El rugido metálico de Shanhe retumba bajo el lecho del río Amarillo como un monstruo de acero abriendo su camino. Gigante, imparable, cada giro de sus 306 cortadores devora la tierra, avanzando con precisión milimétrica. En Jinan, capital de Shandong en China, esta máquina de gran tamaño está creando el túnel submarino de mayor diámetro del mundo, y la ciudad palpita al ritmo de esta colosal obra de ingeniería.
No es solo un túnel; es una arteria subterránea que conectará ambos lados del río con una carretera de seis carriles distribuidos en dos niveles. Este megaproyecto, liderado por China Railway 14th Bureau Group, promete transformar la movilidad en la región, mejorando la conectividad y estimulando el crecimiento económico. Pero antes de que los vehículos recorran sus 4.200 metros de longitud, Shanhe debe culminar su implacable labor de perforación.
Tecnología punta al servicio de una hazaña colosal
Esta máquina titánica, bautizada como Shanhe, mide 163 metros de largo, tiene un diámetro de 17,5 metros y pesa unas impresionantes 5.200 toneladas. Salió de la línea de montaje en mayo de 2024 y comenzó a operar en septiembre de ese mismo año.
Desde entonces, ha avanzado a un ritmo constante de 15 metros diarios, superando ya los 1.000 metros perforados. Con cada movimiento, un ejército de trabajadores controla parámetros como el avance del cilindro, el nivel de lodo y el estado de los mecanismos hidráulicos, asegurando que todo funcione con precisión quirúrgica.
La construcción de este túnel no sería posible sin la avanzada tecnología de Shanhe. Está equipada con un cabezal de corte compuesto presurizado y un sistema de accionamiento principal telescópico que optimiza su rendimiento en terrenos difíciles.
Además, cuenta con pronóstico geológico avanzado, monitorización del entorno de gas y un sistema de detección de desgaste de herramientas, lo que le permite ajustar sus operaciones en tiempo real. Este nivel de sofisticación no es casualidad; refleja el liderazgo chino en la fabricación de tuneladoras.
El proceso de excavación es complejo y requiere precisión constante. Cada dos metros, Shanhe ensambla una docena de segmentos para formar un anillo de soporte que protege el túnel del agua subterránea. Luego, perfora dos metros más y repite el ciclo.
La magnitud de esta tarea exige un mantenimiento continuo y ocasionalmente reparaciones, para lo cual un equipo especializado dirige a los operarios encargados de manipular las piezas más delicadas.
Una vez completado, el túnel reducirá drásticamente el tiempo de viaje entre ambas orillas del río Amarillo, mejorando la logística y el transporte en la región. Esto no solo facilitará el flujo de mercancías y personas, sino que también impulsará el turismo y dinamizará la economía local. Además, su diseño innovador, con carriles amplios y sistemas avanzados de ventilación y seguridad, garantizará un tránsito fluido y seguro para sus usuarios.
El reloj corre: la recta final de un proyecto monumental
La obra está programada para finalizar a finales de este año. Aunque Shanhe avanza sin descanso, su misión va más allá de perforar roca y tierra. Este túnel es una demostración palpable de la capacidad china para asumir y conquistar desafíos de ingeniería sin precedentes, marcando un hito en la historia de la construcción mundial. Con cada metro conquistado, se fortalece el liderazgo de China en el sector de las infraestructuras, reafirmando su papel como pionero en innovación y tecnología.
A medida que Shanhe avanza bajo el río Amarillo, el mundo observa con asombro esta hazaña de ingeniería. No solo se trata de crear el túnel submarino de mayor diámetro del planeta, sino de ratificar el poder tecnológico y la visión futurista de un país que sigue empujando los límites de lo posible.