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Colonialismo científico en estado puro

El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares.
1 de enero de 2025 21:34 h

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España no es capaz de abordar su deuda colonial. No lo es en casi ningún contexto, pero tampoco en el marco académico y de investigación, donde debería  de ser algo más sencillo. Dejad que os cuente un “case study” para poner métricas a esta falta institucional de coraje para resolver un maltrato histórico a nuestra ciudadanía extendida del otro lado del océano Atlántico. Diego Armijos, es  un herpetólogo ecuatoriano que trabaja en una universidad del sur de su país. Con  el apoyo de su institución y en el marco de una larga colaboración con un grupo  español decidió hacer su tesis doctoral con nosotros, en nuestro grupo de  investigación. Es un investigador senior. Ha publicado en numerosas ocasiones y  es reconocido en su marco geográfico como un experto en anuros, ranas para los  no profanos, en un contexto ecológico de una diversidad salvaje. Incluso los  investigadores blancos del gran norte le conocen. Le consultan. Está en todas las  redes científicas de ese campo. Su tesis doctoral es de herpetofauna neotropical,  claro.  

Pese a las dificultades para compatibilizar su labor docente e institucional, más  su compromiso social activo con cuestiones de conservación de la biodiversidad  en su mundo tropical, ha conseguido llegar al final de su recorrido predoctoral.  ¡Genial! Lo ha hecho en tiempo y forma. Nada que objetar.  

Presenta toda su documentación y la escuela de doctorado de su universidad  pública española le da el visto bueno. Todo fluye de manera perfecta. Se pone en  contacto con el tribunal que se ha aprobado y, entre todos, buscan una fecha para  la defensa de la tesis. Se deja bastante tiempo para llegar al evento. Se quiere que  haya tiempo para resolver las cuestiones que cualquier ciudadano de un país  como Ecuador tiene que enfrentar para venir a la madre patria. Ya está. Se retrasa  algo más de dos meses lo cual parece más que suficiente. Para nosotros, los  investigadores españoles, también es un motivo de orgullo haber llegado a este  punto. Trabajar con Diego es tener la oportunidad de aprender de primera mano  sobre la diversidad del Neotrópico.  

Hasta aquí, todo ha ido perfecto.  

Diego tiene que sacar un visado normal para venir a España. No hay una vía  académica que aligere el proceso. Por supuesto tiene que ir de Loja, donde vive, a  Guayaquil para hacer los trámites. Es un viaje caro y largo. El procedimiento es  pétreo en ese sentido. No se puede aliviar de ninguna manera, no hay una opción on line, no valen cartas de su rector, ni de sus directores españoles, nada.  Tampoco hay manera de saber el tiempo que puede demorarse el proceso. Una  cohorte de moscas que viven ligadas a la embajada te ofrecen vías alternativas  mucho más rápidas. No quiere utilizarlas. Son muy caras. Lo que él quiere hacer,  defender su tesis doctoral, no parece exigir la utilización de vías alternativas. Ya ha  sacado el billete de avión a España. No puede esperar más porque los precios se  dispararán según nos acercamos a la fecha del vuelo. Llama una y otra vez a la  embajada, al consulado en Guayaquil. No contestan los correos enviados. Días  antes de la fecha del vuelo, sigue sin tener una respuesta. Viaja para intentar  resolver la demora desde allá. Ni siquiera ha conseguido tener la cita para tramitar  el visado allá. ¿Cómo es posible? Esto es una pregunta retórica, claro. La  indefensión es la norma. No puede ir a España. No puede defender su tesis  doctoral. El recorrido académico ha sido perfecto. Ha abonado todo lo que era  pertinente en la universidad española y ha llevado a cabo todo el plan formativo.  Está bloqueado en su tierra.  

¿Qué hacer?  

Alguien le sugiere que intente entrar en la Fortaleza Europea por Portugal ¿Cómo?  Solicita al consulado un visado de turismo. Ok. No hay mucho tiempo, pero no se  le ocurre ninguna alternativa.  

La sorpresa es mayúscula cuando alguien le indica que los trámites se hacen por  la embajada española porque Portugal no tiene embajada allá. Desde una agencia  responsable del trámite de visados a España -previo pago- envía todo de nuevo a  la embajada que no le había permitido la entrada, pero a otra instancia. En esta  ocasión es la oficina delegada para visados la que lo tramita.  

¡¡¡Fantástico!!! Diego tiene visado para entrar. Ahora sólo hay que sacar otro billete  a falta de pocos días para la fecha de defensa. Claro que tiene que llegar a Lisboa  en vez de a Madrid. Un dineral como os podéis imaginar. Diego tiene que pedir  ayuda económica. Vamos, un crédito. La factura, que ya estaba muy por encima de  sus posibilidades en el marco anterior (“normal”), se ha vuelto imposible.  

Extenuado, humillado, dolido, consigue llegar un par de días antes de la defensa  de su tesis al despacho de su director. A ensayar. A preparar un poco la defensa. A  llorar.  

No cabe duda de que este país nuestro tiene muchas rémoras coloniales. Lo de  pedir disculpas por los desmanes llevados a cabo durante la conquista no estaría  mal, pero quizás podemos empezar por cosas más sencillas. El ministerio de  Asuntos Exteriores es, con diferencia, el ejemplo más palmario y salvaje de que las  cosas tienen que cambiar si aspiramos a una relación con el resto del planeta más  sana y decente.

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