La política errática de Trump pone en peligro la economía mundial

“El nivel de incertidumbre al que nos enfrentamos es excepcionalmente alto”, lamentó este miércoles la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, en la vigesimoquinta conferencia 'ECB and Its Watchers' [el BCE y sus observadores, en inglés]. “Las certezas establecidas sobre el orden internacional se han visto trastocadas. [...] Hemos presenciado decisiones políticas impensables hace tan solo unos meses”, prosiguió. La agresiva política arancelaria y la patada al tablero geopolítico del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han descolocado a todas las instituciones, a los analistas y se han filtrado a los mercados financieros, donde se multiplican las señales de alarma desde las bolsas de la primera potencia mundial hasta el mercado de deuda de la Unión Europea (UE).
La economía mundial se enfrenta a su peor pesadilla: un nuevo escenario sin seguridad, ni física, ni comercial. Un contexto adverso que en su versión más extrema amenaza con redirigir y paralizar las decisiones empresariales, con provocar una nueva crisis de precios que vuelva a ahogar a las familias que lentamente se van recuperando del reciente episodio de inflación y, finalmente, con desencadenar una recesión global que conlleve la destrucción de puestos de trabajo.
“El entorno internacional presenta una extraordinaria complejidad por la confluencia de elevadas tensiones comerciales y geopolíticas y de una creciente incertidumbre sobre las políticas económicas en muchos países considerados sistémicos”, admitió este lunes Ángel Gavilán, director general del Banco de España, en la presentación de la actualización de las perspectivas económicas de la institución. Un ejercicio de expectativas que es en sí mismo una buena prueba de la elevada incertidumbre, ya que no incorpora las consecuencias de la guerra comercial, porque no se conoce “cuánto, ni cuándo, ni cómo” será el nivel de los aranceles, según señaló Ángel Gavilán.
El Banco de España sí que mostró un indicador interesante: el índice de incertidumbre de la política económica mundial que se observa en el primer gráfico de esta información, que elabora el grupo de académicos Economic Policy Uncertainty (EPU). Este índice toma el pulso de la prensa de 21 países, entre ellos España, junto al resto de grandes economías. En su última lectura, este indicador se ha disparado a máximos históricos desde que empezó a calcularse, en 1997, reflejando los titulares de dudas y riesgos que se han extendido por los principales periódicos generalistas y económicos de todo el mundo.
Este índice EPU existe también para España, y analiza el contenido de una serie de periódicos como 'El País', 'El Mundo', 'Expansión', 'ABC', 'Cinco Días', 'El Economista' y 'La Vanguardia'. De momento, este indicador de incertidumbre de nuestro país no ha alcanzado el máximo de la pandemia, aunque su último dato es del cierre de febrero. Justo antes de que Donald Trump haya elevado los aranceles a las importaciones de acero y aluminio europeos, y de que la UE haya respondido con la amenaza de más barreras comerciales, “donde duele”, según la propia Comisión Europea, a partir de abril.
“La evidencia histórica sugiere que un aumento de la incertidumbre puede tener efectos significativos sobre la actividad económica si los agentes posponen sus decisiones de consumo e inversión, lo que reduciría la demanda agregada y el avance del PIB (Producto interior bruto)”, explica Ángel Gavilán. Traducido a un lenguaje más coloquial, el economista del Banco de España advierte de que en economía las dudas son siempre un freno. Si una empresa no sabe si sus exportaciones desde España a Estados Unidos sufrirán o no aranceles puede optar por cambiar de mercado o por paralizar su actividad.
“Además, las tensiones comerciales y geopolíticas también podrían afectar a la producción al amplificar los riesgos de suministro y perturbar el funcionamiento de las cadenas globales de valor”, prosigue Ángel Gavilán. Esta parte nos suena más, porque se ha sufrido desde 2020, como consecuencia de los confinamientos y la hibernación de la actividad por la pandemia, y después por la invasión rusa de Ucrania en 2022. Ambos hechos provocaron escasez de algunos productos, una escalada de los precios de la energía y, definitivamente, una crisis de inflación sin precedentes desde los 80.
