No todo es deporte en el mundo del deporte. Hay miedo, injusticia, éxito, fracaso, superación...Ante todo, historias increíbles protagonizadas por personas. Este blog, coordinado por la periodista Olga Lorente, trata sobre todos los factores que no vemos, pero sí influyen a los deportistas.
Si quieres ponerte en contacto, envíanos un correo a e.invisible@eldiariomurcia.com
En ocasiones la vida te hace tomar caminos y decisiones que no estaban en el guion. En el caso de Megan, el baloncesto siempre será parte de su vida, aunque no de la forma en la que ella se imaginó cuando era una adolescente
No todo es deporte en el mundo del deporte. Hay miedo, injusticia, éxito, fracaso, superación...Ante todo, historias increíbles protagonizadas por personas. Este blog, coordinado por la periodista Olga Lorente, trata sobre todos los factores que no vemos, pero sí influyen a los deportistas.
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Las lesiones son la cara más amarga del deporte. Sabes que están ahí, te preparas para prevenirlas, pero nunca esperas sufrir una de esas tan graves que pueden llegar a cambiarte la vida y obligarte a tomar un rumbo diferente al ideado. Esta experiencia le toco protagonizarla a Megan Trinder (Australia, 29 años), una prometedora y talentosa jugadora de baloncesto que dejó atrás su país y su familia para cumplir su sueño cuando fichó por Oregón, una de las universidades americanas más destacas en lo que al mundo de la canasta se refiere. Allí los atletas compaginan su carrera deportiva con su programa de estudios. Las ligas universitarias (NCAA) son semi profesionales, los más destacados cobran en concepto de publicidad, y se consideran la antesala para ir después a la NBA/WNBA o bien emprender una carrera ya profesional en Europa. Todos los jóvenes sueñan con llegar a la élite deportiva, sin imaginarse que una maldita lesión puede truncar todos esos planes. En el caso de Megan no fue una, sino dos roturas del ligamento cruzado anterior de la rodilla en 2015 y 2017 lo que la apartaron de las pistas para siempre. Por lo menos, desde el punto de vista de una jugadora, porque el destino ha querido que el baloncesto siga todavía formando parte de su vida.
Megan Trinder jugaba de base, uno de los puestos con más responsabilidad dentro de la cancha, y tenía una gran proyección. Fichar por las ‘Ducks’, como se conoce a los equipos de Oregón, suponía dar un salto importante de cara a su futuro profesional, ya que la NCAA te da una exposición única e incomparable a nivel mundial cuando tienes 18/19 años. De hecho, si ahora miramos la plantilla que tenía ese equipo aquella temporada, podemos encontrar a Maite Cazorla, actual base de la selección española y una de las mejores de Europa en su posición, o a Sabrina Ionescu, una auténtica estrella mundial que va a participar este año, haciendo historia, en el concurso de triples del All Star contra Steph Curry (el mejor triplista de la historia).
Todo iba sobre ruedas hasta que llegó la maldita lesión del cruzado para Megan, una de las peores que puede sufrir un deportista ya que obliga a pasar por el quirófano y el periodo de recuperación ronda los 10 meses. Esa acción ya no se va de la cabeza de los que la sufren. Una jugada fortuita, un mal giro de la rodilla. Pero el golpe más duro llegaría después. Al poco tiempo de volver a jugar, se rompió nuevamente el cruzado. Otra vez tenía que pasar por lo mismo. Pero en esta ocasión fue peor porque el posoperatorio se complicó por culpa de una infección que le obligó a tomar fuertes antibióticos tres veces al día durante un mes. “En ese momento pensé que mi vida era más importante que el baloncesto. Obviamente el deporte fue una parte de mí porque empecé a jugar cuando sólo tenía cinco años, pero dejarlo fue la mejor decisión para mi futuro. Sólo quería estar completamente sana”, comenta.
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