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Una riada feminista para frenar a la extrema derecha

“Están resurgiendo movimientos que nos reducen a mucho menos que personas, es un momento en el que hay que decir '¡Ni hablar!'”. El diagnóstico es de una mujer vestida de violeta que aguarda a que comience un acto del 8M en Madrid, pero resume el sentir de cientos de miles, las que otra vez este viernes salieron a la calle en otra demostración de fuerza del feminismo en toda España.

Si la convocatoria de 2018 se reveló como un auténtico estallido por la igualdad y los derechos de las mujeres, este 8M ha supuesto la consolidación de aquel impulso para hacer frente a nuevos retos que el año pasado no estaban. O al menos, no con la misma fuerza: la lucha contra el auge de la extrema derecha que amenaza no solo con frenar la conquista de nuevos derechos, sino con volver a atrás algunas de las conquistas históricas del movimiento.

El 8M del 2018 entró en la Historia. La participación en las marchas se volvió multitudinaria y para las hemerotecas quedó la primera huelga de mujeres en España. Semejante movilización colocó la lucha por la igualdad y los derechos de la mujer en el primer plano de la agenda política, obligó a introducir el feminismo en los discursos públicos y arrojó perspectiva de género en ámbitos tradicionalmente masculinos. Han cambiado algunas cosas desde hace un año, no todas a mejor.

La moción de censura contra el Ejecutivo de Rajoy ha dado como resultado un Gobierno con mayoría de mujeres en el Consejo de Ministros, pero con una debilidad parlamentaria que le ha impedido sacar adelante sus iniciativas más ambiciosas. La fundamental, los Presupuestos que el propio Gobierno de Sánchez llamó “cuentas feministas”. Desde aquel estallido de dignidad y colorido en las calles de 2018 que siguió la estela al fenómeno Me Too y con detonantes más cercanos como la controvertida sentencia de La Manada, ha habido también movimientos reactivos.

La extrema derecha, que apenas había logrado un puñado de concejales en ayuntamientos sueltos, se ha abierto paso en las instituciones de forma triunfal con 12 diputados que ya condicionan gobiernos, el primero en la Junta de Andalucía. Y el discurso contra las mujeres de Vox ha arrastrado a partidos que necesitan de sus votos para gobernar y que estaban en los consensos de mínimos sobre políticas feministas. A las puertas de un ciclo electoral que lo decidirá todo en España, Vox amenaza ahora con convertirse en una fuerza decisiva para configurar el Gobierno de España y después en las autonomías y ayuntamientos.

Y a los primeros comicios convocados, las generales del 28A, los cuatro grandes partidos –por supuesto también la extrema derecha de Vox– llevan en la cabeza de sus carteles caras de hombres.

La segunda edición del 8M multitudinario ha repetido el llamamiento a las mujeres para que salgan a las calles a defender sus derechos e incluso sus vidas. Y el seguimiento ha sido desigual: la universidad ha parado, pero la convocatoria apenas ha tenido seguimiento en el comercio y los transportes. El Parlamento vasco ha tenido que suspender el Pleno por falta de quorum por primera vez.

Piquetes informativos han recorrido las calles más turísticas de la capital. En las plazas se han montado asambleas políticas y picnics familiares. Pero la barbarie no atiende a comunicados o convocatorias y antes de la hora de comer ya había noticias de otro crimen machista: un hombre de 80 años en Madrid que disparó a su mujer con una escopeta de caza y después se suicidó.

Como en 2018, también este viernes ha habido un nuevo llamamiento a una huelga de mujeres que no sea solo laboral –también de cuidados– para mostrar que cuando la mitad de la sociedad se para, se paraliza todo.

