La Organización Mundial de la Salud ha publicado este martes un informe en el que alerta de dos problemas a escala global. El primero es que una de cada seis personas se ha visto afectada por algún problema de infertilidad a lo largo de su vida. El segundo, que el diagnóstico y el tratamiento no son equitativos ni accesibles a toda la población. “El informe muestra cómo de crítica es la cuestión y cómo de necesaria es la ayuda”, ha señalado la directora de salud e investigación sexual y reproductiva de la OMS, Pascale Allotey.
Desde la organización han destacado que la prevalencia de infertilidad es similar en todas las regiones de las que hay datos. A diferencia de otros problemas de salud, en este caso no importa si se trata de países de ingresos altos, medios o bajos. La tasa varía en poco más de un punto entre los más afortunados económicamente, el 17,8% de afectados, y el resto, con el 16,5%. “El informe revela una verdad importante: la infertilidad no discrimina”, ha explicado el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una rueda de prensa.
La infertilidad es una enfermedad del sistema reproductivo, masculino o femenino, que implica la incapacidad de lograr un embarazo tras dos meses o más de relaciones sexuales regulares. En España, un estudio elaborado por la compañía de ciencia y tecnología Merck y la consultora GAD3 ya señalaba en noviembre que unas 800.000 parejas tenían problemas para concebir. Eran el 18% del total, lo que encaja con el dato de la OMS.
Allotey ha insistido en que una de cada seis personas es “un número significativo”. “No se diagnostica bien y los servicios y tratamientos de fertilidad no están disponibles para aquellas personas que los buscan”, ha indicado la responsable de salud reproductiva, que ha alertado de gastos catastróficos para aquellas parejas que necesitan recurrir a ellos en aquellos países donde no están cubiertos por el sistema o que, estándolo, no llegan a todas las personas que lo necesitan.
Y aquí sí influyen los ingresos. “Millones de personas se enfrentan a costes sanitarios catastróficos después de buscar tratamiento para la infertilidad, lo que genera un problema de equidad importante y, con demasiada frecuencia, una trampa de pobreza médica para los afectados”, ha señalado la experta, que ha reclamado “mejores políticas y financiación pública que puedan mejorar significativamente el acceso al tratamiento y proteger a los hogares más pobres”.
“La gran tasa de personas afectadas muestra la necesidad de ampliar el acceso a la atención de la fertilidad y garantizar que este problema no se deje de lado en la investigación y las políticas de salud, de modo que las formas seguras, efectivas y asequibles de lograr la paternidad estén disponibles para quienes lo buscan”, ha apuntado el director general.
Los problemas de fertilidad, señala la OMS, pueden causar problemas de angustia, estigma y dificultades financieras, que afectan al bienestar mental y la salud psicosocial de las personas afectadas. Pese al gran número de personas con problemas de fertilidad notificados por la organización, este problema “no tiene mucha atención global”, ha dicho Allotey, porque se ha puesto el “foco en la contracepción más que en la infertilidad”. Por eso, ha señalado que este informe es solo “el principio del trabajo”. “Es la base sobre la que podemos comenzar a desarrollar más evidencia sobre este área y asegurarnos de que los servicios están disponibles”, ha indicado.
En los últimos años, diferentes estudios han señalado que la contaminación y los problemas derivados de la crisis climática hacen más difícil concebir un hijo. Un trabajo publicado en 2021 en Environment International indicaba que las parejas que viven en zonas con altas concentraciones de PM 2,5 tienen un 20% más de posibilidades de sufrir algún problema de este tipo. Los investigadores llegaron a esta conclusión tras cruzar los datos de 10.200 parejas que querían tener un bebé en China con el tiempo que tardaron en concebirlo y las concentraciones de material particulado de las zonas en las que vivían.
Se trata de una correlación y no una relación causa-efecto, pero no es el primer estudio que apuntaba en esta dirección. Según la propia OMS, en 2020 se conocían ya alrededor de 800 de estos compuestos o “disruptores endocrinos”. Se trata de sustancias, artificiales o naturales, contaminantes medioambientales, que interfieren en algún equilibrio hormonal. Un metaanálisis de más de 100 estudios publicados entre 1934 y 1996 señalaba que cada año la calidad y concentración de los espermatozoides se reducía en un 1%.