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El valor histórico irreconocido de la finca de Hortaleza donde Almeida permitirá construir oficinas a las Adoratrices

Existe en los límites del distrito de Hortaleza una finca histórica con una quinta en cuyas estancias y jardines pasaron sus días Carlos Arniches o Rafael Alberti en los años veinte. Las monjas Adoratrices, propietarias de la finca, se han aliado con la empresa francesa Therus Investments para levantar en los terrenos de la Finca de Mena, o Los Almendros, varios edificios de oficinas con un plan que ya ha obtenido el visto bueno inicial del área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid.

Los detalles materiales de la operación ya los contamos en este artículo pero toca ahora añadir el denso contexto cultural e histórico del lugar. Los Almendros cuenta con una historia que recorre tres centurias diferentes, deja registro del desarrollo del antiguo pueblo de Hortaleza y está atravesada por algunos episodios relevantes de la historia cultural de nuestro país. A pesar de ello, el espacio no cuenta con protección alguna, lo que ha permitido avanzar al proyecto inmobiliario y ha puesto en alerta al movimiento asociativo del distrito.

Los Almendros es un vestigio de cuando el pueblo de Hortaleza, que no se incorporó al municipio de Madrid hasta 1949, acogía quintas de recreo pertenecientes a las élites capitalinas. Hortaleza recibió algunas familias aristocráticas que instalaron allí sus lugares de vacaciones ya en el siglo XVIII. El crecimiento de Madrid en el siglo siguiente incidirá en la tendencia y no pocos miembros de la burguesía y la aristocracia, imbuidos por las ideas en boga del salubrismo, buscarán espacios más naturales en las proximidades de la gran ciudad.

La finca, situada entre la M-40 y la M111, tiene su origen como posesión nobiliaria en la Huerta de Finca de Mena, que perteneció desde el siglo XVIII a la marquesa de Ugena (aunque contamos con documentación precisa desde 1868). En esta primera época se dedicaba al cultivo de cereal y labores de huerta, y es en la década de los setenta del siglo XIX cuando aparece el actual edificio principal. 

Entre los sucesivos propietarios que tiene a finales del XIX y principios del XX, hallamos al político y periodista Rafael Gasset Chinchilla, ministro durante la regencia de María Cristina, que se la vendió en 1922 al famoso dramaturgo Carlos Arniches. Él es quien cambia el nombre al actual de Los Almendros y la conserva hasta 1928, cuando la vende  al Instituto de Hermanas Trinitarias y Asilos de la Santísima Trinidad. Tras distintos cambios de manos, la finca es comprada en 1965 por el Instituto de Religiosas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento, la congregación de religiosas que hoy ha hecho planes para sacar rédito al terreno.

“Que pretende aparentar una nobleza inexistente”: el rechazo de los técnicos a la protección de la finca

El estudio sobre el Patrimonio Histórico de la finca incluido en el Plan Parcial de Reforma Interior rehúsa proteger la finca. Actualmente, ni el edificio principal ni sus elementos parciales están incluidos en el Catálogo General de Edificios Protegidos de Madrid y el informe del técnico considera que no se debería considerar su inclusión, aduciendo que se trata de “la clásica casa de campo destinada a periodos vacacionales, que pretende aparentar una nobleza inexistente”.

Tampoco se considera idónea la aplicación de la Disposición Adicional Tercera de la ley 8/2023, de 30 de marzo de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, que dice que han de protegerse como Bienes de Interés Patrimonial “Palacios, casas señoriales, torreones y jardines construidos antes de 1900” por considerar el edificio principal “de carácter administrativo rural”.

La finca tampoco cuenta con protección como Patrimonio Cultural (no es Bien de Interés Cultural) ni necesita de precauciones especiales en materia arqueológica, se explicita, más allá del seguimiento de obra, pese a que se encuentra en las inmediaciones del yacimiento arqueológico del Paleolítico Medio Los Almendros, que actualmente se encuentra enterrado bajo la carretera M-11.

