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El PP termina la campaña vasca pugnando con Vox por un diputado de Álava

Feijóo y De Andrés, en el cierre de la campaña en Vitoria.

Aitor Riveiro

19 de abril de 2024 20:47 h

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El PP tiene fácil lograr el primer objetivo que Alberto Núñez Feijóo le puso a su candidato en las elecciones que Euskadi celebra este domingo: mejorar el resultado de 2020. Hace cuatro años, Carlos Iturgaiz, aupado por Pablo Casado, obtuvo el peor resultado histórico y eso que iba en coalición con Ciudadanos: solo 60.650 votos, un 6,77% del total y 6 escaños. Pero Feijóo le pidió a Javier de Andrés no solo crecer, sino ser “determinante” en el futuro político vasco. Según la campaña ha avanzado esta pretensión ha ido pasando al campo de la ilusión.

“Decidí el pasado mes de julio no valorar encuestas y ustedes entenderán por qué”, despejó irónico el pasado lunes el portavoz nacional del PP, Borja Sémper, a una pregunta sobre los sondeos electorales que sitúan al partido de Feijóo lejos de los números que tenían hace no tanto. En el partido aprendieron hace ya unos meses que las expectativas desaforadas son una pésima compañía y desde el batacazo de las elecciones generales han optado por no vender resultados antes de producirse. Con todo, en el PP sí han defendido en las últimas semanas que iban a mejorar notablemente los resultados de 2020 e, incluso, tener influencia en la investidura o en la gobernabilidad.

Feijóo suspiraba por volver a obtener en Euskadi números más habituales en las contiendas electorales autonómicas y lograr este 21 de abril alrededor de 130.000 votos. Son cifras vistas en un pasado más o menos reciente. Y son, aproximadamente, los votos que el gallego logró en las generales del 23J en el País Vasco. Este viernes, en un acto de cierre de campaña en Bilbao, lo expresó así: “Le pedimos que aquellos que han cogido hace unos meses una papeleta del PP en las elecciones generales voten en las elecciones autonómicas. Si eso es así, no habrá Gobierno en el País Vasco sin que el PP decida”.

Se trata de una afirmación condicionada que cuando se convocaron las elecciones no lo era. En la sede nacional del PP daban por hecho un gran incremento del voto y confiaban en alcanzar los 10 diputados en el Parlamento de Vitoria. Quizá era insuficiente para ser determinantes en la investidura (el Estatuto vasco impide votar ‘no’, lo que convierte en lehendakari al candidato con más ‘síes’ de los diputados), pero sí le permitía salir de la irrelevancia en Euskadi y tomar impulso hacia las europeas de junio (con el añadido posterior de la convocatoria de las catalanas).

El PP rápidamente ha detectado que, hoy por hoy, no hay masa crítica para lograrlo, y una de las pruebas ha sido la escasa presencia de Feijóo en la campaña, dos semanas en las que no solo no se ha volcado con Javier de Andrés, sino que ha aprovechado para hacer actos de precampaña en Catalunya e incluso para anunciar que el director de la campaña de las europeas será Esteban González Pons, lo que le anula como posible candidato. Inmediatamente se han abierto las quinielas sobre quién liderará la papeleta en junio.

Feijóo ha protagonizado en total seis actos en Euskadi. La mitad de ellos, entre el jueves y el viernes. La diferencia con las gallegas de febrero es notable y la previsión es que en Catalunya también tenga más peso. La relevancia de la campaña ha recaído así en el candidato, veterano político vasco que ha pasado por algunos puestos importantes de gestión en el pasado, desde la Diputación Foral de Álava a la Delegación del Gobierno.

El diseño de la campaña se centró en su arranque precisamente en hablar de gestión. De materias concretas y cercanas a la gente. De la vivienda, la sanidad o los problemas de la juventud, en línea con los problemas señalados por los vascos en sucesivas encuestas. Aunque en todos los actos se mencionaba el pasado de terror, el PP optó por no hacer de ETA el eje de su discurso, consciente de que en Euskadi mueve muy poco voto.

Pero la campaña viró muy pronto. Dos partidos despuntan muy por encima de los demás: PNV y EH Bildu. El triunfo se decidirá por un puñado de votos y quien obtiene más diputados se jugará en los restos de cada territorio histórico. El relato de los últimos días no ha estado marcado por las promesas electorales de gestión, sino sobre la política de coaliciones.

ETA y los pactos, gasolina para Vox

El PP inició la campaña con dos objetivos muy claros para sus críticas: el PNV y el PSE-EE. Los mensajes hacia el votante descontento con el PNV se centraron en hacerles responsables de la política económica del Gobierno central y, en concreto, de mimetizarse con el “populismo” de Podemos o con las iniciativas de Yolanda Díaz, líder de Sumar.

Los mensajes dirigidos a los socialistas, por su parte, se han focalizado en su alianza con EH Bildu. La tesis del PP era sencilla: votar a cualquiera de los demás partidos implica votar lo mismo, 'sanchismo' y, en diferido, a EH Bildu. Solo el PP representa la alternativa constitucionalista, según este discurso. 

Este viernes, en el cierre de campaña en Vitoria, lo ha reiterado Feijóo. “Les habéis blanqueado durante años y ahora les tenéis miedo”, ha dicho. “Tenemos que honrar a los que ya no están y no pueden hablar”, ha señalado, para apuntar que el PP “no se disfraza de nada”, va “a cara descubierta” con la “voluntad de que Bildu no va gobernar” y que no pagará “el peaje de Bildu”.

Los de Feijóo han dejado fuera de juego expresamente a Vox. Una táctica ya usada en otros comicios que les había salido relativamente bien. Hasta la polémica generada por la resistencia del candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, a tildar de “banda terrorista” a ETA. Tanto el PNV como el PSE, que gobiernan en coalición, vieron la oportunidad de golpear a su rival, que ha logrado capitalizar la ola de cambio que se ha levantado entre buena parte de la sociedad vasca, especialmente los jóvenes.

Sin querer, Otxandiano introdujo el elemento de ETA en campaña, lo que revitalizó a Vox y echó por tierra la estrategia del PP, que con Ciudadanos ya absorbido y fuera de juego en la Comunidad Autónoma Vasca, suspiraba por quitarse del medio a los de Santiago Abascal.

La extrema derecha apenas tiene representación en Euskadi, y en 2020 lograron una única diputada, por Álava, gracias a poco más de 4.000 votos. Los otros 11.000 en Bizkaia y Gipuzkoa no sirvieron para obtener representación. Ahora en el PP creen tener a su alcance ese escaño. Vox ha optado en el final de campaña por salir a la ofensiva contra el PP, especialmente tras una entrevista en la que Javier de Andrés dijo estar dispuesto a apoyar una reedición del actual Gobierno de coalición entre el PNV y el PSOE, aunque con condiciones.

La afirmación le valió a Abascal para parafrasear al propio PP y decir que “votar al PNV es votar al PP, que es votar a Bildu en diferido”. Un golpe que ha sentado mal en Génova, donde han preferido no entrar a responder directamente. “Todo depende de restos y porcentajes”, apuntan en la dirección del partido. Y mejor no agitar a los rivales directos por ganar un escaño en Álava.

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