El PSOE preserva de los focos la negociación sobre el encaje jurídico de la amnistía y se prepara para la investidura de Sánchez
El contraste entre la negritud del cielo madrileño por la DANA y el mensaje de luz y color de un presidente en funciones que aspira a seguir en el Gobierno. Y, además, está convencido de que así será. Todo es optimismo en Pedro Sánchez. Llovía sobre Madrid. Mucho. Torrencialmente. La Aemet había acertado en sus previsiones. Tres muertos y tres desaparecidos. Y más que pudo pasar de no ser por la alerta que Protección Civil envió de forma masiva a los móviles de los ciudadanos. Las instituciones están para eso. Ocurre desde hace tiempo en otros países de este lado y del otro del Atlántico. No en vano lo impone una directiva europea. Pero siempre hay quien clama por una cosa y por la contraria, al tiempo que dispara contra todo lo que se mueve, aunque luego tenga que desdecirse de sus palabras o borrar el rastro que quede de ellas en las redes sociales.
Le pasa al PP con sus bandazos estratégicos desde la noche del 23J. Un día todos defienden que Feijóo ha de ir a la investidura porque ganó las elecciones; otros, que ha de desistir porque carece de apoyos y sólo contribuye a prolongar una agonía innecesaria y alguno que otro hace castillos en el aire con los votos de los nacionalistas vascos. Los días pares, el presidente de los populares hace guiños a los exconvergentes; los impares les sitúa fuera de la Constitución y entre medias se hace trampas en el solitario perdido en su propio laberinto. Demasiados días para llenar de contenido hasta el 26 y el 27 de septiembre, cuando está previsto que España asista al tercer gran fracaso político del candidato del PP. Primero fue la pírrica victoria electoral, luego la negociación fallida para hacerse con la presidencia del Congreso y, salvo milagro, a finales de este mes, la investidura fallida. Lo que pase después con su liderazgo interno es un misterio.
Frente a él, un secretario general del PSOE que tiene claro el horizonte para cuando pase la investidura fake de su oponente y que mientras trabaja, en coherencia con la senda por la que ya transitó en la pasada legislatura, para dejar atrás la fractura del procés. Lo explicitó este lunes en una conferencia impartida en el Ateneo de Madrid con la que inauguró el curso político. Primero los indultos, luego la malversación y la sedición y ahora, la amnistía. Los negociadores –que son los que son y no los que dicen ser o hacen como que están en la melé– buscan los encajes jurídicos posibles para una especie de borrón y cuenta nueva del 1-O. Sánchez lo llamó “pasar página”, que es lo mismo que apelar al olvido.
Sobre el referéndum no hay nada ni lo habrá. “Cuanto más se eleven, más tendrán que retroceder”, declara uno de los negociadores de confianza de Sánchez, que interpreta muchos de los mensajes del independentismo como guiños a su parroquia en vísperas de la Diada del 11 de septiembre.
Hace tiempo, antes incluso del 23J, que los socialistas mantienen abierta una vía de diálogo con los exconvergentes. Discreta, sin filtraciones, sin focos, sin protagonismos, sin estridencias… Porque “todo lo público no sirve y además puede entorpecer”, según palabras de un socialista que conoció, como el mismísimo presidente en funciones, a última hora de la noche del domingo el viaje de Yolanda Díaz a Bruselas para entrevistarse con Puigdemont por una llamada del jefe de gabinete de la líder de Sumar, Josep Vendrell, al de Sánchez, Óscar López, en el que informaba –no consultaba– del encuentro en la capital de Bélgica. A partir de ahí, se sucedieron los mensajes, pero ninguno de Díaz a Sánchez ni a la inversa, según versión de los socialistas.
