosas por traficantes de esclavos holandeses (…). Fueron separados de sus familias, deshumanizados, transportados y tratados como ganado”, ha denunciado Rutte.

A menudo esto ocurría bajo la autoridad gubernamental de la Compañía de las Indias Occidentales, mientras que, en Asia, entre 660.000 y más de un millón de personas fueron traficadas dentro de las áreas bajo autoridad de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales entre el siglo XVII y XIX.

“Los números son increíbles. El sufrimiento humano detrás de esto es aún más inimaginable. Son incontables las historias y testimonios de supervivientes que prueban cómo la crueldad y la arbitrariedad no tenían límites en el sistema esclavista”, denunció.

Se refirió a los registros de esclavos, “una enumeración seca, conflictiva precisamente por subrayar lo absurdo de un sistema en el que una persona convertía a otra en mercancía”. Fue “un sistema tan inhumano e injusto” que, cuando fue abolido, quienes fueron compensados económicamente por el Estado fueron “los dueños de esclavos” y no las víctimas.

Portugal: “Hace falta una reparación histórica”

El presidente de la República portuguesa, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, admitió en una cena con corresponsales extranjeros acreditados celebraba el 50º aniversario la Revolución de los Claveles, en abril pasado, que Portugal debe “pagar los costes” por los daños del periodo colonial, entre otras cosas, porque “reconocer el pasado y responsabilizarse de él era más importante que pedir perdón”.

Se trata de un debate adormecido en la sociedad portuguesa desde que el Ejecutivo socialista comenzó a preparar, en diciembre de 2022, el inventario de los bienes culturales originarios de las antiguas colonias para su eventual devolución, pero la lista no se ha finalizado.

La imagen del “buen colonizador” se impuso durante el régimen dictatorial que gobernó el país entre 1933 y 1974 y en las escuelas se enseñaba que el colonialismo portugués era “suave”, a diferencia de la realidad de otros colonizadores. Pero el país tiene un pasado colonial asociado a la esclavitud. Durante varios siglos, los portugueses sometieron a los pueblos africanos bajo su dominio y lideraron el comercio de esclavos en el Atlántico, con millones de personas secuestradas, transportadas a la fuerza y luego vendidas, principalmente en Brasil.

Tras estallar la polémica, el presidente de la República explicó lo que entendía por “reparación histórica”. Para Rebelo de Sousa, Portugal debe asumir “la responsabilidad de lo que hubo de malo y de bueno en el imperio”, sacando consecuencias de las “masacres” y tratando de entender “la cuestión de los bienes patrimoniales”, para devolver las obras a las antiguas colonias. El presidente de la República afirma que este proceso no tiene por qué pasar necesariamente por “pagar una indemnización”, poniendo como ejemplo otras formas de reparación como el “perdón de la deuda” o un “estatuto de movilidad” más favorable.

Pero en casa no tardaron en surgir las críticas de quienes consideran que Rebelo de Sousa habló del asunto a la ligera, sin que haya intención alguna por parte del Gobierno de compensar a las antiguas colonias. El programa del primer ministro Luís Montenegro no incluye ninguna ninguna propuesta en este sentido. De hecho, en una declaración enviada a los periodistas, el Gobierno conservador afirmó que sigue “la misma línea que los gobiernos anteriores” en lo que se refiere a las reparaciones por el pasado colonial y que no se plantea “ningún proceso o programa de acciones” en este ámbito.

Bélgica: pasado “explotador” y “racista”

“Fue un régimen de relaciones desiguales, injustificable en sí mismo, marcado por el paternalismo, la discriminación y el racismo”. Así describía Felipe, rey de los belgas, el régimen colonial de sus antepasados en el Congo –1885-1969– en su primera visita a Kinshasa y ante el presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, en un discurso público en junio de 2022.

¿Por qué fue tan brutal el régimen colonial de Bélgica? Como recuerda la BBC, todo el país fue inicialmente declarado propiedad personal del rey Leopoldo II. Se cree que más de 10 millones de africanos murieron durante su reinado por enfermedades, abusos y mientras trabajaban en las plantaciones para él: las autoridades cortaban las extremidades de las personas esclavizadas cuando no cumplían con las cuotas de materiales como el caucho exigidas por la corona.