“Los efectos de la incertidumbre sobre la inflación son más inciertos y dependen, fundamentalmente, de si esta perturbación adversa incide con mayor intensidad sobre la demanda o sobre la oferta. Así, si un incremento de la incertidumbre redujera especialmente la demanda, esto tendería a moderar la inflación. En cambio, si los efectos de la incertidumbre se manifestaran de forma más intensa a través de una reducción de la oferta —por ejemplo, vía disrupciones en las cadenas de valor o incrementos de los precios de la energía—, la inflación aumentaría”, sostiene la institución.
Turbulencias en las bolsas
“El descontrol comercial de Estados Unidos va a tener efectos sobre el crecimiento económico, sin duda. Ya lo está teniendo, en las caídas de las bolsas [sobre todo de Wall Street]. No se puede ser errático a la hora de poner un arancel o no, porque el impacto es importante, económico y geopolítico. En la toma de decisiones también lo es. Muchas empresas buscarán otros mercados que sean más libres. Eso va a estimular en el caso de la Unión Europea que comerciemos más entre nosotros, y con terceros países. Esto es un problema de cierto aislamiento para el propio Estados Unidos”, reflexiona el profesor y especialista economía de la defensa de la Universidad Complutense, Antonio Fonfría.
“Vamos a tener incrementos de costes. Costes de transacción y costes económicos. Y aparecerán enormes costes de oportunidad que nos hará movernos de un mercado a otro. Solo por esas dos sumas de costes de transacción más económicos aparece el coste de oportunidad. Con lo cual yo creo que efectivamente no sé si una recesión, pero probablemente se ralentice el crecimiento económico de muchos mercados”, prosigue este experto.
Las bolsas son, efectivamente, un indicador económico adelantado bastante sofisticado. La especulación de los grandes inversores (fondos, bancos, aseguradoras...) domina en buena parte sus movimientos, y precisamente esa búsqueda de rentabilidad en el menor tiempo posible sirve para identificar el momento y la salud de ciertos sectores empresariales y de la actividad en general, aunque no se puedan sacar conclusiones consistentes a largo plazo. Por ejemplo, las acciones de las empresas europeas de defensa —Rheinmetall (Alemania), Leonardo (Italia), Indra (España), BAE Systems (Reino Unido) y Dassault Aviation (Francia)— han subido con fuerza en los últimos días ante los anuncios de un mayor gasto público de los socios de la UE en armas y seguridad. Los inversores compran estos títulos porque esperan que aumenten sus beneficios en los próximos años.
Por el contrario, el índice S&P 500, que reúne a 500 de las empresas cotizadas más grandes de Estados Unidos, ha perdido cerca de dos billones de euros en apenas una semana, como consecuencia de la incertidumbre en la que han metido a la economía norteamericana las erráticas decisiones del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump. La exuberancia de los gigantes norteamericanos se está viendo amenazada precisamente por la fragmentación de los mercados que está persiguiendo el presidente de Estados Unidos, con especial resonancia en Tesla, la multinacional de coches eléctricos de Elon Musk, uno de sus principales socios entre los magnates de la potencia mundial.
“En las últimas semanas, los mercados financieros internacionales se han mostrado particularmente sensibles a algunas sorpresas negativas registradas en los datos macroeconómicos, a la evolución de distintos conflictos geopolíticos —fundamentalmente en lo que se refiere a una eventual resolución del conflicto bélico en Ucrania— y a los numerosos anuncios vinculados a diferentes medidas en materia de política económica —singularmente, sobre aranceles en Estados Unidos y sobre la posibilidad de una mayor expansión fiscal en la UE, ligada al gasto en defensa—. Todo ello ha generado, en época reciente, una cierta volatilidad en los mercados”, analiza el Banco de España.
Las turbulencias no se han quedado solo en las bolsas. El interés que exige los inversores a la deuda de Estados Unidos ha aumentado en los últimos días, y también el de los bonos de Alemania, de Francia, de España... Los costes de financiación de los países se está incrementando, de nuevo en un momento crítico.
