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Dimensión global, silencio territorial

Arranca el nuevo curso y con él de la mano el deporte y las intrahistorias que le rodean, que son las que dan vida a este espacio. Han pasado muchas cosas durante este verano que iremos desgranando por aquí, pero evidentemente tenemos que empezar hablando de fútbol femenino. El 20 de agosto, la selección española se proclamó campeona del mundo por primera vez alcanzando un éxito de inmensas dimensiones, sobre todo fuera del ámbito deportivo. Las 23 jugadoras del combinado nacional no sólo levantaron un trofeo, lograron sacar a un –nuestro- país a la calle y rompieron el techo de cristal del deporte rey. Demostraron una vez más que ellas también saben jugar al fútbol -y muy bien, por cierto- y que son élite internacional. A algunos esto último todavía le está escociendo.

Sin embargo, segundos antes de que la capitana Ivana Andrés levantara la copa, este hito del deporte español quedó deslucido por culpa del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, quien decidió darle un beso en la boca a la futbolista Jenni Hermoso. Con el paso de las horas también se hizo viral un vídeo de este señor celebrando de manera desmedida el título en el palco de autoridades, con la Reina y la Infanta al lado, tocándose sus partes íntimas. Unos gestos que después ha reconocido iban dirigidos para el entrenador, Jorge Vilda. Porque este éxito de 23 mujeres futbolistas querían adjudicárselo ellos: “Somos campeones del mundo”, afirmó el técnico en sus primeras declaraciones públicas. “Sí, nosotros también somos campeones”, corroboró Rubiales una semana después, con el pecho inflado.

Tiene que ser muy frustrante pelear durante toda tu carrera por ser campeona del mundo y que cuando lo consigues, dos señores te roben el protagonismo. Pero gracias a lo que sucedió (porque parece que tienes que conseguir un título para que te hagan caso), gracias a estas 23 futbolistas, en España pueden cambiar las cosas. Porque una vez más, el deporte ha traspasado fronteras y se ha convertido en tema de agenda. También política. Esta muestra de acoso y su posterior intento de justificación en una bochornosa Asamblea retransmitida en directo con casi toda la Real Federación Española presente en el acto dio paso al “Se acabó”, el “Me too” español. Las mujeres han dicho basta, desde las futbolistas hasta cualquier sector de la sociedad. Al país, espero, le ha quedado claro que una persona no puede ir besando a otra sin su consentimiento.

“Chantajistas y caprichosas”

Hace un año, mucho antes de ganar este torneo, 15 futbolistas de la selección española se plantaron y emitieron un comunicado renunciando a vestir la camiseta nacional hasta que no hubiese cambios en la federación. De su boca no salieron muchos detalles, más allá de pedir la profesionalización de la sección femenina, pero ahora podemos entender a la perfección a qué se referían. Pese a que la prensa afín al presidente (que lo controla absolutamente todo, cada semana sale un nuevo escándalo) las tildó de chantajistas y caprichosas en portada de algunas publicaciones, ellas pedían mejoras. Y estos días, tras esa Asamblea de Rubiales televisada, vemos lo difícil que ha tenido que ser para ellas hablar ahí dentro siendo mujer. Eso era y es una selva donde reina el machismo.

Esta lucha, sólo resuelta en parte, llevó a varias de las mejores jugadoras del mundo a renunciar a disputar este Mundial, la competición más importante que existe, por mantenerse fieles a sus ideales. Pero algunos de esos cambios sí llegaron: por primera vez, el equipo femenino contó con un nutricionista, por primera vez las jugadoras pudieron conciliar su vida profesional con la personal (algunas son madres) y pudieron tener a sus familias cerca, por primera vez volaron en chárter.

