Susana Díaz se hace con el control de un PSOE destrozado
El sector del PSOE liderado por Susana Díaz se ha hecho con el control de un partido que, durante esta última semana, se ha roto en una guerra interna que ha culminado en una jornada caótica y en una batalla política y burocrática en el Comité Federal.
Pedro Sánchez, hasta ahora secretario general, ha caído en una votación de 15 minutos pero tras once horas de un “intenso” y “acalorado” pulso entre sus afines y sus críticos, que finalmente han conseguido derrocarle. Sánchez ha anunciado su dimisión ante sus compañeros nada más perder por 25 votos frente al sector encabezado por Díaz y otros barones del partido.
“Ha sido un orgullo y un honor, y anuncio mi dimisión”, han sido sus palabras después de la votación. Pero hasta ese momento había intentado resistir en la guerra de desgaste que se desató en el Comité Federal.
Lo que se votó finalmente fue la convocatoria de un congreso extraordinario que era, a juicio de los afines a Sánchez, el paso que debía darse tras la dimisión este miércoles de 17 miembros de la Ejecutiva Federal, que dejó al organismo con menos de la mitad de sus componentes. Sánchez trató de vincular esa decisión a un debate “político”: redujo el conflicto a un sí a la gestora que conllevaría a una abstención para que gobierne Mariano Rajoy o un sí a la celebración de un congreso extraordinario con primarias el 23 de octubre al que se presentaría para seguir defendiendo el no al PP.
Sánchez perdió esa votación por 132 contra 107: “El resultado ha sido adverso y, por tanto, he anunciado mi dimisión y la de la Comisión Ejecutiva Federal”, según ha dicho en su última comparecencia de prensa sin preguntas.
Esa ha sido la resolución a un conflicto que se ha ido enquistando durante meses y ha estallado esta semana. El punto álgido al enfrentamiento entre Ferraz y la mayoría de los barones se produjo el miércoles, con las dimisiones en bloque. Los dimisionarios dejaron de reconocer a la dirección, mientras que Sánchez y sus afines sostenían que estaban legitimados para convocar al Comité Federal para la celebración de un Congreso.
Los “puentes” han llegado completamente “rotos” a la reunión del Comité Federal de este sábado. Los dos sectores se han enrocado durante todo el día en sus posiciones. Estaban convocados a las 9 de la mañana, pero los críticos no reconocían el orden del día planteado por Sánchez. Han sido los miembros de la mesa del Comité Federal -Verónica Pérez, Rodolfo Ares y Nuria Marín- los que han pilotado las negociaciones.
Caos en Ferraz
El caos ha protagonizado la jornada, que ha comenzado con el pulso sobre permitir o no el voto en esta reunión a los miembros de la dirección que permanecieron leales a Sánchez. Hasta las 13 horas no se ha constituido formalmente el órgano. Al hacerlo, se han reconocido 253 acreditados, entre ellos Sánchez y los miembros de la Ejecutiva. Era la primera victoria para el ahora exsecretario general.
Pero no era la batalla definitiva. La siguiente discusión era el orden del día. Los críticos se negaban a votar la convocatoria de un congreso extraordinario. Consideraban que, ante la falta de entendimiento, era necesario alcanzar un consenso, para lo que han invocado a la Comisión Federal de Ética y Garantías.
Los miembros de la mesa han dejado claro ante el resto de miembros del Comité Federal sus discrepancias incluso sobre quién tenía que tomar la palabra. La presidenta, Verónica Pérez, ha empezado hablar para defender su propuesta de que fuera la Comisión de Garantías quien se pronunciara sobre el conflicto, pero “le han bajado el volumen”, según fuentes presentes en la reunión. En ese momento, Rodolfo Ares ha reclamado tener la mayoría en la mesa y ha comenzado a hablar, pero Pérez le ha quitado el micrófono. Ares se ha puesto en pie y se ha dirigido al atril.
Tras el rifirrafe, Sánchez ha tomado la palabra para lanzar una propuesta: readmitir a los miembros de la Ejecutiva Federal dimitidos, celebrar una reunión el lunes y convocar un nuevo Comité Federal que reconocieran todas las partes una semana después. En la Ejecutiva, Sánchez tendría mayoría, pírrica, pero mayoría.
El presidente aragonés, Javier Lambán, se ha enfrentado directamente a Sánchez: “No eres secretario general”, le ha espetado. Susana Díaz también ha defendido que debía votarse la resolución que tres miembros críticos de la Comisión de Ética y Garantías emitieron el viernes en el que recomendaban la creación de una gestora o convocar la reunión de ese órgano.
Después de un receso, la mesa del Comité Federal ha rechazado ambas propuestas y ha anunciado la existencia de un acuerdo: la votación de la propuesta de convocar un congreso extraordinario para mediados de noviembre que planteó Sánchez.
