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Tradición o “discriminación”: el anuncio de beber en la puerta de “determinados” bares divide a los sevillanos

Sanz comparte una cerveza con hosteleros de Sevilla durante la campaña del 28M

Sara Rojas

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Del “los tanques a la calle” a tener que “sacar la artillería” para controlar el “follón” que se puede formar en Sevilla si finalmente el Ayuntamiento permite beber en la puerta de ciertos bares. Es lo que advierte Manuel Luna, responsable de la céntrica Bodega El Picadero, después de que el recién investido alcalde de la ciudad, José Luis Sanz (PP), haya vuelto a anunciar su disposición a autorizar la “tradicional” estampa de tomar cerveza en la puerta de “determinados establecimientos que forman parte de nuestra idiosincrasia”.

De momento, “es algo que se quiere hacer”, pero que aún no se ha concretado por parte del nuevo equipo de gobierno que acaba de aterrizar en el Consistorio hispalense, tal y como indican fuentes municipales consultadas por este periódico. Durante la campaña electoral, el candidato popular ya planteó su proyecto de promover una ordenanza específica “para bares históricos y singulares” con la que blindar “el modelo tradicional de consumo del cliente en estos lugares”.

Propósito que volvió a reafirmar este lunes ya como regidor durante una entrevista en Cadena Ser, en la que dijo “rotundamente sí” a la pregunta de si iba a permitir beber cerveza en la puerta de aquellos establecimientos que tienen “esa seña de identidad”. “En Sevilla, tomarnos una cervecita en la puerta de Casa Coronado, el Tremendo o Arturo, en Sevilla Este, forma parte de nuestro ADN y nuestra idiosincrasia y eso no nos lo puede quitar nadie”, defendió entonces José Luis Sanz. Pero lo que a ojos del alcalde popular es una tradición que proteger y una “demanda de la ciudadanía” (en palabras de algunos hosteleros), parte del sector y la sociedad sevillana lo encuentra una “discriminación” y un atentado al “derecho al descanso” de los vecinos.

Prohibido beber en la calle desde 2006

Lo cierto es que las declaraciones del alcalde —que es lo único que se sabe sobre esta iniciativa y a ellas se remite el equipo de Sanz— se han colado en las conversaciones de los bares y de los grupos de WhatsApp. Sin embargo, desde la asociación Hosteleros de Sevilla, prefieren no hacer ninguna declaración al respecto hasta que no se reúnan con el nuevo regidor y puedan abordar este y otros asuntos que conciernen al sector.

Entretanto, a las puertas del emblemático Vizcaíno (así lo señala un distintivo otorgado por el Ayuntamiento en 2022), un cliente habitual y proveedor de varios establecimientos reconoce que se está comentando mucho a un lado y otro de la barra. Ultima la caña que se está tomando en una de las mesas altas del exterior, en la calle Feria, y explica la disyuntiva en la que se encuentran los sevillanos: “Por un lado, veo bien que se premie a un negocio emblemático como este que lleva 100 años, pero es discriminatorio para el resto porque tienen los mismos derechos”.

El encargado, por su parte, prefiere mantenerse al margen de la comidilla del día porque igual que su negocio no se identifica “ni con el Betis ni con el Sevilla”, tampoco lo va a hacer con un equipo u otro de la política. Con todo, antes de retomar la faena, apunta que ellos no han notado medidas más restrictivas, pero le consta que otros compañeros sí se han visto afectados de un tiempo a esta parte. Se refiere al revuelo que se produjo el pasado mes de abril, en el marco de la Semana Santa, cuando varios locales del centro recibieron multas de la Policía Local por infringir la norma que prohíbe consumir alcohol en la vía pública y sus clientes reaccionaron impulsando un movimiento en redes sociales con el hashtag #lostanquesalacalle, al entenderlo como un ataque a la cultura sevillana.

Fue en este contexto cuando Sanz enarboló su promesa de “proteger a los negocios hosteleros singulares de Sevilla” de las “medidas restrictivas arbitrarias del actual gobierno socialista”, según manifestó en aquel momento el candidato popular. Todo ello provocó que el Consistorio que todavía ostentaba Antonio Muñoz emitiera un comunicado aclarando el marco normativo que prohíbe el consumo de bebidas de pie en el exterior de los establecimientos. En el escrito se recordaba que la conocida como ley antibotellón es una norma autonómica que data de 2006 e impide en todas las ciudades de Andalucía consumir alcohol en la vía pública.

