Cuando Joe Biden apoyó a Kamala Harris como candidata para la elección presidencial de Estados Unidos, muchos temieron que el votante promedio no apoyaría a una mujer de color. Estos temores se basan en la histórica subrepresentación de mujeres y personas de color en la política. Sin embargo, investigaciones recientes, entre las que incluyo las mías propias, sugieren que estos temores pueden ser más un reflejo del pasado que del presente. Si bien la vigilancia sigue siendo necesaria, podríamos estar presenciando un cambio positivo en las actitudes de los votantes, lo que podría allanar el camino hacia una representación más diversa en los cargos políticos.
¿Demografía o polarización?: la evidencia
Mi análisis sintetiza 43 estudios en todo el mundo, aunque principalmente en los Estados Unidos combinando más de 300.000 experimentos con candidatos. Contra las expectativas iniciales, las conclusiones son ampliamente optimistas. Los datos muestran que los políticos de color son evaluados de la misma forma que los blancos. Es decir, no es cierto que, en promedio, los votantes penalicen a los candidatos de color frente a los blancos. La raza ya no es el obstáculo para el éxito político que una vez fue.
Los prejuicios sobre el efecto de que los candidatos sean hombre o mujer tampoco se sostienen. En un análisis de los resultados de 67 estudios a nivel mundial, Susanne Schwarz y Alexander Coppock concluyen que ser una candidata mujer confiere una ventaja de aproximadamente 2 puntos porcentuales en la intención de voto. Al menos en los experimentos diseñados para conocer si hay efectos electorales del perfil socio-demográfico de los candidatos queda claro que los prejuicios de los votantes contra las mujeres están disminuyendo.
Otro estudio reciente de Anna Weissman demuestra que en los Estados Unidos la identidad partidista juega ahora un papel más significativo que la demografía personal en la formación de las actitudes de los votantes hacia los candidatos. Su análisis de los datos desde 2008 hasta 2020 explica cómo los demócratas, tanto blancos como negros, hombres y mujeres, evalúan cada vez más a representantes de grupos históricamente marginados de manera más positiva, mientras que la aprobación de los republicanos está ya desvinculada de la identidad del candidato.
En definitiva, la evidencia empírica acumulada en los últimos años demuestra que, a menudo, tenemos ideas desfasadas sobre los votantes.
Implicaciones para Harris
Kamala Harris también tiene el potencial de beneficiarse del voto de grupo, fenómeno que hace a los votantes más propensos a apoyar a candidatos que comparten su mismo perfil racial o étnico. Para empezar, tanto hombres como mujeres son más propensos a votar por mujeres, pero esta propensión es algo más fuerte entre ellas que entre los varones. De la misma forma, los votantes negros, latinos y asiáticos son más propensos a votar por candidatos de su propio grupo étnico. Pero además los votantes blancos ya no muestran una preferencia similar por los políticos blancos. Por eso, Harris podría tener una ventaja entre los votantes de minorías que resultara decisiva en una contienda cerrada.
Curiosamente, este patrón de voto de grupo no es tan pronunciado en Europa. Aquí, el único favoritismo comparable entre grupos se observa entre los musulmanes en los Países Bajos y, en menor medida, en Alemania. En Francia, esta tendencia es casi inexistente. En Europa, los votantes con antecedentes migratorios son incluso significativamente más propensos a votar por políticos sin antecedentes migratorios: favoritismo fuera del grupo. Esta diferencia a destaca las dinámicas únicas de raza y etnicidad en el contexto político de Estados Unidos.
A pesar de estas prometedoras tendencias, las mujeres de color, aún enfrentan obstáculos significativos dentro de sus propios partidos. Regina Bateson de la Universidad de Ottawa ha identificado procesos de “discriminación estratégica” en los que los responsables dentro de los partidos desarrollan comportamientos discriminatorios no porque ellos mismos tengan prejuicios, sino porque creen que otros los tienen. Sus experimentos revelan que incluso las mujeres de color altamente cualificadas a menudo son consideradas menos elegibles que sus compañeros blancos dentro de su partido. La paradoja es que, aunque los votantes están listos para aceptar candidatos diversos, los responsables dentro de los partidos siguen siendo una barrera significativa al crecimiento de la diversidad entre los candidatos finalmente presentados a la carrera electoral.
¿Y qué pasa en Europa?
En otros trabajos, yo misma he confirmado conclusiones similares sobre políticos musulmanes en países europeos. Los responsables de los partidos a menudo temen que los votantes estereotipen a los candidatos musulmanes como conservadores en temas como la homosexualidad. Sin embargo, mi investigación muestra que las expectativas de los votantes son más complejas y matizadas. Son en realidad los responsables de los partidos los que presuponen actitudes negativas hacia este perfil de candidatos más que los propios votantes. Esto apunta aún más al papel de los responsables de los partidos para explicar por qué la subrepresentación persiste.
En resumen…
Ahora que sabemos que el reto está en las dinámicas internas de los partidos, más que en los prejuicios de los votantes, las estrategias de lucha contra la discriminación en política deberían reenfocarse. Superar los prejuicios de los responsables de los partidos requiere mucho más que la difusión de la evidencia académica. Los resultados que obtenga Kamala Harris en las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos podrían ayudar a consolidar, por fin, este mensaje. Si ganara la presidencia, no solo rompería un techo de cristal simbólico, sino que también serviría como una poderosa señal tanto para los votantes como para los responsables de los partidos. Esto ayudaría a desmantelar las barreras restantes y a crear un panorama político donde la diversidad no solo sea aceptada, sino esperada.
En conclusión, aunque las preocupaciones sobre el sesgo de los votantes contra las mujeres y las personas de color pueden haber estado justificadas en el pasado, la investigación actual ofrece razones para un optimismo cauteloso. Las preferencias de los votantes han evolucionado, con un apoyo creciente hacia las mujeres y una reducción en el sesgo racial en las evaluaciones de candidatos. Sin embargo, los responsables dentro de los partidos y el establishment político en general también deben evolucionar para reflejar estos cambios en las actitudes. La candidatura de Kamala Harris tiene el potencial de ser un catalizador para este cambio, demostrando que los candidatos diversos pueden tener éxito y allanando el camino hacia un futuro político más inclusivo.
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