El rey belga, de 62 años, dijo, sin llegar a pedir perdón: “El régimen colonial se basaba en la explotación y la dominación. Este régimen era el de una relación desigual. En sí mismo injustificable. Marcado por el paternalismo. la discriminación y el racismo. Dio lugar a humillaciones y abusos. Durante mi primer viaje al Congo, aquí, frente al pueblo congoleño y a los que todavía hoy lo padecen, deseo reafirmar mis más profundo pesar por estas heridas del pasado”.

“Hoy queremos escribir un nuevo capítulo en nuestras relaciones y mirar hacia el futuro, animados por la formidable juventud del pueblo congoleño que sólo pide desarrollar sus talentos. Escribamos juntos este nuevo capítulo”, señaló el monarca, que llegó este martes al país africano con la reina Matilde.

El rey Felipe también entregó en este viaje una valiosa máscara congoleña gigante, uno de los 84.000 artefactos expoliados durante la era colonial que Bélgica acordó devolver. La máscara, llamada Kakuungu, se exhibió anteriormente en el Museo Real de África Central de Bélgica, y había sido utilizada en ceremonias de curación por la comunidad Suku, del suroeste del país.

También en 2022, uno de los túneles principales de Bruselas, dejó de llamarse túnel Leopold II para convertirse oficialmente en el túnel Annie Cordy. Un cambio de nombre decidido hace más de un año tras una consulta popular y que se materializó con una inauguración festiva.

Así, el nombre del túnel se descolonizó y se feminizó, pero su naturaleza no cambió: sigue siendo el túnel más largo de Bruselas y de Bélgica, con 2.530 metros que discurren, desde la Place de l'Yser hasta la Basílica de Koekelberg.

El cambio de nombre del túnel es parte de un movimiento de los últimos años que reclama el fin del reconocimiento al mayor responsable del genocidio cometido por Bélgica.

La historia a veces se olvida. A menudo se distorsiona. Pero nunca desaparece. Es lo que le está ocurriendo a Leopoldo II (1835-1909), rey de los belgas en la mayor aventura colonial del país, pero también el mayor de los genocidios en la depredación del Congo belga.

El movimiento black lives matter se ha hecho visible en Bruselas, una ciudad con comunidades racializadas y con historia colonial en África, resucitando los fantasmas del pasado, hasta el punto de aparecer pintadas en las numerosas estatuas del rey Leopoldo –también en otras ciudades belgas–, y de que se estén recogiendo firmas para retirarlas de la vía pública.

El monarca es responsable de entre 10 y 15 millones de muertos en el Congo belga, según los cálculos del historiador Adam Hochschild, autor de El fantasma del rey Leopoldo, libro que repasa la explotación del Estado Libre del Congo por parte de Leopoldo II de Bélgica y saca a la luz los crímenes cometidos por los gobernantes blancos de África.

Dos años antes de la independencia del Congo belga, con ocasión de la Exposición Universal de 1958 que inauguró el Atomium, Bélgica montó un zoo humano en Bruselas con personas traídas del Congo.

Leopoldo II inició su expedición al Congo en 1879, y en 1885 el Estado Libre del Congo fue reconocido como territorio perteneciente al monarca durante la Conferencia de Berlín, que repartió África entre las potencias coloniales europeas. Bélgica extrajo del Congo materiales como el caucho esclavizando a la población local en un ambiente de violencia extrema, donde los castigos incluían amputaciones de partes del cuerpo.

Parte de la riqueza fruto de la explotación y el comercio de los materiales congoleños, la dedicó Leopoldo a financiar obras públicas en Bélgica, como el descomunal Palacio de Justicia de Bruselas, más grande incluso que la Basílica de San Pedro de Roma, uno de los edificios públicos más grandes del mundo, y frente al cual se concentraron miles de personas este domingo.

Del “lamento” de Juan Carlos I en México...

