La guerra del barracón: una editora y los descendientes de prisioneras de los nazis ponen en entredicho una novela
Cuando leyó aquel manuscrito, la correctora profesional Irene Camacho estaba entusiasmada. Tanto, que pensó que valía la pena acelerar su proyecto de crear una editorial para publicarlo. Así nació el sello Molinos y Gigantes, y vio la luz su primer y único lanzamiento: Putas de campo. Una cruda historia sobre las mujeres prostituidas en el campo de concentración de Ravensbrück (Alemania) cuya autora, Fermina Cañaveras, había contactado personalmente con ella en marzo 2021 para que se le corrigiera. En apenas los primeros seis meses de 2022, la obra había vendido un millar de ejemplares y se había presentado en numerosos lugares. Hasta que algo se torció: “En julio, Fermina me mandó un burofax en el que intentaba rescindir el contrato unilateralmente”, recuerda Camacho.
Hasta ahí, aparentemente, todo formaba parte de lo acostumbrado en el mundo editorial. “Luego me planteó una demanda, que fue desestimada, y lo que ha venido después ha sido una campaña encubierta de desprestigio y calumnias. Me borró de sus redes, pero no puede borrar los 30 eventos de promoción que hicimos juntas, ni los periódicos en los que salimos. Hasta que se marchó a Planeta”. Esa marcha ha cristalizado, según la editora, en la edición de una novela, El barracón de las mujeres (Espasa), que es esencialmente la misma que ella publicó, y que ha visto la luz en enero de este año. “Creo que todo formaba parte de un plan, ahora veo que su intención desde el principio era irse a Planeta. Y yo creé la editorial, cenó en mi casa, con mi familia. Todavía estoy en shock con el hecho de que alguien pueda llevar a cabo una traición personal y profesional así”.
Camacho asegura que sus abogadas están trabajando para resolver la cuestión de los derechos de explotación de la obra. Consultado por ElDiario.es Andalucía, el gigante editorial ha evitado referirse a este asunto, y ha remitido a la autora para todas las cuestiones relativas a la novela propiamente dicha. Pero no sería el único shock que tendría reservado El barracón de las mujeres.
La voz de los descendientes
Unas semanas después de iniciada la promoción de El barracón de las mujeres, la revista Jot Down publicaba un artículo firmado por el escritor Juan Bonilla y el editor Abelardo Linares en el que básicamente se acusaba a Fermina Cañaveras de mentir en torno a la fuente original de su novela, Isadora Ramírez García, una española que acabó en el campo de concentración de Ravensbrück y fue obligada a ejercer la prostitución para satisfacer a soldados y oficiales nazis, y a la que Cañaveras habría estudiado –según su propio testimonio– durante cuatro años.
Linares y Bonilla no dudan en calificar la obra como “literariamente infame” y de “insulto a todas las víctimas históricas y reales”, que “no saca a nadie del olvido, le extirpa al asunto su dramatismo para convertirlo en mera mercancía editorial” con una “prosa pomposa e ineficiente” con la que “no está haciendo un homenaje a nadie que no sea ella misma” al tiempo que “abarata la historia como género y como institución”. Incluso llegan a cuestionar la solvencia como historiadora de Cañaveras, al no haber encontrado ninguna publicación académica que la avale.
Por si fuera poco, los autores aportan una carta firmada por varios descendientes de presas de Ravensbrück en la que cuestiona la misma existencia de Isadora, y que fue enviada al diario El País sin que al parecer el periódico se aviniera a publicarla. “Me pregunto si el nombre de Isadora Ramirez es real. No figura en el Libro Memorial de las deportadas españolas deportadas a Ravensbrück, que identifica a 172 mujeres. En ese mismo libro, Dolors Casadellà da el testimonio de lo que ocurrió con algunas mujeres obligadas a prostituirse sin dar ninguna cifra concreta. Tampoco figura en el Libro Memorial de los españoles deportados a los campos nazis (1940 – 1945) publicado por el Ministerio de Cultura en 2006”.
Y agregan: “Nunca hubo burdel en Ravensbrück, ni barracón de locas, ni cámara de gas hasta principios del año 1945. Los burdeles estaban en los campos de hombres. Unas doscientas mujeres de Ravensbrück, entre ellas exprostitutas a quienes se les prometía la liberación, fueron enviadas a campos de hombres: Sachsenhausen, Neuengamme, Dachau, Mauthausen, Buchenwald, Flossenbürg, Mittelbau-Dora”.
Un testimonio bajo sospecha
Ante esta controversia, Fermina Cañaveras ha querido responder por escrito a ElDiario.es Andalucía, alegando una bronquitis para no atender al teléfono. “He escrito una novela, no un ensayo”, asevera. “Decidí no publicar un ensayo porque falta mucha información sobre el campo de concentración de Ravensbrück, y en ocasiones dependiendo de la fuente consultada los hechos cambian. Creo que no tiene sentido interpretar en clave historiográfica un libro que, repito, no es un ensayo es una novela”.