Pocos comercios cerrados

Esta edición ha amanecido con menos comercios cerrados que hace un año. El paseo por una calle comercial del norte de Madrid a primera hora deparaba normalidad: tiendas abiertas, incluso algunas de las que el pasado año dejaron bajada la verja. En un comercio de ropa su dueña no ha acudido a trabajar y en su lugar un hombre levanta la persiana metálica del negocio. En la terraza del bar de la esquina desayunan algunos clientes atendidos por la camarera de siempre. En el bajo de una cadena de peluquerías con nombre de hombre cortan el pelo varias peluqueras alineadas ante los espejos. Cuando se les pregunta la razón para no parar, siguen a lo suyo: “Perdona, es que nos pillas liadas aquí trabajando”.

De camino al centro de Madrid aumentan los comercios cerrados, que siguen siendo minoría. Un local de estética ha amanecido cerrado, pero sin la reja, para que se puedan leer los carteles de su escaparate: “Sororidad”, “no es no”, “igualdad”, palabras impresas en cartulinas violetas junto a mensajes tachados como “patriarcado” o “ella se lo ha buscado”.

En el Metro viajan menos pasajeros de lo habitual, pero en la superficie el asfalto sigue abarrotado de coches. Entre la caravana se cuelan a toda velocidad por el carril izquierdo dos mujeres sobre una bicicleta con banderas violetas. En el otro extremo de la calle dos hombres en una furgoneta blanca bajan la ventanilla para dirigirse a una joven en ropa deportiva: con tono cantarín repiten “hola” un par de veces. Ella no lo escucha, o hace como que no ha oído nada y sigue adelante sin cambiar el gesto. El machismo tampoco sabe de servicios mínimos.

En un pequeño supermercado de la zona atiende una única cajera, que decide no responder a si está solo ella porque sus compañeras sí han parado. En los pasillos una fila de mujeres arrastran cestas de la compra como cualquier día. Tras el mostrador, en la tintorería de la misma calle, una dependienta atiende a una mujer que le ha llevado 10 camisas de hombre y que recoge otras 10. En la puerta hay un anuncio -“Tú vive, nosotros lavamos por ti”- junto a la foto de un hombre en camisa y pantalón de traje que se plancha una americana.

“Creo que los derechos no se ganan con una huelga, se ganan con argumentos”, dice Mariana, dentro de la tintorería. Piensa estar seguro en la manifestación de la tarde cuando salga, “para ver el ambiente”. Entre sus argumentos para no secundar el paro cuela críticas al Gobierno: “No me parece bien que ellos impulsen las protestas, son ellos quienes no dan oportunidades a las mujeres”.

El Gobierno no ha hecho huelga. La ministra portavoz, Isabel Celaá, y la titular de Trabajo, Magdalena Valerio, han comparecido en la rueda de prensa del Consejo de Ministros. El Ejecutivo “no tienen reconocido” el derecho de huelga, ha dicho Valerio.

El Gabinete de Pedro Sánchez no se ha programado más eventos para este viernes. Y, por la tarde, recordando viejos tiempos, la mayoría de las ministras socialistas se ha colocado tras la pancarta en Madrid: de la vicepresidenta Carmen Calvo, responsable de Igualdad, a los perfiles más técnicos como Nadia Calviño, pasando por Reyes Maroto, Dolores Delgado, Magdalena Valerio, la portavoz Isabel Celáa, María Luisa Carcedo, junto a la esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez y la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra.

“Qué guay que hoy venís de morado”

Aunque en los comercios no se hayan notado mucho los efectos del llamamiento a la huelga y esta vez no pueda decirse que el país haya parado, hay otros ámbitos en los que sí se ha notado, fundamentalmente en la educación, desde la escuela infantil a la universidad.

A una escuela infantil en el este de Madrid solo han ido a trabajar las convocadas para servicios mínimos. “Hago huelga para visibilizar y reivindicar un trabajo de cuidados y feminizado como es el nuestro. Un trabajo que nunca ha sido valorado ni respetado”, comenta una de las profesoras que se ha ausentado. Otra replica que le gustaría que el 8M sirviese para que las niñas que cada día educan en sus aulas “no sientan miedo ni desigualdad cuando crezcan, porque se lucha por las mujeres de hoy y por las del mañana”.

