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Es triste pedir, más triste es trabajar

Un rider (repartidor) trabaja bajo la lluvia en Sevilla, en una imagen de archivo.
17 de octubre de 2024 21:56 h

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Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero hubo un tiempo en que los pobres buscaban trabajo para salir de pobres. Los mendigos daban lástima con carteles que empezaban con “estoy en paro y tengo tres hijos…”. Los gobiernos apostaban por la “inserción laboral” contra la exclusión social. Y los liberales decían eso de “la mejor política social es crear empleo”, y que a los pobres había que darles una caña de pescar, no un kilo de pescadillas.

Por eso no se entiende bien que sigamos teniendo tantos pobres cuando el empleo bate récords, el número de parados cae a cifras históricas, la temporalidad se reduce y aumenta el salario mínimo. ¿Dónde están todos esos pobres, que no los veo?, nos preguntamos incrédulos, a la manera de aquel consejero madrileño señoritingo que hacía el gesto de buscarlos por el suelo. ¿Dónde están los millones de pobres, que no los veo? Pues muchos seguramente estarán trabajando, y por eso no los ves.

En nuestro imaginario social, el pobre sigue siendo el que pide en la calle o duerme entre cartones. Pero esa es la pobreza extrema, que por cierto sigue existiendo, solo hay que dar una vuelta por la noche por cualquier ciudad. La que no vemos es la de quien no es pobre de solemnidad, pero vive por debajo del umbral de la pobreza. Y ahí ya entrarían muchos de tus vecinos, quizás algún conocido. Tal vez tú mismo, y ni te habías planteado que puedas ser contabilizado como pobre.

El umbral de la pobreza en España está en 915 euros por persona. Si en el año la media de tus ingresos mensuales está por debajo de eso, eres pobre. No eres pobre de pedir, no al menos de pedir en la calle, pero sí de practicar otras formas de mendicidad: pedir a la familia para acabar el mes, pedir al banco para cualquier roto doméstico, o pedir ayudas sociales para no acabar en la calle. Vivir con 915 euros significa que hoy ya estás a fin de mes, y todavía quedan dos semanas por delante. Familias pobres, jubilados pobres, y por supuesto trabajadores pobres.

Según el informe que acaba de publicar Oxfam/Intermón, “Pobreza laboral: cuando trabajar no es suficiente para llegar a fin de mes”, casi tres millones de trabajadores viven por debajo del umbral de la pobreza. Pese a tener empleo. Y no hablamos de un “chapu”: puedes tener contrato, cotizaciones y nómina, y seguir siendo pobre. O ser trabajador autónomo, que es uno de los colectivos donde más cuesta sacar cabeza por encima del umbral de la pobreza. Y entre los trabajadores pobres, los más pobres como siempre son los más vulnerables en cualquier parámetro social: las personas migrantes. Esas tan rechazadas hoy, pero que siguen currando en la parte más baja del mercado laboral.

Seguramente la mayoría de esos tres millones de trabajadores pobres no piensan que son pobres. Se han acostumbrado a vivir en el alambre, salvando mes a mes con todo tipo de estrategias de supervivencia, renunciando a vacaciones y dentistas, y siempre con miedo a perder pie y caer. Hasta que un mes se te avería el coche, tienes que cambiar de nevera, te llega una multa o te retrasan un pago con el que contabas, y te pegas la hostia. Y todo sin dejar de trabajar.

Y todavía tenemos que dar gracias por tener un gobierno que, siendo muy criticable su política social (empezando por el defectuoso Ingreso Mínimo Vital), ha amortiguado el daño para muchas familias en este tiempo post-pandémico y bélico de precios disparados, sueldos bajos y vivienda inasequible. Siempre podríamos estar peor.

Total, que lo de “trabaja y saldrás de pobre” ya no funciona. Como tampoco funciona “trabaja y podrás independizarte”, “trabaja y tendrás tu propia casa”, “trabaja y sacarás adelante a tu familia”… Igual deberíamos darle una vuelta. No a la pobreza, sino al trabajo.

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