“Voy como líder de Sumar y no representaré al Gobierno”, cuentan en el entorno del presidente que les espetó la vicepresidenta en funciones, como si entre la noche y la mañana uno pudiera dejarse en el tránsito el traje institucional para ponerse el partidista. No ha gustado, no, en la Moncloa la decisión de su socia de coalición, que atribuyen a su “permanente afán por salir en la foto” y a que la política se encuentra ante “una escena alrededor de la cual todos quieren bailar”. Otros consideran, sin embargo, que su gesto ayuda a normalizar la situación con el prófugo Puigdemont. Pero todos coinciden en que nada de lo que Sumar pueda hablar con el ex molt honorable está mandatado o tiene algo que ver con la negociación abierta para la investidura que mantienen los socialistas con los de Junts. “Nosotros a lo nuestro, a nuestro camino”, apostilla un buen conocedor de los entresijos de lo que está y lo que no está sobre la mesa en las conversaciones con los independentistas, “más allá de lo que diga Feijóo o la fotografía que busque Díaz”.
Un encuentro buscado desde julio
En el PSOE cuentan que sabían de la intención de la vicepresidenta de reunirse con Puigdemont desde antes del acuerdo cerrado con los independentistas para el reparto de la Mesa del Congreso, pero no porque les informara su socia de gobierno, sino porque así se lo trasladaron los negociadores del expresident, que no tuvo a bien recibirla en aquel momento y sí ahora para que se visualice que le legitima un miembro del Gobierno de España.
“Demasiados actores en una escena en la todos quieren jugar”, resume un ministro que compara la actual coyuntura política para amarrar la investidura de Sánchez con la del equilibrio que hay que hacer cuando varios platillos chinos giran en el aire para que ninguno caiga al suelo. De un lado, la competición entre Junts y ERC en el ámbito catalán y los mensajes a sus respectivas parroquias para ver quién llega más lejos en el precio de sus votos. De otro, la propuesta del lehendakari Urkullu sobre la relectura de la Constitución sin necesidad de reforma para seguir dando pasos en el autogobierno de las comunidades históricas y que también hay que interpretar en la clave vasca y en la lucha por la hegemonía política que en este momento se disputan el PNV y EH Bildu.
Pero más allá de declaraciones, entrevistas o fotografías, quienes andan en las tripas de la negociación sostienen que estas “van lentas y son laboriosas”. De ahí que desde La Moncloa y el PSOE traten de “mantener la máxima discreción y medir hasta la última palabra de lo que se dice” para que nada descarrile, si bien el optimismo y la serenidad que destilan en las filas socialistas es el mismo al que precedió al acuerdo con los independentistas que hizo posible la actual composición de la Mesa del Congreso. No en vano, Sánchez hizo este lunes en el comienzo del curso político un inequívoco alegato en favor de la “convivencia” entre Catalunya y el resto de España y se expresó de forma más clara que nunca a favor de las “medidas audaces” mientras ERC y Junts reclaman la amnistía sobre el procés para dar su apoyo a la investidura.
Sánchez quiere intentar su reelección lo antes posible y, aunque constitucionalmente tendrá que esperar a la investidura de Feijóo, que fue propuesto por Felipe VI por ser la lista más votada el 23J, está seguro de que este camina directo al fracaso ante la falta de apoyos porque solo cuenta con 172 votos a favor (los del PP, Vox, Coalición Canaria y UPN) frente a 178 en contra “Lo haré sin dilación, tan pronto como se consuma este tiempo de espera inútil con el que, por desgracia, el señor Feijóo ha decidido entretener a la sociedad española aprovechándose además de un mecanismo constitucional que él mismo ha criticado”, remachó el presidente en funciones.
Sus palabras, como el latir de la inmensa mayoría de los socialistas, emiten señales de optimismo para cerrar un pacto con Junts, con ERC y con el PNV. Bildu ya anticipó su respaldo prácticamente sin condiciones. El acuerdo con los partidos catalanes y vascos, dijo Sánchez, “se puede, se debe y se va a alcanzar”.
Hasta entonces, atentos a la conferencia de este martes de Puigdemont, que determinará si el acuerdo es o no posible.
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