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Entrevista
Activista, político e historiador israelí

Meir Margalit, del sueño a la decepción sionista de Israel: “Quisimos crear una Atenas y nos convertimos en una Esparta”

Meir Margalit en una imagen de archivo de 2010 durante un acto en la Universidad de Valladolid

Javier Biosca Azcoiti

25 de octubre de 2024 23:00 h

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Meir Margalit emigró de Argentina con 20 años para instalarse en Israel, donde lleva más de medio siglo. Soñaba con un sionismo utópico sobre el que había leído en textos y libros, y estaba influido por las ideas de su padre, superviviente del holocausto, quien le decía que el Estado de Israel era el único lugar seguro para los judíos.

Sirvió en el Ejército en Gaza y resultó herido en la guerra del Yom Kippur de 1973, cuando empezó a reflexionar sobre “el precio de ese Gran Israel”. El sionismo que había estudiado estaba muy lejos del sionismo que vivía: “Durante unos años fuimos un país con un Ejército. Hoy somos un Ejército que arrastra tras él a todo un país”, dice Margalit en una entrevista con elDiario.es.

El activista israelí por la paz y los derechos humanos, historiador y expolítico va un paso más allá: “Quisimos ser Atenas y nos convertimos en una Esparta”. Una sociedad totalmente militarizada que, además, ha acabado siendo “el lugar más inseguro del mundo para los judíos”. “Si hay algo que esta guerra ha dejado en claro es que el sionismo ha sido un gran fracaso”, afirma. Margalit fue cofundador de la ONG Comité Israelí contra la Demolición de Casas (ICAHD, por sus siglas en inglés).

Margalit conversa con este periódico con motivo de la publicación de su libro 'El eclipse de la sociedad israelí' (Catarata), en el que se describe como un exiliado en su propia tierra y estudia y analiza el estado social tras los ataques de Hamás del 7 de octubre del año pasado.

Se describe como un israelí exiliado en su propia tierra. ¿Qué le hizo mudarse a Israel en 1972?

Sionismo. Sionismo puro. Mi padre era superviviente del Holocausto y desde pequeño me decía que el único lugar donde un judío puede sentirse seguro es el Estado de Israel. Él pertenecía a esa generación que estaba constantemente con miedo de que hubiese otro holocausto. En Argentina, en aquel entonces, y esto lo sabemos hoy los historiadores, Perón había dado refugio a muchos nazis por motivos económicos. Mi padre y la gente de su generación estaban convencidos de que el judío en la diáspora corre peligro. De modo que era muy claro que en algún momento, cuando yo ya fuese un poco mayorcito, iba a acabar en Israel

No hay con quién negociar porque nosotros hemos destrozado todos los posibles interlocutores que podía haber y nos encargamos de debilitarlos y transformarlos en irrelevantes

Sirvió en Gaza y en la guerra del Yom Kippur de 1973, ¿qué le hizo cambiar de posición? ¿Cuándo y por qué se movió al campo pacifista?

Ya en el curso del servicio militar me di cuenta de que parte de los compañeros de mi regimiento tenían actitudes hacia los palestinos que me resultaban muy chocantes y grotescas. Dado que yo era nuevo inmigrante, no tenía derecho a opinar ni a discutir con ellos. Veía y callaba. Los miraba en silencio, pero por dentro me empezaba a dar cuenta de que aquí había algo que no funcionaba bien, que el sionismo que yo tenía y la postura de los sionistas aquí en Israel eran muy diferentes.

Creo que el cambio primordial se produce después de que yo resultara herido. En el hospital, empecé a reflexionar y a entender el precio de esta ideología del Gran Israel y llegué a la conclusión de que no vale la pena. El precio es demasiado caro. A partir de ese momento fui pasando paulatinamente del sionismo de derecha a un sionismo de izquierda y del sionismo de izquierda a una izquierda no sionista.

¿Por qué argumenta que ha cambiado tanto el sionismo desde sus orígenes hasta hoy?

Yo, al igual que muchos emigrantes, hemos sido muy ingenuos y hemos crecido con el sionismo que leíamos. Todo lo que sabíamos del sionismo lo leíamos en material escrito por israelíes, los discursos de Ben-Gurion, de Golda Meir… Todos tenían un tinte muy romántico e incluso socialista. 

