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La desbandada en nombre de la huerta

Jóvenes celebrando el Día del Bando de la Huerta en Murcia
3 de abril de 2024 11:14 h

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Es sorprendente cómo hemos asumido dentro de la más absoluta normalidad el desbarre que cada año provoca la celebración del día del Bando de la Huerta en la ciudad de Murcia. Hacía algún tiempo que no me introducía en la zona cero, el epicentro de alcohol, vidrio y detritus que origina tan desenfrenado festejo para muchos jóvenes que así lo escenifican en esa jornada festiva. Baste recordar que mucho más de la mitad de las intervenciones de los servicios de emergencias estuvieron destinadas a intoxicaciones etílicas, 210 en total, de las que 23 acabaron en centros hospitalarios. Parece que hasta que no ocurra una grave desgracia, a esto no se le va a poner remedio.

No sé muy bien cuándo a los responsables políticos de esta ciudad se les fue definitivamente de las manos la situación. Desde luego, no es de ahora. Son ya demasiados los años en que se repite la misma escenografía. Este martes por la tarde tuve que atravesar el centro de Murcia, por las zonas de Centrofama, Universidad y Santo Domingo, comprobando en primera persona el descontrol que provoca la dejadez y la pasividad ante una supuesta libertad para una ciudadanía embutida en la fiesta sin fin. Calles completamente anegadas de orines, con chicos y chicas miccionando sin miramiento alguno en las esquinas o entre los coches, provocando un hedor insoportable muy difícil de digerir. Da lo mismo que el Ayuntamiento haya doblado este año el número de urinarios portátiles en calles y plazas. Hace algún tiempo leí que, según un estudio de la revista Forbes, El Cairo era la ciudad más sucia del mundo. Estoy convencido de que Murcia competía este martes con la capital egipcia, por lo que es seguro que los servicios municipales de limpieza han tenido que emplearse a fondo tras la hecatombe provocada por tan exacerbada celebración.

A lo largo de mi vida he residido en distintos lugares de España donde se celebran fiestas incluso más multitudinarias. Es el caso de El Pilar, en Zaragoza, o la Feria de Abril, en Sevilla. No recuerdo haber visto semejante descontrol al que se vive en Murcia en esta jornada. Cualquier otro día del año, salvo quizá el del Entierro de la Sardina, la policía sanciona al conductor de turno que suba su vehículo a una acera, lo deje ahí aparcado y salga pitando a tomarse unas cuantas birras. O a los jovenzuelos que en un parque practicaran el botellón, huyendo de los atracos a los que los someten algunos establecimientos en el precio de las bebidas. Pero parece que ese señalado día vale todo y que hay una consigna no escrita a los agentes para hacer la vista gorda.

Hace unos cuantos años, en un programa de TVE se emitió un reportaje dejando en evidencia el desmán del día del Bando de la Huerta en Murcia. Aquello levantó ampollas entre algunos gobernantes políticos y ciudadanos que, una vez más, lo que hicieron fue criminalizar al mensajero, apelando a que se hiciera lo mismo con los Sanfermines, por ejemplo. No sé cómo será lo de Pamplona, ni me importa porque no tengo intención alguna de dejarme caer por allí en el mes de julio. Pero lo de Murcia, la ciudad donde vivo, constituye un desmadre total al que alguien debería poner coto en algún momento. El esfuerzo de poner en la calle un vistoso desfile, que transcurre cada año por las arterias centrales de la ciudad, exhibiendo una muestra patente del costumbrismo y el folclore, o las comidas y cenas con amigos en barracas o ventorrillos de las peñas huertanas, algo que constituye otra forma de vender la imagen de un festejo de cara al exterior, no pueden quedar eclipsados por el canto general a la deyección y la inmundicia. Fiesta sí, pero no a cualquier precio. Y esto, en nombre de dejar a la gente a su libre albedrío, desde luego que no.

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