Hermetismo autonómico

Del escándalo Rubiales pueden sacarse infinidad de conclusiones. La primera de ellas es que el fútbol femenino español –presente, pasado y las jóvenes generaciones- se ha unido como nunca antes pidiendo respeto e igualdad. Más de cincuenta jugadoras emitieron un comunicado respaldando y apoyando a su compañera Jenni Hermoso y negándose a volver a jugar en la selección hasta que el presidente y las personas que aplaudieron en esa Asamblea (no le mencionan, pero ahí está su entrenador, quien se ha demostrado que intentó convencer a Hermoso para que apoyase a Rubiales y tapase el delito) estén fuera de la Federación. Entre ellas, la yeclana Eva Navarro, recientemente campeona del mundo. También Silvia Lloris, natural de El Palmar, capitana de España Sub19 y actual campeona de Europa. También las jugadoras del STV Roldán de fútbol sala (porque la federación de fútbol también engloba el fútbol sala).

Quienes no se han pronunciado han sido la mayor parte de los presidentes (en masculino) de las territoriales de fútbol. Todas ellas dependen de la Real Federación Española. Muchos estaban en esa Asamblea incendiaria de Rubiales, en la que el presidente afirmó que no pensaba dimitir y que había sido Hermoso la que le había acercado a él a su cuerpo, y no dijeron nada. Muchos de ellos aplaudieron cuando Rubiales dijo que todo el revuelo mediático que había levantado este caso era culpa de ciertas políticas y del “falso feminismo”. Sólo se manifestaron los presidentes que dimitieron inmediatamente después de ello.

Días después, tras la sanción e inhabilitación de la FIFA (mayor organismo internacional dentro del fútbol) a Rubiales durante 90 días, los mandatarios territoriales pidieron su dimisión. Lo hicieron en un comunicado conjunto, nada más.

Antecedente en el Alhama ElPozo

En la Región de Murcia existe como antecedente lo sucedido la pasada temporada en el Alhama ElPozo, club que militaba en la máxima división femenina. Cinco jugadoras, a las que posteriormente se sumó alguna que había militado en este equipo en temporadas anteriores, denunciaron a su entrenador por trato vejatorio. El tema no levantó tanto revuelo como el de Rubiales y parece olvidado. Esas denunciantes ya no están en la entidad murciana, sí el técnico.

Hasta ahora no se sabe si hay o no protocolos en el fútbol territorial, ni en qué consisten, para estos casos. Parecen temas tabú, de los que nadie quiere hablar.

Estos días, el fútbol ha puesto sobre la mesa el feminismo, la lucha por la igualdad y la denuncia ante el acoso. Esas 23 jugadoras (que por cierto, no fueron respaldadas por los capitanes de la selección masculina hasta este pasado lunes) no sólo han ganado un Mundial, un éxito que ya de por sí es histórico. También han abierto los ojos de mucha gente. Estas 23 futbolistas ya son pioneras.

Arranca el nuevo curso y con él de la mano el deporte y las intrahistorias que le rodean, que son las que dan vida a este espacio. Han pasado muchas cosas durante este verano que iremos desgranando por aquí, pero evidentemente tenemos que empezar hablando de fútbol femenino. El 20 de agosto, la selección española se proclamó campeona del mundo por primera vez alcanzando un éxito de inmensas dimensiones, sobre todo fuera del ámbito deportivo. Las 23 jugadoras del combinado nacional no sólo levantaron un trofeo, lograron sacar a un –nuestro- país a la calle y rompieron el techo de cristal del deporte rey. Demostraron una vez más que ellas también saben jugar al fútbol -y muy bien, por cierto- y que son élite internacional. A algunos esto último todavía le está escociendo.

Sin embargo, segundos antes de que la capitana Ivana Andrés levantara la copa, este hito del deporte español quedó deslucido por culpa del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, quien decidió darle un beso en la boca a la futbolista Jenni Hermoso. Con el paso de las horas también se hizo viral un vídeo de este señor celebrando de manera desmedida el título en el palco de autoridades, con la Reina y la Infanta al lado, tocándose sus partes íntimas. Unos gestos que después ha reconocido iban dirigidos para el entrenador, Jorge Vilda. Porque este éxito de 23 mujeres futbolistas querían adjudicárselo ellos: “Somos campeones del mundo”, afirmó el técnico en sus primeras declaraciones públicas. “Sí, nosotros también somos campeones”, corroboró Rubiales una semana después, con el pecho inflado.