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Dentro de dos años
Parece ser la medida de los mentideros de la corte, todo para dentro de dos años, con el “y pico” arriba o abajo. Pedro Sánchez alardea del plazo seguro, una demostración de fuerza y de su capacidad de enredo; ello a pesar de Puigdemont y sus desestabilizaciones escénicas.
Los menos resignados sólo tienen la esperanza del partido judicial empeñado, golpe a golpe, en que no se cumplan ni los plazos democráticos ni sus procedimientos. En eso confía también Alberto Núñez Feijóo, como única fórmula de adelantar su tiempo de costuras. Puigdemont amaga, pero no se atreve, en el fondo su fuerza sólo está en el poder del desempate al que se refería Max Weber en la Alemania prusiana. Sin poder institucional intimidatorio en Catalunya tiene que escenificar ese poder en el Congreso, le conviene que gobierne el PSOE y demostrar, por eso insiste, su importancia en una cuestión de confianza. Junts es el vendedor catalán no de los paños de antaño sino de sus votos; con la herramienta natural de la censura no se atreve, tendría que aparecer de la mano de Vox y eso no vende en Catalunya; el belga residente lo ha dejado claro.
En las filas de la izquierda ortopédica, la que aguanta al PSOE, la desesperación tiene dos años, cuando se cumplan se acabó, hay rumores posibilistas pero están desolados. Las cajas de cartón pasean por los pasillos ministeriales.
Dos años es lo que necesita la descompuesta Sumar para que sus fragmentos se coloquen en otras de las eternas coaliciones de la izquierda o en nuevos destinos. Se malician que salvo una tentación tipo Alvise, Errejón ya podrá destruir poco y que en dos años de olvido programado, con un horizonte gobernado por el PP, se pasará a los tablaos de la corte que al parecer ejercen una atracción fatal para la izquierda, hoy cuqui. Podemos también espera; dos años más cuatro son seis años, los que necesitan para recomponerse, dicen. Una locura porque la resistencia es ahora y siempre y no aguanta plazos.
Por primera vez hay inquietud en la dirigencia andaluza del PP. No es baladí, a Sánchez ya se le ha pasado la sofoquina
Dentro de dos años, los picos no importan, María Jesús Montero y Moreno Bonilla se verán las caras en Andalucía. Por primera vez hay inquietud en la dirigencia andaluza del PP. No es baladí, a Sánchez ya se le ha pasado la sofoquina. Sin duda el que su entonces rival, origen de su distancia con Andalucía, se haya pasado a los tablaos también ha influido, de los tablaos no se vuelve.
Cuatro años más de PP impugnan su vocación de continuidad en el gobierno de España, necesita Andalucía, si no gobernando, al menos con los diputados a Cortes necesarios (ahora tiene 21) y con una alternativa sureña con menos humos, debilitada. Algunos están convencidos de que un Moreno Bonilla triunfal sería el mejor repuesto cuando entregue la cuchara Feijóo; con Vox y Díaz Ayuso caben muchas cancelaciones; Moreno Bonilla, barcelonés de nacimiento, sentaría bien hasta a las derechas periféricas que tendrían la oportunidad y la excusa para volver al redil de la derecha mandarina en el Estado.
Serán dos años duros, dos años es lo que necesita Feijóo también para convencer a los que mandan para ser de nuevo candidato y esa está siendo su perdición y la del PP. Feijóo en la oposición, más que una alternativa de Gobierno es un peón nervioso en el juego de tronos en el que no parece el líder sino un postulante, al menos, a ser de nuevo el candidato. Eso explicaría la hilarante a veces y siempre desconcertante política de oposición. Feijóo se ha olvidado de construir una alternativa, solo compite y aspira a repetir, con permiso de los extremos de Díaz Ayuso y los moderados, suavones, de Moreno Bonilla.
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