Las profesoras que sí han ido al centro hacen recuento de niños: de los casi 100 que hay habitualmente han ido 57. Este viernes todos comparten el mismo espacio, desde los bebés hasta los de 3 años. “La palabra feminismo genera rechazo cuando en realidad no se sabe qué es el feminismo”, dice una de las educadoras del centro que, aunque quería hacer huelga, estaba incluida en los servicios mínimos. “Al final el desconocimiento crea rechazo y cuando este tipo de movimientos alzan la voz, se manifiestan y reclaman sus derechos, se genera un rechazo, como el típico calladita estás mejor”, añade.

Las maestras comentan que los padres que han aparecido apenas les han hecho algún comentario sobre los paros. “Que guay que hoy venís de morado”, ha dicho uno antes de dejar a su hija a cargo de las profesoras.

Menos huelga pero más organización

A mediodía las calles comienzan a llenarse de mujeres con ropa violeta y carteles sobre el 8M. Dos de ellas, Mari y Gloria, están sentadas en el banco de una plaza a la espera de que se lea un manifiesto. “Está la gente menos caliente este año porque antes de la otra manifestación fue lo de La Manada, pero también tiene que ver con los círculos en los que te muevas”, dice Mari. Gloria dice que la movilización de este año es más necesaria porque “están resurgiendo movimientos que nos reducen a mucho menos que personas, es un momento en el que hay que decir 'Ni hablar!'”. Mari menciona a Vox, un partido que ha puesto en peligro derechos ya conseguidos: “Quieren que vayamos para atrás”.

En la Plaza del 2 de Mayo cientos de personas se congregan para escuchar la lectura del manifiesto oficial de la convocatoria. Varias mujeres van leyendo fragmentos y la última arranca el aplauso de los presentes al destacar que hay mucha más gente que el año pasado. “Este año nos hemos organizado mucho mejor” cuenta una joven que ha ido al acto con sus amigas. Aunque no haya tanta gente que ha secundado la huelga, ha habido más interés por parte de mujeres que el año pasado no asistieron al 8M, cuenta.

Otra de las integrantes del grupo da sus razones que le han llevado allí. “Tenemos un partido, que es Vox, que nos está amenazando, amenaza nuestros derechos. Bueno, en realidad también están Pablo Casado y Albert Rivera. Son los tres motivos para salir a las calles”. Una tercera apunta que algunas de sus compañeras de trabajo han aludido a esas mismas razones para secundar la huelga.

Es el hilo conductor de los mensajes en pancartas, en camisetas y discursos este 8M. El auge de la extrema derecha representado por Vox, que ha logrado atraer al PP a algunas de sus posiciones. Que el feminismo ya no se puede ignorar lo evidencian las respuestas de los partidos.

El nuevo líder de los populares, Pablo Casado, ha combinado estos últimos días supuestos guiños hacia el feminismo con propuestas como revisar la actual ley del aborto. Su partido anunció primero que acudiría a la marcha de este viernes pero reculó a última hora aludiendo a la textualidad de un manifiesto que se conoce desde hace semanas.

Ciudadanos ha tenido que improvisar un nuevo término para usarlo como paraguas de propuestas que no tienen cabida en el feminismo tradicional, como las que piden regular la gestación subrogada y la prostitución. Igual que el año pasado Inés Arrimadas estuvo presente en la marcha y clamó contra los que “quieren hacer del feminismo su cortijo” y a favor del “feminismo moderno que no cambia palabras sino políticas”. A pesar del gran estallido social que supuso el 8M de 2018 la derecha sigue buscando su sitio en el movimiento feminista.

Y el grupo ultra Hazte Oír ha pagado páginas de publicidad en algunos periódicos para marcar el rumbo al trío de la foto de Colón. “Casado, Rivera, Abascal, derogad las leyes de género”, se lee en el anuncio.