“A diferencia de otras inversiones, como las destinadas a las transiciones ecológica y digital, en las que la mayor parte de la financiación deberá proceder del sector privado, las inversiones en defensa serán financiadas predominantemente por el sector público. Los mercados financieros son muy conscientes de ello, lo que explica la fuerte subida de los rendimientos de los bonos soberanos esta semana, tras el anuncio de Alemania de avanzar en un programa de gasto masivo que incluye inversiones militares”, apunta Judith Arnal, investigadora del Real Instituto Elcano y del Centro de Estudios Políticos Europeos.
“La Comisión Europea ha respondido anunciando una relajación de las normas fiscales de la UE y hasta 150.000 millones de euros en préstamos para apoyar nuevas inversiones en defensa. Sin embargo, este enfoque beneficia principalmente a Alemania —probablemente un factor clave detrás de las fuertes subidas de las acciones de Rheinmetall en las últimas semanas—, mientras que también se requiere un mayor gasto de otros países grandes, pero muy endeudados, como Francia, Italia y España”, añade esta economista.
Qué dice la 'Casandra financiera'
De vuelta en Estados Unidos, hay que vigilar a la conocida en la jerga de los mercados como “la curva de tipos”, una especie de 'Casandra financiera'. Este indicador adelantado del ciclo económico es el diferencial entre el tipo de interés de la deuda de referencia de una región o país (la eurozona o Estados Unidos) a largo plazo y el tipo de interés de la misma deuda a corto plazo. Más concretamente, entre el tipo de interés que ofrece el bono con vencimiento a 10 años y el tipo de interés del bono a 2 años.
En condiciones normales de crecimiento económico este diferencial debe ser positivo. Es decir, el tipo de interés que los inversores exigen al bono de deuda a 10 años de Estados Unidos o de Alemania (considerados los mejores pagadores entre las principales economías occidentales y, por lo tanto, libres de riesgo) debe ser mayor al tipo de interés que estos países tienen que pagar para endeudarse a 2 años.
Actualmente, el tipo de interés del bono estadounidense a 10 años es del 4,3% y el de su bono a 2 años del 4%, por lo que la curva de tipos (el diferencial, en el último gráfico de esta información) está en positivo, en 0,3 puntos porcentuales. Este nivel respondería a una situación normal, en la que los inversores piden un mayor interés a Estados Unidos por endeudarse a largo plazo que a corto, simplemente porque va a tardar más en devolver el dinero y porque existen unas expectativas de estabilidad en el crecimiento, la inflación y la política monetaria.
Por el contrario, si esta curva se invierte —es decir, si el diferencial entre el tipo de interés a 10 años y el tipo de interés a 2 años pasa a ser negativo—, las expectativas que está reflejando son de recesión y problemas inminentes. En la práctica, lo que una curva de tipos negativa muestra es que el tipo de interés del bono de deuda a 2 años es más alto que el tipo de interés del bono a 10 años de una región o un país concretos. Una anomalía que responde a que los inversores están comprando más deuda a largo plazo que a corto. Una tendencia que desvela la preocupación por la marcha de la economía en los siguientes años.
Desde 2022, y durante meses, está curva ha estado en negativo a uno y otro lado del Atlántico por la amenaza de que las subidas de los tipos de interés de los bancos centrales (la Reserva Federal en Estados Unidos) ahogaran a la economía, a las familias y a las empresas, y provocaran una recesión. Ahora, el rumbo de la política monetaria, que, desde hace aproximadamente un año, ha ido abaratando poco a poco los préstamos y las hipotecas (más intensamente el BCE en la eurozona) está en el aire.
“Con todo, el escenario central del consenso de los analistas sigue apuntando, por el momento, a que el PIB mundial mantendrá tasas de crecimiento razonablemente robustas en los próximos trimestres y a que proseguirá el proceso de desinflación global”, concluye el Banco de España.
37