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En el interior de los Caídos de Pamplona: inscripciones franquistas y relato requeté

Interior de la cúpula del monumento a los Caídos de Pamplona.

Rodrigo Saiz

Pamplona —

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En el extremo opuesto a la céntrica Plaza del Castillo de Pamplona, al final de una de las principales arterias de la ciudad, la calle Carlos III, se yergue los Caídos, el segundo mayor monumento franquista de España, solo superado en tamaño por el de Cuelgamuros, y el primero situado en un entorno urbano. Si aquel albergó los restos mortales del dictador y de José Antonio Primo de Rivera, en el de Pamplona reposaron hasta 2016 los cuerpos de los generales golpistas Emilio Mola (quien era gobernador militar de Pamplona) y José Sanjurjo. El nombre original de este conjunto arquitectónico explica su significado simbólico, 'Navarra a sus Muertos en la Cruzada', frase inscrita en el frontispicio y tapada ahora por una lona que reza 'Sala de exposiciones'. Tras el acuerdo de EH Bildu con el PSN y Geroa Bai para su resignificación, en Pamplona se ha vuelto a abrir el debate sobre si es posible resignificar un monumento de exaltación franquista construido para conmemorar a los combatientes del bando franquista o si solo cabe su derribo, como defienden algunas organizaciones memorialistas que se han manifestado estos días como protesta por el acuerdo.

“El monumento en su conjunto y más concretamente el fresco que lo corona (pintado en el interior de la cúpula) es la representación gráfica del relato requeté de la historia de Navarra para justificar que la Guerra Civil se trató en realidad de una cruzada”, sentencia el historiador Fernando Mikelarena. Para el profesor universitario y autor de media docena de libros y de más de un centenar de artículos publicados en revistas científicas, no cabe resignificación posible para un edificio que se construyó como mausoleo y lugar de glorificación de los protagonistas de la rebelión militar en la comunidad foral.

Más allá de la inscripción de la fachada y algunos escudos que han sido tapados, es el interior del inmueble el que alberga mayor simbología franquista. Nada más cruzar la entrada principal se encuentra una lista con los nombres de los 4.535 navarros que murieron durante la Guerra Civil dentro del bando sublevado, muchos de los cuales fueron obligados y no como voluntarios, como se ha querido hacer creer. “Es una apropiación de la memoria de algunos combatientes que no fueron al frente por su propia voluntad”, afirma Mikelarena.

A ello se suman varios pasajes bíblicos, como el mensaje que se encuentra inscrito en el friso sobre el que reposa la cúpula y en el que se lee: “Ya sabéis Señor cuanto hemos trabajado en las batallas así como mis hermanos y la casa de mi padre por defender nuestra ley y por el santuario”. También una frase del cardenal Isidro Gomá, primado de España durante la guerra, en la que asegura que la Guerra Civil fue el enfrentamiento entre “las dos civilizaciones, las dos formas antitéticas de la vida social: Cristo y el anticristo”; y otra del Papa Pío XII: “Inclinamos nuestra frente a la santa memoria de los mártires que sellaron con sangre su fe en Cristo”.

Todo ello está coronado por la enorme cúpula en la que en su interior el pintor valenciano que realizó varios encargos para el régimen de Franco Ramón Stolz pintó un fresco en el que, según la memoria del proyecto, pretendió “evocar a través de tipos y personajes de su historia, el espíritu siempre religioso y batallador de los navarros por Dios y por la Patria”. Para el historiador Fernando Mikelarena viene a representar la tesis defendida por el escritor y director de 'Diario de Navarra' Eladio Esparza en su libro 'Pequeña historia del Reino de Navarra' de que la Navarra “desde la Edad Media siempre estuvo a favor de los valores de la cristiandad y la cruzada”.

Así, la escena la preside San Fracisco Javier, evangelizador en Asia oriental y Japón; a su izquierda aparece representado Sancho VII 'el Fuerte' de Navarra en la batalla de las Navas de Tolosa, una de las más importantes de la Reconquista, con la inscripción en latín “Deus lo volt” (Dios lo quiere en castellano); por último, una representación de tropas carlistas que combatieron, primero contra el liberalismo en las guerras carlistas del siglo XIX, y posteriormente en la Guerra Civil de 1936.

El interior de la basílica es ahora un espacio vacío que se reconvirtió en 1997, tras su desacralización, en una sala de exposiciones que lleva varios años en desuso y en la que ahora habita un grupo de palomas. Bajo la planta principal se encuentra la cripta en la que reposaban los restos mortales de los generales franquistas Mola y Sanjurjo y cuyo usufructo tiene el arzobispado. Allí, hasta hace poco, la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, que según sus estatutos fue creada en 1939 para “mantener íntegramente y con agresividad si fuera preciso, el espíritu que llevó a Navarra a la Cruzada por Dios y por España”, celebraba todos los días 19 de cada mes misas en conmemoración del triunfo del golpe de Estado de julio de 1936.

Tras el acuerdo alcanzado en el Ayuntamiento de Pamplona para su resignificación, el siguiente paso será el cambio de nivel de protección que tiene el monumento, que en la actualidad impide cualquier intervención en él. Posteriormente se abrirá un concurso de ideas que, mediante un proceso participativo de la ciudanía, designará el nuevo proyecto. Ese plan deberá incluir la demolición de las arquerías exteriores, también de la cripta, una “importante intervención” en la cúpula, que será ocultada en el exterior, pero que mantendrá el fresco interior, y la retirada de los mármoles que contienen inscripciones franquistas.

En los últimos años el lugar ya ha ido perdiendo significación franquista. En 2016, además de la exhumación de los cuerpos de Mola y Sanjurjo, se cambió el nombre de la plaza, que hasta la fecha homenajeaba al primer ministro de Justicia del Gobierno ilegítimo y paralelo de Franco, el carlista y tradicionalista navarro Tomás Domínguez Arévalo, más conocido como el Conde de Rodezno. Desde entonces se llama Plaza de la Libertad.

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