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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

El Gobierno vuelve a tratar de reconciliarse con Cataluña

Luz Sanchis

Los problemas entre los dirigentes catalanes y el equipo de Mariano Rajoy vienen de antiguo. De hecho, desde que era líder de la oposición. Periódicamente, los conservadores han tratado de compensar el desinterés o el enfrentamiento directo con etapas de buenos propósitos destinadas a recuperar un diálogo casi inexistente. Así, después de una primera legislatura con tensiones continuas y enfrentamientos a golpe de recurso en el Tribunal Constitucional, el Ejecutivo se muestra dispuesto a acercar algunas posturas.

La estrategia de intentar convencer a los catalanes con mensajes positivos puso a toda la cúpula del PP a hablar catalán hace poco más de un año. Con ocasión de las últimas elecciones autonómicas catalanas, el 27 de septiembre de 2015, sus dirigentes grabaron vídeos dentro de la campaña “Units Guanyem. Plantem Cara” (Unidos ganamos. Plantemos cara) de apoyo a Xavier Garcia Albiol.

Soraya Sáenz de Santamaría es la embajadora del Gobierno central desde que su jefe compensó la pérdida de la portavocía con el encargo de tutelar todo lo referente a la Administración Territorial. Su futura presencia en Barcelona, con despacho propio en la Delegación del Gobierno que lleva el exdirigente del PP catalán, Enric Millo. El recurso que los conservadores interpusieron contra el Estatut en el año 2007 también llevaba la firma. 

La periodicidad de sus viajes y los contactos establecidos tanto con miembros de la sociedad civil como con representantes de los partidos políticos no ha conseguido aún frutos. Lo que sí se admite es un cambio de actitud que han celebrado, por ejemplo, Miquel Iceta e Inés Arrimadas, los últimos en reunirse con ella la pasada semana. También está pendiente la reunión con Oriol Junqueras y un encuentro entre Rajoy y Puigdemont.

La número dos del Gobierno, abogada del Estado y diseñadora de la pelea jurídica que ha enfrentado a ambas administraciones durante los últimos cinco años, desliza ahora promesas de “estudiar algunos recursos”. La técnica también ha permitido ir acercando posturas con los nacionalistas vascos, que exigen que no se presente recurso contra cada nueva ley vasca que apruebe el Gobierno de Iñigo Urkullu si Rajoy quiere a cambio los cinco votos de sus diputados en el Congreso

Del pacto del Majestic a la mayoría absoluta

La pérdida de la mayoría absoluta obliga a Rajoy a buscar acuerdos con los nacionalistas tras largos años de guerra sin cuartel contra todo lo que se apartara de la unidad de España. Esta nueva etapa en la que los conservadores tratan de hacer de la necesidad virtud recuerda a la primera legislatura de José María Aznar.

La cesión de competencias y el anuncio de inversiones millonarias hizo posible el apoyo de la Generalitat que gobernaba Jordi Pujol al Gobierno de Aznar, lo que llevó al expresidente a llegar a afirmar que hablaba catalán en ocasiones aunque siempre en la intimidad. 

Los altibajos de los de Rajoy en su relación con Cataluña han provocado situaciones tan dispares como la recogida de firmas contra el Estatut que Cataluña aprobó en 2006, que desembocarían en un recurso. Los dirigentes del PP de entonces que posaron ante el Constitucional tras registrarlo fueron Federico Trillo y Sáenz de Santamaría.

Las acusaciones de catalanofobia llevaron a los conservadores a tratar de sacudirse esa etiqueta con campañas en las que se lanzaron a hablar catalán. Fue la época de “los catalanes son emprendedores y ... hacen cosas”, en palabras de Rajoy, o de los vídeos en los que los dirigentes del PP intentaban demostrar lo mucho que les gustaba Cataluña con emotivos recuerdos de cenas con “pa amb tomàquet”.

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