Algunas acciones reivindicativas han ido dirigidas específicamente a ellos, como el “fachitour” que ha programado paradas para protestar ante las sedes de PP, de Vox y también de Ciudadanos. Casado ha tenido que trasladar las declaraciones que tenía previstas en Castellón de la calle a un edificio por la protesta de un grupo de mujeres. El dirigente que hace unas semanas aseguró que las mujeres debían saber lo que llevan dentro en unas polémicas declaraciones sobre el aborto, aprovechó enseguida para vincular las protestas contra él con “la izquierda radical”.

A las 13.00 horas en la plaza del Museo Reina Sofía el ambiente es mucho más ruidoso que en el resto de la ciudad. Allí se ha convocado la lectura del manifiesto “Las comunicadoras paramos”, que engloba a profesionales de la información y de la comunicación, uno de los motores de la marcha ya desde el año pasado con una huelga que dejó prácticamente sin presencia femenina los grandes medios de comunicación.

También en 2019 ha habido un seguimiento masivo, deslucido si acaso por los rostros más conocidos de la televisión que esta vez sí han presentado sus programas e informativos, a diferencia de lo que ocurrió hace un año. Ana Rosa Quintana y Susana Grisso, las dueñas de las mañanas televisivas, sí se sentaron ante las cámaras. Igual que Ana Blanco que lució de violeta en el telediario de La 1.

A pesar de las ausencias, el de las comunicadoras es el acto más multitudinario a mitad de jornada. Tras la lectura del manifiesto arrancan los primeros gritos de “huelga general” y comienza a calentarse el ambiente para la gran marcha de por la tarde. Un grupo de mujeres de mediana edad que han acudido a la concentración destacan el empuje de las más jóvenes: “A mí con 15 años todo esto me importaba una mierda, y ahora ellas están muy implicadas”.

El resto del día transcurre entre diversas convocatorias para entretener la espera hasta las grandes manifestaciones de la tarde. En total se han programado 1.400 actos por todo el país. En el centro de Madrid cantantes como Rozalén y Brisa Fenoy, siempre involucradas con la causa, improvisan conciertos reivindicativos y hay puntos de cuidados donde voluntarios cuidan a los hijos de las mujeres que no tienen con quien dejarlos.

En Valencia ha habido protestas a la puerta del CIE de Zapadores, las estudiantes han recorrido las calles de Madrid, Barcelona y abarrotado Zaragoza. En Bilbao, frente a la fachada del Ayuntamiento se han vuelto a concentrar miles de manifestantes. Según UGT, seis millones de personas han secundado la huelga.

“Voz y no Vox”

Al última hora del día, riadas de gente –sobre todo mujeres pero también hombres–, por las principales avenidas de las capitales. En Madrid la Policía ha calculado 350.000 personas, el doble que el año pasado y siete veces más que las que las tres derechas reunieron en Colón hace unas semanas. En Barcelona la Guardia Urbana apunta otras 200.000. Y cientos de miles más se reparten por las avenidas de las principales capitales.

La de Madrid es la que ha concentrado mayor asistencia y también la más fotogénica de todas. Grupos de mujeres venidas de todos los puntos de la ciudad se han juntado entre la Plaza de Neptuno y Atocha para marchar hacia Plaza de España. Antes de empezar la marcha la Plaza de Cibeles estaba a rebosar. Miles de mujeres han abarrotado el Paseo del Prado, la Castellana y Gran Vía. Entre las pancartas, como el resto del día, mensajes contra la extrema derecha: “Voz y no Vox”, “Stop políticos misóginos” o “Vamos a quemar el trifachito”.

La gigantesca marcha ha combinado el ambiente festivo y los cánticos contra quienes quieren acabar con los derechos ya consolidados. El sentir general denotaba que este 8M no se trata únicamente de hacer una nueva demostración de poder. Cientos de miles de mujeres buscan ser más que un torrente que inunda las calles con sus reivindicaciones, el muro que frene a quienes tratan de retroceder en las políticas de igualdad.