Un reconocimiento de abusos que le cuesta hacer a otras monarquías, como a la española con Latinoamérica, por ejemplo. Sólo en 1990 el rey Juan Carlos, en México, afirmó: “La Corona de España procuró desde el mismo momento del descubrimiento del nuevo mundo la defensa de la dignidad del indígena. Así, el propio Rey Carlos V hizo observar enérgicamente a Hernán Cortés que «Dios Nuestro Señor creó a los indios libres y no sujetos a servidumbre». Claro que la prudencia y la ecuanimidad de los monarcas fue, a menudo, lamentablemente desoída por ambiciosos encomenderos y venales funcionarios que, por la fuerza, impusieron su sinrazón”.

“Ello suscitó”, dijo Juan Carlos, “la reacción de gentes de bien que alzaron sus voces en defensa de los derechos de los indígenas. La Corona siempre los escuchó. Entre ellos descuella la figura del dominico Fray Bartolomé de las Casas, quien, con su encendida defensa de la población autóctona americana, propició e influyó considerablemente en la promulgación en 1542 -sólo cincuenta años después del primer viaje colombino- de las Instituciones y Leyes Nuevas de Indias”.

Y añadió, tras justificar a los monarcas de la época: “Bartolomé de las Casas fue capaz de concebir y ejercitar una seria, coherente y honesta actitud intelectual ante el mundo indígena; y esto es algo que debería servirnos de modelo y pauta a cuantos -como hoy nosotros, aquí- nos acercamos a vuestro mundo con respeto y admiración. Porque difícilmente podremos entendernos, difícilmente podremos hacernos comúnmente inteligibles, si no somos capaces, unos y otros, todos en conjunto -y sin perder ni un ápice de nuestra identidad- de ser tolerantes, abiertos y transigentes; si no somos capaces, al mismo tiempo, de ser tan generosos para dar como para recibir, los unos de los otros, porque todos nos necesitamos solidariamente”.

...al reconocimiento a los sefardíes

España a veces sí se ha disculpado por comportamientos pasados a su manera. No pidiendo perdón, pero en 2015 el Gobierno de Mariano Rajoy aprobó un decreto ley para otorgar la nacionalidad a los sefardíes, los descendientes de los judíos expulsados de España hace, justamente, más de 500 años. De hecho, el rey Felipe VI organizó una recepción en el Palacio Real para honrar la ley y habló de “privilegio” por poder llevar a cabo tal medida.

“Esta ley dice mucho de lo que fuimos en el pasado y de lo que somos hoy los españoles y lo que queremos ser en el futuro, una España abierta, diversa y tolerante”. Con este alegato, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, celebró la aprobación de la normativa que permitía otorgar la nacionalidad a los sefardíes, descendientes de los judíos expulsados de España hace más de 500 años.

España se acordaba de ellos, expulsados en 1492, pero olvidaba a los saharauis, españoles de pleno derecho hasta el abandono del Sáhara Occidental en 1975. También a los moriscos expulsados en 1609 o los hijos de emigrantes españoles que se quedaron fuera de la Ley de Memoria Histórica.

La normativa pretendía corregir “una injusticia de más de 500 años”, en palabras de los ministros de Justicia y de Exteriores –José Manuel García-Margallo–: la expulsión forzosa de los sefardíes, a los que arrebataron su ciudadanía. El Gobierno aprobó un mecanismo que permitirá devolvérsela a sus descendientes, aunque no tengan residencia legal en el país, acreditando su origen y su especial vinculación con España a través del conocimiento de la lengua y la cultura.

Francia: “Pedimos perdón, no olvidaremos”

El presidente francés, Emmanuel Macron, dio un paso más en septiembre de 2021 en el reconocimiento de la responsabilidad de Francia en el conflicto con Argelia, del que se cumplieron 60 años en 2022, y pidió perdón a los harkis, los argelinos que les ayudaron en la guerra. “Quiero mostrar nuestro reconocimiento a los combatientes. No los olvidaremos. Pido perdón, no olvidaremos”, dijo Macron en una recepción en el Elíseo, sede de la presidencia gala, ante unos 300 descendientes de los argelinos que se alinearon junto a Francia.

