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Ojalá tú también
Debo confesar que mi vida es una pasada.
Puedo disfrutar y disfruto de todos los placeres que considero convenientes en cada momento, con todas y cada una de mis necesidades perfectamente cubiertas.
En las paredes de las casas que poseo se pueden ver cuadros de Picasso, Andy Warhol, Keith Haring o, incluso en una de ellas, de Alberto Giacometti. Ahora persigo una obra de Ai Weiwei y otra de Damien Hirst, a quienes tengo el privilegio de conocer personalmente.
Por supuesto el mobiliario de esas casas está diseñado por Charles y Ray Eames, Eileen Grey, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Alvar y Aino Aalto, Zaha Hadid o Philippe Starck, entre otros. Creo que mi pieza favorita es la Lounge Chair y Ottoman de los Eames por su magnífica relación de confort, elegancia, austeridad y sencillez.
Más allá de estos nombres, lo realmente importante es que puedo beneficiarme de la calidad de los materiales y acabados, de la energía que transmiten todos estos elementos cuando te rodean; creo que es un auténtico placer para los sentidos y para el espíritu, y ahora puedo afirmar categóricamente que mi calidad de vida ha aumentado exponencialmente desde que mi día a día está exento de preocupaciones, de estrés tóxico, de ese tipo de malestar e inquietud que te consume y nunca se acaba. Si alguna vez has vivido ese caos cotidiano, si alguna vez has sido parte de una cadena alienada de sujetos anónimos, sabrás a qué me refiero.
Y todo esto, también puedo confesar, es fruto de un trabajo duro y constante, pero también de una ética y moral inquebrantables.
Las más de 20 personas que trabajan directamente para mí, además de los propios empleados de mis empresas, tienen sueldos anuales de seis y siete cifras aparte de ser dueños de sus propias empresas. A su vez, mi personal tiene a su cargo personal que hace las mismas tareas que ellos realizan para mí. Y estos últimos, me consta, también tienen el mismo tipo de salario y negocios. Creo que está realidad no acaba nunca y que aunque siguiéramos buceando entre el personal de mi personal, encontraríamos las mismas circunstancias. En resumen, miles de personas que viven sus vidas sin la presión del tiempo, sin la constante obligación de llevar a cabo acciones sin demasiado valor aparente pero que requieren un consumo de energía enorme.
No se trata de que me levante a las 11 de la mañana y solo me dedique a pasear o conversar con mis colegas. Como he dicho, esta vida es fruto del trabajo duro. Sin embargo, siento que en mí ya no habita la incertidumbre, la precariedad, el malestar por las cosas que se rompen a los pocos usos, la incomodidad de una ropa que no te sienta bien; todo a mi alrededor huele de maravilla y tiene buen aspecto; siempre hay leche en la despensa, o papel higiénico; no tengo platos descascarillados porque enseguida son reemplazados por uno nuevo si se estropean y mis propias plantas de gestión de residuos y reciclaje me permiten vivir con unos niveles de contaminación considerablemente bajos.
Tampoco es cuestión de malgastar los recursos económicos. No compro compulsivamente en Shein o Aliexpres. De hecho, no tengo cuenta en Amazon porque cuento con un asesoramiento personalizado y directo que me recomienda los productos que realmente necesito cuando los necesito. Dada la calidad de todo lo que compro, me reúno con mis asesores solo dos veces al año para definir el calendario de reemplazos según la duración y estado de mis pertenencias.
Dicho esto, ojalá tú también te encuentres en la misma situación. Ojalá puedas disfrutar de tu tiempo con plena libertad, sin convertirte en una lista de tareas interminable. «El tiempo no es oro, el tiempo es vida», decía José Luis Sampedro. Y si es así, si tú y tú y tú y todos vivimos de esta manera, ¡qué alegría tan inmensa! El fin de la pobreza habrá llegado y esto significará que hemos conseguido un sistema sostenible, que vivimos en una sociedad rica en empatía, solidaridad y regulada emocionalmente. Si esto es así será porque nos habremos organizado para acabar con el hambre, con las guerras, con los problemas de salud mental, con la condición del trabajo como único propósito y quehacer en la vida. Si esto es así, será porque hemos aprendido de nuestros errores en el pasado, porque hemos erradicado conductas xenófobas, homófobas, racistas y machistas. Si esto es así, será porque la única supremacía que practicamos es la del bien común.
Ojalá tú también.
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