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Estalla el frágil equilibrio entre vecinos árabes y judíos en Israel: “La gente sale a la calle buscando violencia”

Imagen de los sitrubios del jueves en la ciudad mixta de Lod.

Peter Beaumont / Quique Kierszenbaum / Sufian Taha

Jerusalén / Lod —
14 de mayo de 2021 22:22 h

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La turba que arrasó el paseo marítimo de Bat Yam, un suburbio del sur de Tel Aviv, comenzó atacando negocios propiedad de ciudadanos palestinos de Israel.

Los jóvenes judíos de extrema derecha, algunos vestidos de negro y al grito de “muerte a los árabes”, se habían reunido tras una convocatoria en las redes sociales que amenazaba explícitamente con violencia.

Tras romper el escaparate de una heladería de propiedad árabe-israelí frecuentada por ambas comunidades, dirigieron su atención contra un conductor que pasaba por allí y que habían identificado como árabe-israelí. Lo sacaron a rastras de su coche y lo golpearon salvajemente antes de dejarlo tirado en la carretera durante 15 minutos hasta que llegó la policía.

El ataque fue grabado en directo por el Canal 11 de Israel. El reportero Daniel Elazar advirtió: “Estamos viendo un linchamiento en tiempo real. Aquí no hay policía”. Posteriormente el cámara se retiró a petición del presentador.

La agresión en Bat Yam no fue un incidente aislado. Desde la rápida escalada de los combates entre Hamás e Israel, en los que se han disparado cohetes contra ciudades israelíes, incluido Tel Aviv, las tensiones civiles entre ciudadanos judíos y árabes de Israel han provocado disturbios y ataques violentos. Algunos incluso advierten del riesgo de una guerra civil.

Hasta el jueves se habían registrado actos de violencia civil desde Beersheba, en el sur del desierto del Néguev, hasta Rahat, Ramla, Lod, Nasiriyah, Tiberíades, Jerusalén y Haifa. Se han producido disturbios, apuñalamientos, incendios, intentos de allanamiento de morada y tiroteos, algunos de los cuales han sido publicados con un detalle aterrador en las redes sociales.

La alarma ha sido suficiente para suscitar editoriales temerosos, incluso en el conservador Jerusalem Post, que advirtió que “la delicada e imperfecta coexistencia que ha existido entre israelíes judíos y árabes durante los últimos 73 años corre ahora el riesgo de deshacerse hasta quedar irreconocible”.

En Acre, un profesor judío de 37 años fue atacado en su coche por manifestantes árabe-israelíes cerca de la plaza Egged y sufrió heridas graves. Un día antes, los manifestantes habían incendiado Uri Buri, una conocida marisquería de propiedad judía.

Sameer Salem, profesor de autoescuela árabe-israelí de 58 años en Acre, culpa a ambas partes de los crecientes enfrentamientos. “Queríamos enviar un mensaje a la comunidad internacional para protestar por lo ocurrido en Al Aqsa y Jerusalén, y no involucrarnos en los daños materiales que se produjeron”, dice en referencia a las protestas inciales.

“Los manifestantes destrozaron y quemaron tiendas y eso no está bien para los judíos de Acre. Entonces los judíos extremistas se reunieron anoche y atacaron a los residentes árabes de Acre. No sabemos cómo acabarán las cosas, pero la situación es muy peligrosa”, dice.

El jueves por la mañana, el ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, ordenó un “refuerzo masivo” de las fuerzas policiales fronterizas en ciudades de todo Israel para “enfriar” la situación. “Estamos en una emergencia”, afirmó Gantz en un comunicado.

Lo que algunos analistas describen como el peor brote de violencia civil en dos décadas se ha visto alimentado por una combinación de tensiones inmediatas y otras más duraderas. Los árabes de Israel constituyen alrededor del 20% de la población y son descendientes de los palestinos que se quedaron en el país tras la guerra de 1948, cuando se calcula que huyeron unas 700.000 personas.

Aunque tienen la ciudadanía, incluido el derecho a voto, se enfrentan a una discriminación generalizada y como se identifican en gran medida con la causa palestina, muchos israelíes los ven con recelo.

En los últimos días, los ciudadanos árabes de Israel han llevado a cabo protestas masivas en todo el país por el control policial de Israel sobre un importante lugar sagrado de Jerusalén y por los planes para expulsar a decenas de familias palestinas en la ciudad tras una campaña legal de los colonos judíos.

En las últimas semanas ha resurgido las actividad de grupos abiertamente antiárabes, como Lehava, los hinchas radicales del fútbol conocidos como La Familia y los grupos de colonos de extrema derecha, que al parecer han participado en la violencia.

Un mensaje enviado recientemente por La Familia, publicado por el periodista de Haaretz Bar Peleg, pedía a sus seguidores que se dirigieran a Jaffa, donde decía que la presencia policial era mínima, y nombraba las calles en las que sería posible entrar en las casas árabes y apuñalar a sus ocupantes.

Pero ha sido en la ciudad mixta de Lod donde se han presenciado algunas de las escenas más alarmantes y donde la violencia ha continuado, incluyendo el apuñalamiento de un judío cuando se dirigía a la sinagoga y el ataque contra una mujer árabe embarazada que sufrió graves heridas en la cabeza.

La retórica utilizada por cargos electos locales, incluido el teniente de alcalde, Yosi Harush, ha agravado la situación. Harush fue grabado en vídeo en una reunión del Ayuntamiento diciendo que cientos de personas venían de los asentamientos de Cisjordania para proteger las casas judías y “ayudar con la seguridad”, advirtiendo a los residentes árabes que no salieran de sus casas.

Dahlia Scheindlin, analista política israelí, se hace eco de las opiniones de muchos al afirmar que la violencia civil en Israel no tiene precedentes. “Es realmente malo”, dice a The Guardian mientras vuelve a casa desde Bat Yam.

“Parece un conflicto étnico. La gente sale a la calle a buscar y ejercer la violencia contra la gente de la otra comunidad. Esto es más que una reacción a los cohetes de Hamás. Hay algo más profundo bajo la superficie”, dice. Scheindlin dice que no le gusta equiparar ambas partes. “Puede parecer que esto es mutuo, pero esto responde a razones muy diferentes”, añade.

En el lado israelí, la analista argumenta que un factor clave ha sido la creciente normalización de la extrema derecha durante un largo período de años en el que líderes como Benjamin Netanyahu y Avigdor Lieberman han utilizado la política del racismo para atraer a los votantes, creando un espacio para figuras más extremas. Esto, según Scheindlin y otros, ha permitido que florezcan grupos violentos de extrema derecha.

En el lado árabe-israelí, Scheindlin culpa al escaso control policial de los delitos violentos y al exceso de control policial de las amenazas percibidas contra los judíos como agravante de las tensiones. “Es un desastre. La pregunta es ¿qué se puede hacer? De momento, el primer y último recurso es la fuerza y un control policial cada vez más intenso”.

Inevitablemente, la misión de calmar la situación ha recaído en figuras que anteriormente se han beneficiado políticamente de la retórica incendiaria, incluido Netanyahu.

“Lo que ha ocurrido en los últimos días en las ciudades de Israel es inaceptable”, dijo Netanyahu. “Nada justifica el linchamiento de árabes por parte de judíos y nada justifica el linchamiento de judíos por parte de árabes”.

Traducido por Javier Biosca

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