“En esta novela hay personajes reales y otros ficticios, hechos reales y ficticios. El personaje principal se llama Isadora Ramírez”, prosigue. “La historia de Isadora Ramírez García llega a mí a través de Carmen Martínez Patón, quien me habla del testimonio que Isadora le contó en vida. Isadora Ramírez fue una española obligada a prostituirse en los campos de concentración, en una de las estancias de Carmen Martínez Patón en Madrid conoce a Isadora Ramírez García, quien acaba de volver del campo de concentración de Ravensbrück. Esta amistad dura 5 años, en los que incluso llegan a vivir en el mismo domicilio junto con otra militante del Partido Comunista de España, acogieron a Isadora como si fuera de la familia tras su vuelta de Ravensbrück. Es a lo largo de estos años cuando Isadora comparte su testimonio con Carmen, le cuenta aquello a lo que le han obligado a dedicarse, para que su historia y la de otras tantas mujeres no caiga en el olvido”.
Sobre Carmen Martinez Patón, declara que “fue una española militante del Partido Comunista de España. Nacida en Torrenueva (Ciudad Real), vivió entre Madrid y Torrenueva, su hija, Isabel Eduarda Garrido Martínez, así como el resto de sus hermanos, mantienen vivo su testimonio y el de Isadora. Tanto Isabel como sus hermanos han estado disponibles para ser entrevistados en todos los medios que han querido tener más información sobre su madre, Carmen Martínez Patón, como de Isadora Ramírez García. También es real que en los campos de concentración hubo cientos de mujeres obligadas a prostituirse, existen docenas de testimonios de las afectadas y sus familias”.
“Soy una historiadora que lleva cuatro años investigando sobre el campo de concentración de Ravensbrück, que ha escrito una novela con el fin de rescatar del olvido la historia de cientos de mujeres que fueron obligadas a prostituirse en los campos de concentración. Personalmente me he sentido muy sorprendida por artículos que ponen en duda la fuente de Carmen Martínez cuando sus hijos Isabel y hermanos están disponibles para dar todos los detalles sobre la relación de amistad que su madre Carmen e Isadora mantuvieron durante cinco años en Madrid y el testimonio que Isadora le confió. Llevo muchos años investigando casos de memoria histórica en Ravensbrück y Auschwitz y la fuente oral es muy utilizada porque en la mayoría de las ocasiones es la única”.
Recuerdos y datos
Una explicación que no satisface en absoluto a Bonilla y Linares. Para el primero, “si no se hubiese publicado nuestro artículo la autora Cañaveras todavía estaría recorriendo los caminos contando el cuentito de que conoció de primera mano ‘la historia real’ de su novela. Que venga ahora con que es una novela y se permite licencias me parece bien, pero podía haberlo dicho cuando dio treinta entrevistas. Yo no discuto su derecho a hacer una novela en la que un ovni llegue a Auswichtz y salve a todos los allí encerrados: me parecería mal que sin prueba alguna presentara su novela como algo que pasó de veras, y me parece peor que todos los reportajes que se le dedicaron no pusieran en entredicho el carácter de ‘novela pulp’ de su obra.
“En cuanto a lo que dice la hija de Carmen Patón de que ella no tiene menos derecho a tener una versión que la Amical de Ravensbruck, por supuesto que estoy de acuerdo. Lo único que pasa es que su versión son recuerdos, siempre tan resbaladizos, y la Amical de Ravensbruck pone sobre la mesa datos y archivos irrefutables”, concluye el escritor jerezano.
En lo que respecta a Linares, lo primero que cuestiona es la idea de que falte información sobre Ravensbrück. “En la realidad, si uno mira el I.S.B.N. español hay 17 libros que hablan de él monográficamente y si se consulta Google aparecen 707.000 resultados. Con todo, para poder investigar lo que pasó allí, lo ideal es saber alemán, polaco y ruso. No parece que sea el caso de Fermina Cañaveras”.
Miedo al olvido
Tampoco le encaja a Linares la contradicción entre la idea inicial de que las supervivientes de Ravensbrück recordaran a Isadora, “la española con nombre de bailarina” (en inverosímil alusión o recuerdo de Isadora Duncan)“, y la posterior apostilla de que la única fuente fue la militante del PCE Carmen Patón. ”Las fechas no casan, como no casa demasiado que Isadora estuviera hablando y llorando siempre acerca de ‘que tenía miedo de que su historia no llegase nunca a saberse’, cuando lo cierto es que la inmensa mayoría de las mujeres que pasaron por un calvario parecido hicieron lo posible para que nadie se enterase de su terrible historia“.
“Si la ya fallecida Carmen Patón y la improbable Isadora Ramírez mantuvieron una cierta e incierta amistad entre 1945 y 1950 es prácticamente imposible que los hijos de Carmen estén, como asegura Cañaveras, ‘disponibles para dar todos los detalles sobre la relación de amistad que su madre Carmen e Isadora mantuvieron durante cinco años en Madrid’. A no ser, claro está, que sean expertos espiritistas o espiritistas expertos”.
Por último, el editor cuestiona el propósito de la autora de dignificar a las víctimas de aquella ignominia, para lo que le basta tomar la dedicatoria de la novela: “A mi abuela, que también era mi madre. Para la puta, para la madre y para la puta madre”.
Mientras espera una resolución satisfactoria de lo que califica como “acto ilegal”, la editora Irene Camacho solo aspira a “desenmascarar esta impostura”, dice. “La publicación de El barracón de las mujeres, además de un acto ilegal, es un acto inmoral hacia las personas que han leído Putas de campo, hacia las personas que han leído El barracón, a las personas que confiaron en la editorial y hacia los descendientes de las víctimas”.
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