Una posibilidad a tener en cuenta para su posible protección sería entenderlo, a la luz de la Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, como Sitio histórico, reservado a aquellos “vinculados a hechos significativos de la historia que posea un destacado valor cultural”. Pero esta posibilidad queda descartada también en el informe. Las cosas pudieran haber sido diferentes si hubiera prosperado una iniciativa de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid durante la pasada legislatura que pedía declarar el lugar Bien de Interés Patrimonial (una categoría de BIC), pero el Partido Popular y Vox votaron en contra.

Tampoco han encontrado los técnicos razones para incluir el entorno en el Catálogo de Parques y Jardines de Interés de Madrid ni árboles dignos de formar parte del club del Catálogo de Árboles Singulares de Madrid. De hecho, está previsto que se talen el 60% de los más de 200 ejemplares, la mayoría almendros, existentes en la actualidad.

Las consideraciones del informe no son cruciales solo por la falta de protección que se deriva de ellas, también porque eximen al Plan Parcial de pasar por la Comisión para la Protección del Patrimonio Histórico Artístico y Natural de la ciudad de Madrid (CPPHAN) o la Comisión Local de Patrimonio Histórico del municipio de Madrid.

El dictamen concluye incluyendo, casi como si de un regalo se tratase, la voluntad de conservar elementos inmateriales e intangibles a través de referencias a los hechos del pasado allí sucedidos en la urbanización resultante; o integrar la fachada de la construcción original y algunos almendros en el nuevo complejo.

Espacio de referencia de la Generación del 27

“Aquellas noches o tardes en Huerta de Mena diciendo versos cerca de un estanque. Tú serías muy chico, pues apenas hoy te veo en mi memoria. Pero cuántas cosas hermosas y lejanas me han iluminado esta inesperada carta tuya. Todo eso pasó en 1928. ¡Hace ya 40 años!, en la época de Sobre los ángeles. Bien.” Las palabras anteriores pertenecen a una carta que Rafael Alberti envió en 1968 al editor y sobrino de Carlos Arniches,José María Amado, que Marcos Vasconcellos rescata en un trabajo premiado sobre Los Almendros

Después de esta cita, el investigador dio con otras misivas entre ambos que abundaban en la importancia de la finca para el poeta gaditano durante su juventud. Dio también con parte de un álbum de escritos, recortes y dibujos que el poeta dedicó a la hermana de José María, Victoria Amado. Los tiempos de aquel romance entre Rafael y Victoria son los de Sobre los ángeles y, según la correspondencia, el estanque de la finca (hoy destruido por la construcción de la carretera) el que aparece en un inmortal poema dedicado a ella.

Rafael Alberti había llegado a la casa de veraneo de Carlos Arniches a través de José Bergamín. Participó de las veladas que allí tenían lugar, con actores de las comedias del anfitrión, pioneros del cine, o el filósofo Xavier Zubiri, entre otros personajes del ambiente cultural del 27. En las cartas se cuenta, explica Vasconcellos, “que en Huerta de Mena Rafael Alberti recitó versos, mostró dibujos y figurines y jugó al fútbol con los niños que por allí correteaban”. Además de niños, por cierto, también andaban por allí jugando al balón algunos de los internos de la Residencia de estudiantes, amigos de Carlos Arniches hijo (luego importante arquitecto), tal y como explica la investigadora Concha Diez-Pastor Iribas en Hortaleza. Periódico vecinal.

No solo fue lugar de referencia para los jóvenes del 27. La finca fue, obviamente, espacio crucial en la vida y obra de Carlos Arniches. Todavía se conserva, de hecho, el jardincito donde pasaba el tiempo y escribía.

La finca de Los Almendros constituye, como se ve, un espacio singular, depositario de memorias materiales con una carga más profunda de la que puede contener una placa o el nombre de un vial. Un caso que incide, además, en la necesidad de articular políticas patrimoniales y de protección cultural que atiendan al rico y diverso rastro de las localidades absorbidas por Madrid.