Esa era la idea con la que crecimos. Obviamente, con la ingenuidad de quien no ve las cosas con sus propios ojos y se basa solamente en escritos y descripciones formulados por gente que tiene la intención de describir una sociedad romántica, justa y socialista. Bueno, me alcanzó al poco tiempo ver la realidad y entender que había una gran distancia entre lo que leía y lo que vivía.

¿Existe a día de hoy ese sionismo de izquierdas?

Lamentablemente, no. Hay un partido político, el laborista, que se autodenomina sionista y de izquierdas. Tal vez podría denominarse socialdemócrata, pero de izquierda no tiene nada. Meretz —partido que ya ha desaparecido y al que yo pertenecía— también se declaraba sionista y de izquierdas.

Sionismo y socialismo no son ideologías complementarias. Mientras el sionismo es una ideología nacionalista, el socialismo pretende ser internacionalista. Hay muchos sociólogos que sostienen que el laborismo israelí nunca ha sido socialista porque siempre primó el sionismo y no quedaba lugar para un socialismo puro.

Hoy está más claro que nunca que el lugar más inseguro para un judío en el planeta es el Estado de Israel. Si hay algo que esta guerra ha dejado en claro es que el sionismo ha sido un gran fracaso

Dice que la idea de devolver las tierras y acabar con la ocupación es más urgente que nunca, pero a su vez parece que tiene menos apoyo que nunca en la sociedad israelí. ¿Por qué han desaparecido o son prácticamente insignificantes políticamente los partidos que apuestan por la paz?

El factor miedo es el factor dominante y el que determina el voto de la gente. La gente busca el partido que te ofrece una solución militar dura y agresiva, y no puede entender que ante un conflicto de esta envergadura la única solución sea la negociación. ¿Negociar con quién? Se preguntan. ¿Con aquellos que nos han matado y violado? Eso es cierto, pero la única alternativa a no negociar es seguir derramando sangre hasta el fin de los días. Es una alternativa que yo no puedo aceptar. No puedo dejar a mis hijos y a mis nietos un país en el que la sangre siga derramándose. 

Hoy es cierto que no hay con quién negociar. Y no lo hay, entre otras cosas, porque nosotros hemos destrozado todos los posibles interlocutores que podía haber. Nosotros nos encargamos de debilitarlos y de transformarlos en irrelevantes. Es lo que le hemos hecho a Abu Mazen [presidente de la Autoridad Palestina]. Nosotros hemos llevado al pueblo palestino al extremismo y eso ha desembocado en que la gente en Israel se ha vuelto mucho más extremista. 

¿Por qué dices que Israel se ha convertido en la Esparta de Oriente Próximo?

Porque durante unos años fuimos un país con un Ejército. Hoy somos un Ejército que arrastra tras él a todo un país. El Ejército es el que da el tono y el que marca las políticas israelíes. El mismo Gobierno está lleno de generales retirados y el mito del soldado heroico del Ejército es tal que todo joven sueña algún día con tener un arma y matar al enemigo. Cuando ese es el ideal, lo único que me viene a la memoria es el espartano. Quisimos ser una Atenas y nos convertimos en una Esparta.

Pero a su vez argumenta que hay una división importante entre el Ejército y el Gobierno actual.

Cierto. Esto es nuevo y tiene que ver con que lo primero que hizo [el primer ministro Benjamín] Netanyahu después del 7 de octubre fue echarle la culpa al Ejército, que a su vez reaccionó acusándolo de mentir. No sé si las relaciones entre el Gobierno y el Ejército mejorarán, pero el Ejército es tan grande y tan fuerte que lo más probable es que perdure con el tiempo y vuelva al lugar en el que estaba antes del 7 de octubre. 

Otra prueba de lo que estoy diciendo es que Netanyahu ha intentado echar dos veces al ministro de Defensa porque se posicionó del lado del Ejército y no ha podido.

¿Ha elegido Israel ser un Estado judío en detrimento de un Estado democrático?

