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España está en una posición privilegiada para eliminar la hepatitis C antes de 2030

Afectados por la hepatitis C reclamando tratamientos antes de que los financiara la sanidad pública.

Esther Samper

6 de julio de 2023 22:48 h

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El virus de la hepatitis C es un patógeno especialmente sigiloso. Cuando infecta a una persona, no suele provocar ningún síntoma o, si acaso, síntomas tan leves que pasan desapercibidos en la mayoría de los casos. Sin embargo, en muchos casos, el virus consigue permanecer en el cuerpo humano (algo que logra en el 75-85% de las personas) y puede estar décadas agazapado, sin mostrar ningún signo de existencia… hasta que vuelve a dar señales de vida. Sin que sepamos muy bien por qué, el 30% de los pacientes con infección crónica termina sufriendo las consecuencias: el virus va destrozando, poco a poco, sus hígados. Con el tiempo, y sin tratamiento, este proceso puede provocar cirrosis (daño grave e irreversible de dicho órgano) y cáncer hepático.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en torno a 58 millones de personas en el mundo sufren una infección crónica por el virus de la hepatitis C. Solo en 2019, aproximadamente 290.000 individuos fallecieron por esta causa. Se calcula que cada año se producen alrededor de 1,5 millones de nuevas infecciones. No obstante, este panorama podría cambiar drásticamente en un futuro próximo: la OMS fijó el año 2030 con un ambicioso objetivo en mente, poner fin a la hepatitis C y otras hepatitis virales. España es uno de los países mejor situados en el mundo para conseguir este logro.

Un virus esquivo

A partir de la segunda mitad del siglo XX, las transfusiones de sangre se extendieron por el mundo y salvaron a numerosas personas de las garras de la muerte. Sin embargo, en aquel entonces este tratamiento era un arma de doble filo: algunas personas que recibían el preciado fluido rojo terminaban desarrollando una hepatitis que, con el tiempo, podía llegar a provocar cáncer hepático o cirrosis y, finalmente, la muerte. No había forma de detectar qué sangre podía terminar provocando esta dolencia, así que el desenlace quedaba en manos del azar. En España, miles de personas se contagiaron de hepatitis virales (hasta 1992) en los hospitales precisamente por recibir transfusiones.

Múltiples investigadores sospechaban que algún agente infeccioso podía ser el responsable de los casos de hepatitis por las transfusiones. El descubrimiento del virus de la hepatitis B, en 1963, permitió disminuir de forma drástica las hepatitis provocadas por la recepción de sangre. No obstante, pronto quedó claro que había otro patógeno implicado en esta dolencia, pues seguían apareciendo casos. 

El proceso científico para descubrir el otro agente responsable, el virus de la hepatitis C, fue arduo y complicado. No era posible expandir con éxito este microorganismo en cultivos celulares o a partir de sangre e hígado infectados, así que fue su estudio genético el que dio la clave de su descubrimiento en 1989. Los científicos responsables del hallazgo fueron los ganadores del premio Nobel de Medicina en 2020

La identificación del virus de la hepatitis C fue el punto de partida para evitar, de una vez por todas, las hepatitis virales a través de transfusiones o trasplantes de órganos. A partir de 1992, se fueron implantando a lo largo del mundo técnicas para la detección del agente patógeno, lo que contribuyó de forma importante a limitar los contagios y tratar de forma precoz a los pacientes. 

Sovaldi: la revolución contra la hepatitis C

En 2014 se comercializó en España y en el resto de países de la Unión Europea el fármaco sofosbuvir, más conocido como Sovaldi: una molécula que bloquea la proteína que se encarga de replicar el ARN del virus de la hepatitis C y consigue así eliminarlo del cuerpo. Este tratamiento ha supuesto un antes y un después en las estrategias de eliminación de la hepatitis C: en torno al 95% de los pacientes con la infección se curan al tomar Sovaldi, en combinación con otros fármacos, al cabo de unos meses. 

La llegada de Sovaldi a España no estuvo exenta de sobresaltos: su elevado precio inicial (el coste de un tratamiento completo era de unos 100.000 euros) retrasó la financiación pública del medicamento. Colectivos de pacientes se movilizaron para presionar al Ministerio de Sanidad para que el Sistema Nacional de Salud incluyera Sovaldi en su cartera básica de medicamentos. Finalmente, el 1 de noviembre de 2014 –casi 10 meses después de su comercialización– sofosbuvir pasó a estar financiado por la Sanidad Pública. Hoy se calcula que más de 150.000 personas en España se han curado de la hepatitis C gracias a este medicamento.

Cerco a la hepatitis C

En su plan para identificar las hepatitis virales, la OMS define tres estrategias de cribado: realizar pruebas a personas de grupos de riesgo o con antecedentes de exposición (cribado oportunista), hacer test a toda la población (cribado universal) o por grupos de edad específicos (etario). Cada una de estas estrategias cuenta con ventajas e inconvenientes. 

A nivel nacional, España ha apostado por la estrategia de cribado oportunista por factores de riesgo para identificar casos de hepatitis C y pautarles tratamiento para curar la infección. Este plan consiste en realizar pruebas de detección del virus a personas que acuden al médico por cualquier motivo y que presentan determinadas exposiciones y situaciones de riesgo (consumo de drogas por vía inyectada, relaciones sexuales de riesgo, exposición laboral al virus...). 

No obstante, Antonio Aguilera, facultativo especialista de área en Microbiología y Parasitología en el Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, indica que “diversas comunidades autónomas, como Andalucía y Galicia, han implementado en sus planes regionales de eliminación otras estrategias de cribado masivo basadas en franjas de edad donde la prevalencia de la infección es mayor (cribado etario)”.

Según el último estudio sobre prevalencia de la infección por hepatitis C en España (realizado entre 2017 y 2018), en la población de entre 20 y 80 años hay una infección activa en el 0,22% de las personas. Además, un 29,4% de los casos no había recibido un diagnóstico previamente (lo que supone unas 22.478 personas con infección activa sin diagnosticar). Aguilera calcula que habría todavía en torno a 50.000 personas en nuestro país infectadas por el virus de la hepatitis. Las estrategias de eliminación han ido reduciendo esta cifra de forma drástica con el tiempo: en 2004 se calculaba que en España había entre 300.000 y 800.000 personas infectadas crónicamente por el virus. Conseguir identificar y tratar a estas personas en los próximos años resultará clave para eliminar la hepatitis C en el territorio español, consiguiendo así un nuevo hito en la lucha contra las enfermedades infecciosas, como lo fue la erradicación de la viruela o de la polio.

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