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“El cannabis me ha cambiado la vida, he pasado de tomar 15 pastillas diarias a siete”

Mercedes de la Mata, con el vaporizador que utiliza para consumir marihuana con fines medicinales.

Daniel Sánchez Caballero

“Ya solo ir allí es un regalo, un paso muy grande. Vamos a ser muchos los beneficiados”. A Mercedes de la Mata se le quiebra un poco la voz pensando en el lunes. Esta mujer, con un 71% de discapacidad permanente a los 46 años, acudirá este 20 de febrero al Congreso de los Diputados a un acto que miles de personas llevan años esperando: el primer paso hacia la legalización del cannabis con fines medicinales.

Este lunes Ciudadanos tiene previsto registrar en el Congreso una proposición no de ley para regularizar el uso de los derivados del cannabis con fines terapéuticos. Es solo un primer paso, ni siquiera está claro que vaya a tener recorrido y aún en el caso de que lo tenga el camino por delante es largo. Pero para los, según se calcula, miles de pacientes que recurren a esta planta como casi la única solución para aliviar sus síntomas y dolores, la jornada es “histórica”. Hace unos días, un diputado cántabro del PP enfermo de cáncer apoyó la causa e hizo pública su condición de consumidor terapéutico.

Pese a que el cannabis es, según algunos investigadores, el más potente antiinflamatorio que existe, pese a tener efectos antidepresivos, analgésicos, ansiolíticos, antivomitivos y que ayude a proteger el sistema nervioso, comprar marihuana o alguno de sus derivados es ilegal en España. Lo consumen enfermos de cáncer, esclerosis múltiple, Alzheimer, Parkinson o fribromialgia, entre otros. Pero lo hacen a escondidas.

En España consumir marihuana en casa está permitido, pero no se puede comprar ni transportar por la vía pública. Siempre hubo un vacío legal respecto al autocultivo, que la Ley Mordaza endureció. La norma prevé multas de hasta 30.000 euros para quien tenga plantas de marihuana en zonas de casa “visibles al público”.

“Me ha cambiado la vida”

Para Mercedes, con importantes dolores crónicos tras una operación fallida en la columna, el uso del cannabis es una opción. “No es la panacea, pero desde que lo consumo me ha cambiado la vida”, explica. Una consecuencia muy evidente de lo que dice: “Tomaba entre 15 y 16 pastillas diarias y ahora he bajado a siete gracias a este tratamiento”.

Su caso, como el de muchos pacientes que se han juntado en torno a la asociación Dos Emociones, ha sido estudiado por doctores, que le recomendaron qué tomar y cuánto.

El problema que se encuentra es que, como no es legal, para conseguir el cannabis tiene que desplazarse desde Villalba (Madrid), donde reside, hasta una asociación de consumidores en otro municipio para conseguir la marihuana que luego vaporiza. “Pasas los nervios de echarte a la carretera, retirarla y volver a casa con diez gramos de marihuana” (su consumo semanal), explica. “Te puede parar la Guardia Civil y si me hacen pruebas daría positivo en opiáceos y en cannabis, aunque tenga un certificado médico que de alguna manera valida el tratamiento”, cuenta.

También para Pilar Grande la marihuana es vida. Enferma de Parkinson desde hace un par de años, diagnosticada el pasado septiembre, Grande pasó un tiempo siguiendo el tratamiento ordinario que le aconsejaron los médicos. Pero tenían muchos efectos secundarios. Hasta que empezó con el cannabis medicinal.

Me abre un periodo del día en el que estoy mucho mejor, algo muy importante en enfermedades invalidantes. Hablamos de medio día en el que yo me siento bien. Me quita las náuseas de los otros medicamentos, he recuperado parte del peso que había perdido, el apetito y sobre todo me calma los temblores“, expone.

Y como para Mercedes, para Pilar conseguir su aceite es una odisea. Primero acudió a una asociación en Madrid que la policía intervino. Se tuvo que buscar otra, esta vez en Cataluña. Volvió a pasar lo mismo. Ahora ha encontrado una tercera vía de la que prefiere no hablar por si acaso. “Te sientes muy vulnerable. Si estás utilizando cannabis y te vas de viaje, se te acaba o rompe el bote de aceite no puedes acudir a una farmacia a comprar”, se lamenta. “Y cuando no lo tienes a mano es una faena, genera mucha ansiedad no tener”, cuenta.

Cada enfermo es un mundo

Cada paciente es un mundo y el tratamiento no es fácil. Entre los 60 cannabinoides que tiene el cannabis, el CBD (cannabidiol) y el THC (tetrahidrocannabinol) son los principales responsables de los efectos terapéuticos de la yerba. Y cada enfermo necesita la dosis apropiada de uno u otro en sus preparados o una variedad específica de marihuana, para lo cual haría falta primero un médico que estudiase cada caso y luego que hubiera un mercado al que acudir. Actualmente existe un medicamento legal basado en el cannabis, el Sativex, pero cuesta 510 euros cada dos semanas y tiene una composición muy específica que a la mayoría de los pacientes no les sirve.

Esta inseguridad es uno de los principales problemas que afrontan los consumidores de cannabis con fines terapéuticos, según denuncia Manuel Guzmán, catedrático en Biología y Bioquímica Molecular en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Observatorio Español del Cannabis Medicinal (OECM), la asociación que ha impulsado esta PNL que ahora Ciudadanos lleva al Congreso. “Es como si te estás tomando un paracetamol de 1 gramo o de 500 miligramos”, ilustra.

Faltan unos cuantos meses de trámites parlamentarios para saber si se acaba con esta incertidumbre. Carola Pérez, presidenta del OECM y creadora de la asociación Dos Emociones, una de las personas que más ha hecho por que el cannabis llegue al Congreso, tiene esperanzas en que la PNL salga adelante. Ella se ha reunido con los partidos y, aunque no hay posturas oficiales más allá de que en Podemos lo llevaban en el programa electoral, cree que lo harán. “Debe ocurrir”, afirma categórica.

Y señala la gran contradicción española. “Estamos asesorando a muchos países, tenemos la mejor sociedad del mundo en investigación de cannabinoides junto a Canadá e Israel y estamos así”, dice en relación a la situación legal.

Pase lo que pase en el Congreso, Pérez tiene una cosa clara: “Yo voy a seguir consumiendo. Me habría ahorrado diez operaciones de espalda si hubiera sido legal. Con el cannabis puedo trabajar, soy útil para la sociedad y además estoy feliz”. Lo mismo le ocurre a Mercedes. “Existiendo estos tratamientos no entiendo que ni den la opción de elegir y que cada uno haga lo que considere oportuno. Además, a los médicos les parece bien, lo que no les gusta es que se tomen tantas pastillas”, cierra.

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