El presidente francés rendía así homenaje al triste destino de los 200.000 soldados norteafricanos que combatieron junto al ejército francés durante la guerra de Argelia, informa Amado Herrero. Llegada la independencia, en 1962, más de 60.000 fueron ejecutados por el nuevo Gobierno argelino, acusados de traición; los que pudieron exiliarse en Francia fueron internados en campos como el de Rivesaltes (el mismo que habían ocupado los republicanos españoles bajo el régimen de Vichy) o en antiguas prisiones, condenados a la marginación y al olvido por el mismo país por el que habían combatido.

Hasta 2001 el Estado francés mantuvo el silencio y el olvido sobre la deuda que había contraído con estos soldados y sus familias. Ese año, una tímida declaración de Jacques Chirac marcó el inicio de un lento camino hacia el reconocimiento; desde entonces, cada presidente ha ido añadiendo palabras al discurso hasta llegar a Emmanuel Macron, el primero en pedir perdón.

A vísperas del Día de Homenaje a los Harkis, celebrado desde 2003, Macron fue un paso más allá del expresidente François Hollande, que en 2016 reconoció la responsabilidad de los gobiernos franceses en el abandono de este colectivo. “Francia reconoce la multitud de historias y destinos de esta guerra. Estas historias son paralelas y a veces irreconciliables, pero tenemos que asumirlas todas para poder avanzar y vivir juntos”, dijo Macron.

Durante años, aseguró, generaciones de franceses asumieron el “decreto de silencio y olvido” sobre la cuestión para “poder seguir viviendo juntos”.

En uno de sus desplazamientos internacionales, en Camerún, el jefe de Estado francés, trató de reconstruir las relaciones, a menudo tensas, con Yaundé y para ello, propuso crear una comisión de historiadores que “arroje luz” sobre los hechos de la colonización. Un esquema que ya puso en práctica en Ruanda, donde el trabajo de los investigadores llevó a un informe y a un reconocimiento de la “responsabilidad política de Francia” en el genocidio, que han jugado un papel central en el restablecimiento de las relaciones entre ambos países.

Pero, de todas las heridas abiertas por la colonización, el trauma causado por la guerra de Argelia (1954-1962) es tal vez el más visible. Es también el desafío memorial más importante del actual presidente que, según sus propias palabras, quiere dar a las conmemoraciones sobre este episodio “la misma importancia que Chirac dio a la Shoah en 1995”. Ese año, el entonces presidente reconocía en un discurso —pronunciado frente al monumento conmemorativo del Velódromo de Invierno— que el Estado francés, a través del régimen de Vichy, había “cometido lo irreparable” en las redadas de 1942, en las que se detuvo y deportó hacia Alemania a miles de judíos.

Además del reconocimiento de la deuda con los harkis, en octubre de 2020, Macron calificaba como “crímenes inexcusables para la República” las masacres cometidas en París por la policía francesa, que causaron en 1961 más de un centenar de muertos entre manifestantes convocados por el Frente de Liberación Nacional argelino. En enero reconoció las “injusticias” y “tragedias” sufridas en 1962 por los pieds-noirs (ciudadanos franceses de origen europeo nacidos en Argelia), en particular la “masacre imperdonable” de Isly, en Argel, cuando el ejército francés reprimió con fuego real una manifestación de partidarios de la Argelia francesa.

Alemania: “Avergüenza lo que los soldados coloniales hicieron”

El presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, pidió en noviembre de 2023 perdón por los crímenes de su país cometidos hace más de un siglo durante el periodo colonial en Tanzania, donde se reunió con descendientes de un líder de una revuelta contra el dominio alemán, Songea Mbano, que fue ejecutado, informa Efe.

“Me uno a ustedes en el duelo por el jefe Songea y por todos los que fueron ejecutados. Me inclino ante las víctimas del dominio colonial alemán. Y, como presidente federal de Alemania, quiero pedir perdón por lo que los alemanes les hicieron a sus antepasados”, afirmó Steinmeier en la ciudad de Songea (sur).

