Inmovilismo político y estigmas. El debate prostitucional

Tristemente, es bien sabido que el tema de la prostitución parece un debate eterno que no cristaliza en medidas políticas concretas. 

El PSOE sostiene una postura (ética) abolicionista propugnando sanción de “clientes”, pero no dice qué pasará con las mujeres prostituidas. Es un melón que, no habiendo una única postura en el movimiento feminista, es complicado para ellos abrir (por cuestión de rédito electoral y falta de voluntad política) y, por lo tanto, sigue rodando sin que parece que vaya nunca a frenarse.

Por supuesto el tema es complejo y, por tanto, no admite soluciones fáciles o improvisadas.

Pero igualmente, hasta que el estado se atreva a sentarse a hablar con quien tiene que hablar (las afectadas directas) nunca va a proponer ninguna medida efectiva.

A nivel municipal y autonómico hay mucho que adelantar. Dese mi espacio asociativo por ejemplo, llevamos años proponiendo para mi ciudad (gallega) que la misma casa de la mujer que acoge a supervivientes de violencia machista tenga un servicio multidisciplinar de acompañamiento y asesoría para mujeres en esta situación. En el momento en el que pidan amparo deberían tener acceso inmediato a una abogada, psicóloga, trabajadora social y por supuesto el ayuntamiento, primera puerta ciudadana, debería tener ya una línea de apoyo económico para dar soporte hasta que consigan recuperar su estabilidad laboral y psíquica.

Se escudan aquí para no ponerlo en marcha en que ya hay una tramitación preferente de Ingreso Mínimo Vital para este colectivo, sin recordar que entre las graves deficiencias del instrumento, está que se dedican dos líneas al desglose de qué se considera una mujer en situación de prostitución: por lo tanto es muy complicado para las voluntarias sociales que tramitemos un IMV de urgencia, ya que ha de quedar acreditada esa situación por unas vías muy tasadas e insuficientes (en ninguna ciudad hay un “censo” realista de las mujeres prostituidas). Y, ¿cuál sería la manera exacta de una asociación o una trabajadora social para “acreditarla”? No se explica en la normativa, llena de agujeros, por tanto no hay tal trámite urgente en la práctica, y una mujer en pobreza extrema no puede esperar los ocho meses con ingresos cero que supone el plazo actual de espera para recibirlo.

Por lo tanto, la reflexión sería la siguiente: 

-Está muy bien la disquisición ética sobre lo que significa tener una sociedad en la que se ejerce y demanda la prostitución, pero las protagonistas de esta situación terrible, de esta violencia, opresión de género y de clase, son Ellas: por lo tanto, deberían ser interlocutoras en todo momento de las decisiones que se tomen a nivel normativo.

-No hay salida sin redistribución: las medidas económicas de apoyo y sostén, con la mínima burocracia posible para no machacar a estas personas, con unos plazos sensatos y recursos suficientes, son esenciales para poder empezar a pensar en soluciones. Deben recibir ingresos suficientes para una existencia vivible (nos pueden guiar el indicador Arope o Foessa), y por supuesto de fondos públicos mientras su situación no mejore.

-El enfoque debe ser multidisciplinar: La factura psicológica de esa actividad (mayoritariamente) es tan terrible que el amparo debe ser integral, en los términos o parecidos a los mencionados anteriormente.

-No debemos olvidarnos de que en el estado hay también prostitución masculina; como en la femenina, su raíz es la necesidad económica; y también hay que asegurarse de que ellos sean amparados. El colectivo LGTBIAQ+ tiene numerosos estudios sobre la situación actual de las opresiones prostitucionales dentro del colectivo gay y trans.

-Es esencial que la educación se ocupe de hacer pedagogía sobre la gravedad de este debate, su impacto en la vida diaria de tantas personas. Ocultar que existe deviene en errores, romantizaciones y excusas para mirar a otro lado y que siga siendo alegal.

- No podemos dejar de lado que sigue habiendo varias posturas sobre esto y que las mismas protagonistas están divididas entre abolicionismo, regulacionismo y pro derechos, por tanto no deberíamos silenciar ni estigmatizar a quien tenga una visión solucional que diverja de la nuestra y muchísimo menos cuando lo vive en sus carnes. 

Esta última frase la aplico a cualquier tipo de debate serio: apertura de mente, escucha activa y empatía. Y afectos, por dios, que parecemos robots a veces cuando nos ponemos a discutir sociopolítica. Hablamos de personas, tengamos respeto y querámonos más.