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'El dolor que amamos', un poemario del sentido y de lo sintiente

Antonio Crespo Massieu, durante la presentación de 'El dolor que amamos'

Cristina Morano Carretero

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Este libro tenía que presentarse en el Gaya: sus conexiones con la Historia Europea, con la forma de resarcirse de ella en cuanto a abuso de los poderosos, su plasmación del pensamiento, ese ángel de la Historia definido por Benjamin y ese otro ángel de la piedad pintado por Della Messina, remiten indefectiblemente a las corrientes de pensamiento que Gaya defendía en La Horade España y en todas las corrientes de modernización y reconciliación que vinieron tras la II Guerra Mundial.

Es por eso que este es un libro de vida, un libro absolutamente lleno de vivencias. Y ello a pesar de las referencias abundantes, cruzadas, implícitas o explícitas que vamos a encontrar en él. No es una obra de cultura, no es solo un “documento de cultura”, –esa mirada de Benjamin está muy presente en estos poemas, Antonio Crespo Massieu también recorre la Europa monumental sabiendo que todo eso son los lugares que perpetúan a los tiranos–, es un documento de vida. Solo que de una vida moderna, contemporánea, libre y definitivamente comprometida con su época. Las referencias a Adorno son aquí como las referencias a los Rolling Stones de otros autores. Las referencias a Paul Celan son para Crespo Massieu como las referencias a Surfing Bichos para otros autores. Vivimos y recordamos, no se nos olvidan las injusticias, las infamias cometidas contra cualquiera; para una cierta clase de personas, esta es nuestra cultura y nuestra vida.

No obstante, aquí hoy tenemos que hablar de poesía y no de la moral, ni siquiera de la ética. Aunque, insisto, en Antonio todo ello se mezcla como un ovillo en su persona. En este sentido, podríamos decir que Antonio Crespo Massieu es un poeta pre-maquiavelo, un autor donde la moral no está separada de la política, ni del gobernarse a uno mismo o a otras y otros, ni del texto.

'El dolor que amamos' es un libro complejo, donde el narrador se traviste con los datos, con los fallecidos, con las mujeres, con los pensadores y personajes históricos. No hay un “yo” claro y autónomo, sino que se trata de un narrador atravesado por los hechos y por las voces, sobre todo por las voces. En este sentido, quisiera detenerme en el poema 'El hilo del tiempo'. Recientemente he tenido la oportunidad de conocer a Luz Pichel quien, en su último libro 'Co co co U' realiza un balbuceo, una fragmentación de las palabras en sus mismas sílabas, sílabas que incluso llegan a desaparecer. Así, en 'El hilo del tiempo' hay unas repeticiones de frases:

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Y la mujer piensa: cercan, meta, medio, pía, radio.

Y en la noche infinita del insomnio dejará caer las sílabas

como notas: pía, pía, canta, mano, meta, cima.

Creo que es un texto, un par de estrofas en este poema muy largo, donde busca la cadencia, crear un cierto ritmo y esto no sucede en el resto del libro. Se trata de un verdadero preámbulo que da paso al resto del poema que sí es tremendamente reflexivo y plagado de referentes: Adorno, Proust, la experiencia del cáncer, el hospital de guerra, la piedad, Haydn, Lutero, el Angel Novus, etc... Me ha recordado esa tesis oriental que dice que el fuego precede al pensamiento, que primero hay que quemar, abrir una trocha en la maleza para luego reflexionar.

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Primero el desbaratamiento de la lengua, primero la cadencia del balbuceo y luego la honda reflexión, la Historia Europea. Es una mezcla de voces de las víctimas o de los personajes históricos con la experiencia personal, las vicisitudes de la vida del autor que trabaja cada texto deslizándose dentro de cada voz, de cada reivindicación, porque como hemos dicho, en este libro la política, la justicia, la lucha, la vida personal y la cultura componen ovillos, madejas de significantes. Es como un tejido donde la trama es lo personal y la urdimbre es el rescate de algo.

La reproducción y la versión: En este sentido, tiene muchísimo parecido con la última obra pictórica de Ramón Gaya, que no son cuadros autónomos sino homenajes a la acuarela en los que el pintor analiza, versiona y reproduce postales que son a su vez reproducciones de cuadros. Pero lo hace con una visión crítica: no se limita a la copia, sino que subraya aquellos parámetros que le interesan: en algunas obras a Gaya le interesa la luz, en otras la diagonal que conforman los personajes, en otras lo que Gaya explicita es el boceto incluso previo del autor, saca a la luz las líneas estructurales de obras que de tan conocidas en El Prado, el público ha olvidado su esencia.

La versión nos permite la distancia para volver sobre las obras originales con más criterio. Nos brinda el extrañamiento sobre los clásicos, tantas veces leídos o mirados sin pausa, de manera automática.

La versión, reproducida desde el uso de materiales del “derribo” histórico (las víctimas, el recuerdo, la enfermedad, el dolor, las ruinas (en el caso de Gaya la postal turística) creo que rehace la obra original, la dota de dignidad, curiosamente. Me refiero a que quizás necesitamos escuchar,

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re-escuchar, volver a escuchar a Bach desde su agonía o volver a ver El Prado desde un boceto que

se ha dejado caer, como al (primoroso) descuido junto a un abanico.

Pero la versión también es la recreación, en doble sentido: volver a crear, pero sobre todo gozar con ello. Esto es muy importante, porque quiero subrayar que este poemario es un libro del sentido y de lo sintiente. El poeta emociona y se emociona rememorando y poniendo en pie los personajes que andan por ahí, por la Historia de las guerras o de las penalidades, les dota de vida, se ponen en pie, están presentes delante de la lectora o lector. Y hay un disfrute en ello, como lectora me alegro de corazón, con alegría sencilla directa, de que los quemados de Hiroshima sigan protagonizando nuestra cultura, me siento bien cada vez que veo que no les olvidamos. Porque es una obra llena de compañías vivas.

Por ej., ese miembro de la resistencia francesa que fue Robert Antelme, es revivido y colocado delante del lector o lectora en un estado de máxima felicidad:

Él lo sabe, se gira, tras las gafas guiña los ojos.

Me sonríe.

Sé de su gracia que lo llevaba a través de la inteligencia,

el amor, la política, la lectura.

Sé de su desesperación y nuestra esperanza.

Sé que sonríe, que no murió.

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