Asimismo, se remarcaba que el equipo de Gobierno de Muñoz no había promovido “ningún cambio de normativa, ninguna instrucción, ninguna orden, ni ningún programa de inspecciones de establecimientos por sacar vasos a la calle”. De hecho, la última restricción en este ámbito se introdujo en 2014, con Juan Ignacio Zoido (PP) al frente de la Alcaldía, a través de la ordenanza municipal de contaminación acústica que prohibía servir bebidas o comidas al público si se iban a consumir de pie. 

Un botellón debajo de casa

En cuanto a los veladores, la ordenanza municipal que los regula “se actualizó en 2017 y en 2020 para flexibilizarla y permitir un mayor uso de las terrazas por parte de los negocios de hostelería”, como recoge el Ayuntamiento sevillano en el citado comunicado. Tanto es así que los propios vecinos del Casco Antiguo llevan meses demandando que se revierta tal flexibilidad para volver a las condiciones de espacio y de número de veladores anterior a la pandemia por las molestias que generan, como recuerda a SevillaelDiario.es Lola Dávila, presidenta de la asociación de vecinos Estación de Córdoba, que abarca desde la plaza de la Magdalena hasta el puente de Triana.

Ahora, las últimas declaraciones de Sanz han despertado la “preocupación” de los habitantes del centro histórico de la ciudad, porque entienden que de cumplirse la voluntad del nuevo alcalde “los vecinos vivirán un martirio porque no podrán descansar”. “Sería como tener un botellón debajo de tu casa”, añade en este sentido la veterana representante vecinal, haciéndose eco del malestar compartido por otras asociaciones de vecinos que han estado chateando sobre el anuncio. “Llevamos mucho tiempo luchando por el derecho al descanso y esto sería dar un paso atrás”, deplora esta vecina que lleva casi cuatro décadas viviendo en el corazón de Sevilla.

Al respecto, Lola Dávila critica que el nuevo regidor pretenda aprobar una ordenanza municipal que confronta con una normativa superior como es la ley antibotellón. Asimismo, cuestiona que se puedan controlar aspectos que aún “están en el aire” como el número de personas que puedan permanecer en la puerta, el espacio, el horario y, sobre todo, qué establecimientos se van a poder acoger a ese marco de los “bares históricos y singulares”. “Es una discriminación total”, concluye Dávila.

“O todos o ninguno”

En este punto coincide también Carlos Núñez, encargado del negocio hostelero que colinda con la mítica Cervecería Tremendo de la calle San Felipe. Admite que beber de pie forma parte de la “idiosincracia” de la ciudad, además de ser algo “que demanda la ciudadanía” y que sería “un alivio para la hostelería”, pero de aplicarse en los términos que ha esbozado el alcalde popular, se generaría un agravio comparativo entre establecimientos que le podría “afectar bastante”. “En Sevilla nos gusta la calle y que haya gente, eso atrae, si el de al lado tiene la puerta llena y la mía está vacía, mi beneficio se vería reducido”, advierte este hostelero sevillano.

A 500 metros de la taberna de Carlos, Manuel Luna resume la cuestión en “o todos o ninguno”. A título personal, él se posiciona del lado de este último bando porque “lo suyo es que el cliente esté ubicado y no moleste a la gente que quiere pasar”. De esta forma, se muestra partidario de que se siga consumiendo en los veladores como garantes del orden porque “el que va a sacar la artillería si hay follón soy yo, no el alcalde”. En cualquier caso, entiende que la medida pueda ser interesante para aquellos locales tradicionales que cuentan con un espacio limitado en el interior del establecimiento y augura que este asunto “va a traer cola” en la ciudad.

En representación de los vecinos, Lola espera que si el proyecto sigue adelante “esté todo my regulado”, pero lo ve “muy complicado” porque “si se abre la veda será para todo el mundo y eso para los vecinos es la muerte”. Lo único claro ahora mismo es que el asunto reúne todos los ingredientes para convertirse en uno de esos debates que se discuten (en el sentido francés de la palabra) con cerveza en mano. Eso sí, de momento, habrá que seguir apoyados en barra o en una mesa.

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