Y ahí se ha desatado la batalla definitiva. Los críticos querían votar a mano alzada, mientras que los afines a Sánchez querían una votación secreta en urna. Los segundos consideraban que el anonimato podía beneficiarles al desaparecer el “voto cautivo” de los aparatos provinciales y regionales, según fuentes de ese sector.
Tras el anuncio de la votación, el exsecretario general y los miembros de la dirección se han dirigido a la parte de atrás, donde habían colocado una urna, y han comenzado a votar.
La urna de la discordia
La maniobra ha generado una fuerte polémica. En la reunión se han escuchado gritos de “fraude”, “sinvergüenzas” y “pucherazo” y la votación ha quedado suspendida. La presidenta andaluza ha intervenido para decir que estaba dispuesta a aceptar una votación secreta, pero con garantías. Lo ha hecho entre lágrimas. Josep Borrell, que hasta entonces ha sido uno de los principales defensores de la estrategia de Sánchez, también ha cuestionado el procedimiento.
El declive de Sánchez se ha iniciado en ese momento, que se ha convertido en punto de inflexión. El enfado, que ha provocado escenas de mucha tensión en la sala Ramón Rubial de la sede socialista, ha llevado a los críticos a impulsar una moción de censura contra el secretario general al que negaban su condición de tal. Sólo necesitaban un 20% de firmas de los presentes para presentarla, pero han recogido 129 de los 253 acreditados. La mesa la ha rechazado por no encontrarse su discusión en el orden del día.
Sánchez ha perdido en ese momento algunos de sus apoyos. Los miembros de Izquierda Socialista han abandonado el cónclave. “Estábamos en ese debate tenso, y ante esa confusión se ha originado un momento de cierto caos, y Pedro Sánchez se ha levantado y ha dado pie a que se realizase la votación en urna. Muchos de los que defendíamos la votación secreta en urna nos quedamos un tanto desconcertados, porque no se había tomado claramente la decisión, no se había iniciado la votación. Ha sido una situación de mucho desconcierto”, ha explicado en una entrevista en eldiario.es Jose Antonio Pérez Tapias, que ha retirado por eso el apoyo que pretendía dar a Sánchez. Otros dirigentes afines también lo han hecho.
El desenlace se ha producido minutos después. Sánchez ha tenido que ceder y aceptar una votación pública, por llamamiento de todos los miembros del Comité Federal, sobre la convocatoria del congreso extraordinario. Ha ganado el no y él ha dimitido.
¿Y a partir de ahora? Tras la renuncia de Sánchez, los miembros del Comité Federal han comenzado el debate sobre la formación de una gestora que pilote al PSOE y Sánchez ha comparecido por última vez ante los periodistas en la sede de Ferraz: “Hoy más que nunca hay que estar orgulloso de militar en el PSOE, y la comisión gestora que surja en las próximas horas contará con mi apoyo leal”.
Previamente, en su discurso a puerta cerrada ante el Comité Federal, Sánchez, había insistido en argumentos parecidos: “Siempre he creído que el PSOE tenía que dar una alternativa. Desgraciadamente en la pasada legislatura no fue posible. El congreso era para dirimir esas dos cuestiones. Y sigo creyendo que debe ser la militancia quien decida esas cuestiones, tiempo hay”, ha expresado Sánchez, que aseguró en su última entrevista como líder del PSOE, publicada en eldiario.es, que pelearía por liderar el partido incluso si fracasaba en el Comité Federal. Sin embargo, este sábado no ha dicho nada al respecto.
La gestora, que estará pilotada por Javier Fernández, presidente de Asturias, tendrá ahora que dirigir al partido de forma interina. Se encontrará en el camino el debate sobre la gobernabilidad. Sánchez sostiene que la decisión será la abstención. Ese es un temor de los impulsores de su caída: permitir que gobierne Rajoy y que el golpe en Ferraz les castigue internamente para siempre. En unos meses, cuando España tenga un gobierno -de Rajoy o tras unas terceras elecciones-, los socialistas celebrarán un congreso para elegir un nuevo secretario general y renovar la dirección. Los estatutos obligan a que voten todos los militantes, algo que los críticos aseguran que “nunca han cuestionado”.
Sánchez siempre ha confiado en tener el apoyo de la bases. Ha sido su baza hasta el final. Este sábado, un grupo de varias decenas se agolpó a las puertas de Ferraz durante todo el día mostrando su apoyo a Sánchez y su rechazo al “golpe de Estado”, como lo llamaron. Ahora queda la pregunta en el aire sobre si Sánchez mantendrá apoyos suficientes dentro del partido para volver a presentarse a unas primarias, o si la derrota del sábado ha sido la que ha puesto fin a su carrera política.