'La marisma', el documental que refleja cómo la sequía y la mano del hombre transformaron el entorno de Doñana

En torno a Doñana hay mucho ruido. Lo generan multitud de actores (políticos, agricultores, ecologistas) que hablan, discuten, acuerdan, avanzan y retroceden en torno a la gran joya natural del sur de Europa. Frente el ruido, La marisma (Manu Trillo, 2024) va contracorriente: una obra casi silente que confía en el peso de las tradiciones, la voz de sus elementos y la fuerza de sus imágenes para contarse. La marisma, primer documental de la 28ª edición del Festival de Málaga (que comenzó este viernes), desplaza el foco hacia los hombres y mujeres que habitan ese lugar cada vez más salino, más seco, menos natural y, a la vez, menos humano.
“La marisma es la protagonista. Genera tanta atracción y tiene tanta energía, que cuando empezamos a montar nos dimos cuenta de que si nos salíamos de ahí no funcionaba”, cuenta Trillo, quien ha alumbrado una obra que destila un profundo respeto por su personaje principal, a su vez un cuerpo complejo: “Intentamos generar una vinculación con el paisaje y con el paisanaje de Doñana: se trata de mostrar la joya que tenemos, con una población tan vinculada a la tierra”.
La Marisma, en la que se enmarca Doñana, es un cuerpo pero también un hábitat poblado por yeguas, corzos, patos, flamencos, ganado, hombres, mujeres que han mantenido durante siglos una relación simbiótica con ella. “Doñana no es nada sin ellos, ni ellos sin Doñana”, dice el director. Durante siglos, han mantenido una cultura adaptada al medio. Sus modos de vida son respetuosos con los demás habitantes de la marisma: las coquinas pequeñas vuelven al agua. Hoy, la amenaza al medio pone también en peligro la cultura y el modo de vida del que nace. “En Doñana, la cultura y la relación con la naturaleza sigue sorprendentemente viva”, aunque está amenazada.

El documental no ahorra imágenes que lo reflejan. Pepe Herrera cruza a caballo la marisma encharcada en 1969, y el mismo hombre en el mismo sitio más de cincuenta años después contempla la llanura seca y las casas perdidas al fondo. “Esto no se conoce. Todo perdido. Todo lleno de almajos”, dice.
La sequía y la sobreexplotación del acuífero convierten la Marisma en un “erial”
“La transformación del río Guadalquivir para la navegación de grandes mercantes y la desecación para el cultivo del arroz dejó tan sólo una quinta parte de la marisma original. Pero una larga sequía, las altas temperaturas, la salinidad y la sobreexplotación del acuífero para el turismo y la producción de frutos rojos están convirtiendo la Marisma en un erial”, relata el documental para comenzar.
El documental no busca culpables, sino que trata de mostrar Doñana y la Marisma con todos sus elementos, también los que han sido minimizados durante años. “Echar a los habitantes de Doñana, también de otros parques nacionales, fue un error, porque se trata de ecosistemas generados también por el hombre”, observa Trillo. Pepe Herrera regulaba los caños para que las aves migratorias tuvieran siempre y agua y alimento. “Se ha querido conservar Doñana como si no pudiese tocar la mano del hombre, pero es que ya está tan tocado que el abandono genera fuego o colmatación en la marisma”.
Trillo, biólogo de formación, militó en la tesis opuesta cuando era voluntario en la Estación Biológica. “Yo veía a los almonteños como una incursión en el medio, porque era un friki de los pájaros”, recuerda. Pero una experiencia en Venezuela le cambió el chip. Y comprendió que para conservar hay que partir de la relación entre la población y el medio. Entonces regresó y empezó un proyecto que le ha llevado nueve años. Ahora está enfrascado en una miniserie documental sobre la Marisma con José María Sandoval como coguionista.
Entre medias, Doñana está sufriendo la crisis más grave de su historia. Una sequía brutal generada por la falta de lluvias y el uso intensivo y abusivo del agua por el turismo y la agricultura. “La sequía está matando cientos de pinos o alcornoques, y lagunas que no se habían secado nunca ahora sí”, observa Trillo. “Estos días [con las lluvias abundantes] hay quien me recuerda que esto es un ciclo. Pero la dureza del ciclo y la capacidad de extraer recursos por los agricultores no es la de siempre: la vid, el olivo y el almendro son de secano. La crisis climática va a traer ciclos más frecuentes y más intensos, y no nos estamos adaptando, sino que estamos acelerando los procesos extractivos”.
No son solo los frutos rojos que esquilman el agua de los acuíferos que nutren al parque. A los pueblos marismeños de la margen izquierda, Los Palacios o Lebrija, les impusieron los cultivos de arroz y les retiraron la caza y la pesca. “Eso formaba parte de su identidad. Y ahora de repente tienen un problema como el virus del Nilo, que está originado por la falta de biodiversidad”, lamenta Trillo, quien aboga por mimar la cultura atávica. Esa que puntea la película con imágenes de hoy que podrían ser las de hace siglos. “Uno de los factores que más resiliencia va a dar a la población son culturas de este tipo, arraigadas a la tierra y con soluciones pegadas a la naturaleza. Pero eso hay que creérselo”.
Un río cada vez más ajeno
El documental comienza en un fascinante blanco y negro que plasma en pantalla una peregrinación a El Rocío. Los hombres que acompañan a la Virgen se tapan para evitar que el polvo les llene la boca y terminan la plegaria con una salva de disparos al aire.
De ahí, la pantalla salta al río: un inmenso carguero chino rebasa a una barquita de pescadores fondeada en el Guadalquivir. El río es la aorta que riega el cuerpo vivo que es la Marisma, cada vez más profanado por manos ajenas. Hoy, el coquinero comparte espacio con narcolanchas, cargueros y cruceros. Y el sistema hídrico está próximo al colapso, porque el estero ya apenas conecta con la marisma.

En un oportuno cierre circular, la película culmina con la entrada de los caballos a la aldea. Animales que “comparten la vida del hombre, con todas sus vicisitudes”, igualmente benditos, dice el sacerdote.
“Los proyectos de renaturalización en Doñana y alrededor dan esperanza de que volvamos a tener… quizá no lo que había hace ochenta años, pero sí en los noventa”, dice el director de La Marisma: “Estos ecosistemas tienen gran resiliencia, y a poco que les des se recuperan”.
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