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De emigración andaluza y racismo: contra las cuerdas

28 de marzo de 2024 06:00 h

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Fue una noche en el sur de Chile, al calor de una enorme hoguera y rodeados de montaña de granito, la primera vez que me dijeron que Cristóbal Colón no era ese tipo soñador, buena gente y un tanto despistado que yo me había imaginado y que nos habían dado a entender. Al principio me enfadé mucho, y me ha costado muchos años reconciliar mis orígenes con la verdad histórica de lo que fue la Conquista de América y el papel de España (y Andalucía) en ella.

Ser emigrante andaluz te pone contra las cuerdas. Por un lado, hemos crecido con un cierto complejo de inferioridad con respecto a nuestros vecinos al norte, ya sea de nuestro país o de Europa. Si además hemos emigrado a alguno de estos lugares, es más que posible que hayamos sido víctimas de comentarios jocosos o de discriminación abierta.

Yo misma, cuando estuve en Londres trabajando, tuve el jefe de turno que hace comentarios anti inmigrantes y cuando lo enfrentas te dice “lo tuyo no es lo mismo, porque tú te vas a ir”. Como diciendo, no se te ocurra pensar en quedarte.

Un día llegas a América y te tienes que enfrentar al hecho de que no solo tú no eres latino, como siempre te habías pensado, sino que además eres visto como colonizador

Y por el otro lado, un día llegas a América (a cualquier lugar del continente, quizás menos a Canadá) y te tienes que enfrentar al hecho de que no solo tú no eres latino, como siempre te habías pensado, sino que además eres visto como colonizador, el hombre blanco que una vez más llega a las tierras al otro lado del Atlántico a llevarse las riquezas—y lo que no es el oro.

Cuando tienes que enfrentarte a historias como la de los Tehuelches, unos nativos de la Patagonia argentina, que hoy en día están prácticamente extinguidos, o la de los Mapuche, que nunca fueron completamente conquistados y a día de hoy siguen con su lucha. (Pongo dos ejemplos que me tocaron el corazón durante mis años en Chile, pero hay muchísimos más).

O cuando ves que los mismos nombres de grandes empresas–Telefónica, Endesa, BBVA, Santander–que nos oprimen en España, tienen también bajo su yugo a tantos en países latinoamericanos.

Que en Andalucía yo he visto —que no sentido, por privilegio de clase— mucha pobreza. Pero que incluso nuestras comunidades más castigadas tienen acceso a agua potable, salud pública gratuita y una serie de beneficios sociales que la verdad, allí ni se los imaginan.

Poh vaya papelón.

El racismo está en pensar que los que emigramos de esta tierra lo hacemos para perseguir un sueño, pero los que vienen aquí de África, Latinoamérica, Asia u otras partes de Europa van a quitarle algo a alguien

El racismo está en pensar que los que emigramos de esta tierra lo hacemos para perseguir un sueño, pero los que vienen aquí de África, Latinoamérica, Asia u otras partes de Europa van a quitarle algo a alguien (el trabajo, ayudas públicas, lo que sea), a pesar de que está demostrado el impacto positivo de la inmigración sobre la economía. Pero, seamos sinceros, a quienes les preocupa esto les molesta más el inmigrante cuanto más oscura es su piel.

Por eso me duele el alma cuando escucho narrativas anti inmigrantes, como si nosotros no fuéramos un pueblo migrante. Como si los sueños de esos que vienen cruzando el Mediterráneo en patera fueran distintos de los nuestros, que nos buscamos el vuelo más barato que había a Londres y viajamos con el abrigo más gordo encima para que nos quepa todo en la maleta.

Y un día de pronto la imitación de los peruanos de los Morancos ya no te hace gracia. Y ya no te ríes del chiste de gitanos. Y cuando escuchas ese “por lo menos no te casaste con un negro”, se te clava una daga en el corazón.

Ser andaluz emigrao te pone contra las cuerdas porque nunca sabes si vas a ser el privilegiado que vino en avión, o si te vas a tener que enfrentar al estereotipo y te van a decir que te regreses a tu casa a coger aceitunas

 Y una vez que has visto todo esto, te toca aceptar que por mucho que duela esta desigualdad no es culpa tuya, aunque te beneficies de ella (eso es lo que se llama privilegio). Que por mucho que tú luches, el racismo es muy difícil de cambiar, pero aún así tienes la obligación de poner tu granito de arena donde puedas.

 Ser andaluz emigrao te pone contra las cuerdas porque nunca sabes si en cualquier situación a la que te enfrentes vas a ser el privilegiado que vino en avión, o si te vas a tener que enfrentar al estereotipo y te van a decir que te regreses a tu casa a coger aceitunas, que les cuentes un chiste o que no te entienden cuando les dices que a ti y a ese jornalero que vive en una chabola en Almería y trabaja en un invernadero solo os separa el color de piel y el lugar donde nacisteis.

Fue una noche en el sur de Chile, al calor de una enorme hoguera y rodeados de montaña de granito, la primera vez que me dijeron que Cristóbal Colón no era ese tipo soñador, buena gente y un tanto despistado que yo me había imaginado y que nos habían dado a entender. Al principio me enfadé mucho, y me ha costado muchos años reconciliar mis orígenes con la verdad histórica de lo que fue la Conquista de América y el papel de España (y Andalucía) en ella.

Ser emigrante andaluz te pone contra las cuerdas. Por un lado, hemos crecido con un cierto complejo de inferioridad con respecto a nuestros vecinos al norte, ya sea de nuestro país o de Europa. Si además hemos emigrado a alguno de estos lugares, es más que posible que hayamos sido víctimas de comentarios jocosos o de discriminación abierta.