A pesar de que los israelíes te dirán que no hay ningún problema en ser un Estado judío y un Estado democrático, es similar al tema de ser sionista y socialista. Lo que yo sostengo es que, si un país decide ante todo ser judío, entonces obviamente la minoría árabe va a tener un estatus distinto dentro del país. Y si dentro de un mismo país los ciudadanos árabes tienen un estatus jurídico y de facto inferior al de los judíos, eso no puede llamarse democracia. Es una etnocracia, es decir, una democracia solamente para la gente de origen judío.

Aunque hay un partido político, el laborismo, que se autodenomina sionista y de izquierdas. Sionismo y socialismo no son ideologías complementarias. Mientras la primera es una ideología nacionalista, la segunda pretende ser internacionalista

Repite a lo largo de su libro la idea del fracaso del Estado de Israel, ¿a qué se refiere?

Lo que básicamente digo es que el sionismo ha fracasado. Prometió crear un espacio en el planeta donde los judíos pudieran vivir seguros, no como en la diáspora, no como en Europa. Un espacio donde no hubiese antisemitismo, pogromos, genocidios… Hoy está más claro que nunca que el lugar más inseguro para un judío en el planeta es el Estado de Israel. 

Si hay algo que esta guerra ha dejado en claro es que el sionismo ha sido un gran fracaso. Es cierto que ha construido un Estado, ha resucitado la lengua y ha hecho cosas buenas, pero si la seguridad de los judíos era su intención básica, ha fracasado.

Sostiene que el Estado de Israel sufre divisiones sociales imposibles de resolver, por lo que apuesta por la división del país en tres cantones independientes: judío-liberal, judío religioso y árabe. ¿Podría desarrollar esta idea?

En su mayoría, los intelectuales hablan de dos cantones: uno árabe y uno judío. Yo, por ser de Jerusalén, conozco mejor que los intelectuales de Tel Aviv o de Haifa el conflicto entre ortodoxos y laicos. Por eso, yo agrego que hay que dividir este país. Los árabes tienen derecho a autodirigirse, los ortodoxos a tener autonomía plena y los laicos, también. Son tres grupos que hablan idiomas diferentes y transitan por planetas diferentes y, dado que no tienen ningún denominador común, no tiene sentido seguir manteniendo el marco político actual en el cual al menos dos tercios siempre se sentirán segregados. Es otra de las tantas utopías que yo presento, a sabiendas de que no son reales, pero hay que ponerlas en el tapete.

¿Y eso al margen de un Estado palestino o la solución pasa por un único Estado binacional?

Hablar hoy de una solución y de un modelo u otro no tiene asidero. Estamos hablando del día después cuando todo termine, pero el día después no se ve. No hay horizonte. Parece que esta tragedia no terminará nunca. Hablar de soluciones posibles no me parece correcto porque aquí no se ve ninguna solución. No hay fórmula posible.

Israel es una etnocracia, es decir, una democracia solo para la gente de origen judío

Aun así, yo respeto mucho la Autoridad Palestina y, dado que la Autoridad Palestina quiere su propio Estado, yo apoyo la idea de dos Estados para dos naciones. En mi utopía, sin embargo, yo prefiero un estado binacional. Un solo Estado para ambos pueblos. Espero que los socios palestinos, después de tener su Estado propio, lleguen a la conclusión de que es mejor para todos constituir una federación israelí, palestina y jordana.

¿Cómo ha cambiado la posición de la sociedad israelí desde los ataques del 7 de octubre respecto a la ocupación y los palestinos?

La sociedad se ha extremizado más de lo que estaba antes del 7 de octubre. Si en algún momento había gente que decía que había que negociar algo con los palestinos —aunque no tuviesen claro qué querían negociar y sin saber claramente por dónde deberían pasar las fronteras—, esa gente hoy ya no repite lo mismo.

Mucha gente joven, por lo menos hasta hace un año, sabía claramente que Cisjordania no es parte orgánica de Israel y sabía claramente que por detrás de esa famosa muralla que Ariel Sharon construyó a partir de 2004 hay una entidad que no es parte de Israel, y que en algún momento deberíamos llegar a un acuerdo. Esa gente ha desaparecido.

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