El presidente señaló en su discurso que “las personas en Alemania que tienen algún conocimiento de la historia colonial alemana también deben estar consternadas por el alcance de la brutalidad ejercida por las fuerzas coloniales alemanas”.

“Me avergüenza. Me avergüenzo de lo que los soldados coloniales alemanes le hicieron a su antepasado y a sus compañeros guerreros”, aseveró el mandatario. Steinmeier señaló que “la venganza que ejecutaron las tropas coloniales alemanas fue brutal” cuando “ahorcaron y decapitaron” a Mbano junto a otros 66 guerreros de la etnia ngoni, presente actualmente en varios países del sur de África.

El África Oriental Alemana fue una colonia en la región africana de los Grandes Lagos, que incluía lo que hoy es Burundi, Ruanda, la Tanzania continental y el Triángulo de Kionga, una pequeña región posteriormente incorporada a Mozambique.

Ese territorio existió desde 1885 hasta la derrota de Alemania al final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando perdió sus colonias en virtud del Tratado de Versalles.

Entre 75.000 y 300.000 personas murieron en la colonia (la gran mayoría por hambruna) durante la rebelión Maji Maji, impulsada por musulmanes y animistas africanos contra Alemania de 1905 a 1907.

Reino Unido: “Una violencia abominable e injustificable”

Durante una visita en noviembre de 2023, el rey Carlos III pidió perdón por la represión colonial contra la rebelión armada de los Mau Mau, conocida como la Emergencia por los británicos, informa David Soler. Tan solo seis meses después de que su madre, la reina Isabel II, se enteró del fallecimiento de su padre y su ascenso al trono desde Kenia, comenzó una rebelión que duró ocho años, donde las fuerzas británicas coloniales asesinaron a 11.000 personas

“Debemos reconocer los momentos más dolorosos de nuestra larga y compleja relación”, afirmó el rey en un discurso pronunciado en el banquete oficial ofrecido por el presidente de Kenia, William Ruto, en la visita de Estado a la excolonia británica. “Se cometieron actos de violencia abominables e injustificables contra los kenianos mientras libraban una dolorosa lucha por la independencia y para eso no puede haber excusa”, añadió el monarca: “Lo más importante para mí al regresar a Kenia es profundizar mi propia comprensión de estos males y conocer a algunas de esas personas cuyas vidas y comunidades se vieron tan gravemente afectadas”.

Sin embargo, en su agenda no figuró pasar por Nanyuki a visitar a las tropas y pedir perdón: allí los soldados británicos causaron un fuego que arrasó 4.880 hectáreas, por el que 7.000 kenianos reclaman compensaciones tras ver destrozadas sus vidas.

El papa Francisco: “Pido humildemente perdón”

El papa Francisco pidió “humildemente perdón” en 2015 no sólo por “las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”, durante un encuentro con los movimientos sociales en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, informa Efe.

“Aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que cuando el papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia”, dijo el papa. Y afirmó “con pesar”, que “se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”.

Francisco recordó que ya lo reconocieron tanto sus antecesores como la Conferencia Episcopal de América Latina y citó las palabras de Juan Pablo II, quien “pido que la Iglesia se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos”. “Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”, dijo.

“Hubo pecados y abundantes, por eso pido perdón, pero donde hubo pecado sobreabundó la gracia”, señaló en referencia a los religiosos “predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz”.

No es la primera vez, como dijo Francisco, que un papa pedía perdón por el periodo colonial, pero las declaraciones del papa argentino fueron de extraordinaria contundencia. En 1999, San Juan Pablo II en Santo Domingo el 13 de octubre de 1992, pidió perdón a las poblaciones americanas por la injusticias cometidas contra sus antepasados.

Y Benedicto XVI tras su viaje a Brasil en 2007, donde fue duramente criticado en Latinoamérica por no mencionar el periodo de la colonización, aprovechó una audiencia para señalar que “no se puede ignorar las sombras que acompañaron la evangelización del continente latinoamericano” y el “sufrimiento y las injusticias infligidos por los colonizadores a las poblaciones indígenas”.

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