La vida en una ecoaldea: comunidad y autoconsumo en siete ejemplos que están en España

Ecoaldea  Matavenero, en León.

Roberto Ruiz

30 de mayo de 2024 21:49 h

Aquellos que buscan un estilo de vida más consciente, pausado y conectado con la naturaleza que el que ofrecen las ciudades, tienen en las ecoaldeas una atractiva alternativa que puede poner remedio a sus inquietudes. Para muchos, un modo de vida que conecta tanto con el entorno como con uno mismo, y que cada vez cuenta con más opciones repartidas por la geografía española.

Creadas desde cero o tomando como base pequeños y antiguos pueblos deshabitados, las ecoaldeas son, en esencia, un llamamiento a conectar con la tierra y entre las personas. Donde el individualismo da paso a la cohesión social, a la toma de decisiones participativa y al apoyo mutuo. Todo, siempre, siguiendo unos principios de sostenibilidad ambiental, autonomía alimentaria y economía solidaria.

Ecoaldeas: teoría y práctica

Las ecoaldeas son comunidades intencionales —es decir, formadas por grupos de personas que deciden vivir juntas— diseñadas para ser social, económica y ecológicamente sostenibles. Agrupaciones que no solo se enfocan en minimizar el impacto ambiental, sino que también promueven un estilo de vida colaborativo y autosuficiente. Surgidas como una respuesta a los desafíos medioambientales y sociales de la vida moderna, las ecoaldeas buscan integrar el ser humano en su entorno natural de manera respetuosa y armónica. En definitiva, volver a ponerle en el lugar al que pertenece.

La Red Global de Ecoaldeas estima que hay unas 10.000 repartidas por todo el mundo. Suelen desarrollarse sobre todo en áreas rurales, donde sus habitantes dan forma a sociedades basadas en el autoconsumo, la cooperación, la construcción ecológica y las energías renovables; empleando construcciones bioclimáticas y reciclando residuos. No son grandes, el número de habitantes es variable y puede moverse entre los 50 y los 500 componentes, pero la clave es que en ellas todo el mundo se conoce, se comparten objetivos comunes y se trabaja en conjunto para alcanzarlos.

En teoría, y también en la práctica, las ecoaldeas tienen unas características comunes y bien definidas. Con ellas sus habitantes buscan la sostenibilidad ambiental, para lo que se emplean construcciones ecológicas y sistemas de energía renovable como paneles solares y turbinas eólicas, así como practicando la permacultura. Se trata de conseguir una constante autonomía alimentaria, cultivando sus propios alimentos de manera orgánica. Los huertos comunitarios, la agricultura ecológica y la producción de alimentos locales son comunes.

La vida se hace en comunidad, por lo que la toma de decisiones suele ser participativa y se fomenta una fuerte cohesión social. La educación ambiental y la conciencia sobre el impacto de las acciones humanas en el planeta son pilares fundamentales, por lo que a menudo se organizan talleres, cursos y retiros enfocados en la sostenibilidad y el desarrollo personal. E incluso en muchos casos se promueve una economía alternativa, con sistemas solidarios como el trueque de bienes y servicios, reduciendo así la dependencia del sistema económico convencional.

Vivir en una ecoaldea, ¿sí o no?

Las ecoaldeas son el contrapunto al día a día rápido y estresante de las urbes. La creciente conciencia sobre la crisis climática, junto con el deseo de vivir en mayor conexión con la naturaleza, impulsa a muchas personas a considerar las ecoaldeas como una opción viable.

Por lo general, quien da el salto y se traslada a una ecoaldea es porque desea conseguir una vida más sostenible que le permita reducir su huella ecológica adoptando prácticas de vida más respetuosas con el medio. Vivir rodeado de naturaleza y participar en su conservación es una experiencia enriquecedora y satisfactoria para muchos. También hay quien lo hace en búsqueda de la vida en comunidad.

También hay quien se decide por mejorar su calidad de vida, alejándose del ritmo de la ciudad para abrazarse a la naturaleza y así mejorar su salud física y mental. E incluso hay quien se muda a una ecoaldea por sentirse autónomo y autosuficiente, pues la capacidad de producir la propia comida y energía proporciona un sentido de independencia y seguridad.

Siete ecoaldeas que puedes encontrar en España

Las ecoaldeas reúnen una enorme comunidad internacional, Global Ecovillage Network vincula y apoya ecoaldeas de todo el mundo, mientras que en España es la Red Ibérica de Ecoaldeas la que ofrece y reúne información sobre el mundo de las comunidades y ecoaldeas a nivel nacional. Hoy, una decena de ecoaldeas pertenecen a la RIE, repartidas por toda la geografía española, y a ellas se unen otros proyectos y colaboradores que hacen posible la vida sostenible y comunitaria de estos asentamientos. De entre todas ellas recogemos varios ejemplos inspiradores.

Matavenero, en León

Ubicada a 1.000 metros de altitud, en el mágico valle del Bierzo, Matavenero es una de las ecoaldeas más conocidas de España. Este pueblo fue deshabitado en los años 60 víctima del éxodo rural y la dureza metereológica, pero en la década de los 90 un grupo hippie perteneciente al movimiento Rainbow Family decidió asentarse y crear una aldea ecológica. En definitiva, un lugar en el que vivir de forma autosuficiente, ecológica y en armonía con la naturaleza.

Lakabe, en Navarra

Esta ecoaldea se encuentra en el valle de Arce-Artzibar, en los Pirineos navarros. Lakabe fue recuperada en 1980 tras haber estado abandonada y, desde entonces, sus habitantes han trabajado para restaurar el entorno natural y construir una comunidad autosuficiente. Utilizan energía renovable y técnicas agrícolas ecológicas, y la toma de decisiones se realiza a través de asambleas comunitarias.

El Calabacino, en Huelva

En la Sierra de Aracena, en Huelva, El Calabacino es una ecoaldea que promueve un estilo de vida sencillo y en armonía con el entorno natural. Una “familia de familias”, se autodefinen. De nuevo su origen nos lleva al de un pequeño municipio cuyos habitantes autóctonos se fueron entre los años 60 y 70, y fueron siendo reemplazados por repobladores venidos de diversas partes de España y Europa. La comunidad se basa en principios de respeto mutuo, cooperación y sostenibilidad.

Ecoaldea de Valdepiélagos, en Madrid 

La ecoaldea de Valdepiélagos tiene un origen completamente distinto a las anteriores. Se puso en marcha con el objetivo de crear 30 viviendas unifamiliares con criterios de arquitectura bioclimática y utilizando bioconstrucción, con espacios para huertas y para desarrollar actividades comunes. Se puso en marcha en 1995 y en 2008 se convirtió en una realidad. Desde entonces la comunidad fomenta la educación ambiental y ofrece talleres y actividades abiertas al público.

El Molino de Guadalmesí, en Cádiz

El Molino de Guadalmesí, o Aldea de Guadalmesí, se encuentra a media hora de Tarifa, en la provincia de Cádiz. Su proyecto se basa en un modelo de cooperativa para gestionar y proteger el entorno, acercando a sus habitantes a la vida rural y sus retos, así como a la vida en común y sus dificultades. En esta ecoaldea se organizan numerosos cursos y talleres sobre permacultura, bioconstrucción y economía consciente.

Arterra Bizimodu, en Navarra

Arterra Bizimodu es una comunidad intencional que nació en la primavera de 2014 bajo el lema “otro mundo no solo es posible, sino necesario”. Se ubica en la localidad navarra de Artieda y es conocida por sus programas educativos y su compromiso con la transformación social y ambiental. Tiene muy presente la permacultura así como la búsqueda de soluciones humanamente sostenibles a los desafíos de las sociedades de hoy, especialmente en el medio rural.

Los Portales, en Sevilla

No muy lejos de Sevilla se encuentra la ecoaldea de Los Portales, una comunidad que se fundó en 1984 con la intención de desarrollar formas de vida innovadoras en campos como la agricultura orgánica, educación holística, medicinas naturales, arte, energías limpias, economía y desarrollo personal. Para ellos la comunidad no es el fin, sino una herramienta de creación y transformación, y así lleva siendo desde hace cuatro décadas. No están conectados ni a la red eléctrica ni a la red de abastecimiento de agua y su huerta es totalmente ecológica.

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