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Manuel Llanes, director del Central: “El humus de la Expo 92 sigue floreciendo en el Teatro Central”

Manuel Llanes

Alejandro Luque

20 de abril de 2022 21:48 h

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Manuel Llanes era profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad de Granada cuando recibió un ofrecimiento singular: dirigir el nuevo teatro que iba a inaugurarse en la isla de la Cartuja con motivo de la Expo’92. 30 años después, sigue al timón de un proyecto que colocó a Sevilla en el mapa de la escena internacional, y que ha moldeado un público abierto a todas las corrientes. 

Se cumplen 30 años de la Expo’92 y del Teatro Central. ¿Cuál es el secreto para seguir ahí después de tres décadas?

Siempre que me hacen esa pregunta me quedo como en estado de shock. Aunque diga que no quiero ser profesional, es evidente que lo soy. Pero me gusta ser un amateur, el amador, el que ama lo que hace. Y si eres constante y desarrollas tu discurso, eres un intermediario no solo con el público, sino también con los responsables políticos. Es una cuestión de ser pedagógico, dado que vives con los artistas a diario, día y noche. Convives con ellos y con su arte, las conversaciones se desarrollan siempre en torno a las artes escénicas. Y todo eso lo transmites a tu dirección política. Me gusta pensar que explico bien qué es presentar en tiempo real qué son las artes escénicas que se hacen en este momento. Explicar bien es mi labor.

Sabemos todo lo que ha ganado Sevilla en estas tres décadas, pero ¿ha perdido algo?

Yo soy un eterno optimista, eso es otra cosa que me acompaña siempre. Hay una regeneración de gente joven desde que hicimos, hace dos o tres años, una noche con andaluces en la que acogimos diez o quince espectáculos. Toda esa gente nueva, milennial, supone un recambio y viene con unas ganas tremendas. Esa generación que ya está ahí. Todos son cosmopolitas, viajan más que antes, están más al tanto de todo, no solo a través de las pantallas; son conscientes de que las artes escénicas son carne, espectáculo en vivo. Eso es lo que ya había en el 89, el 90, el 91, el 91, el 93… Luego hubo un pequeño parón, pero Sevilla se recuperó. Y ahora estamos en un buen momento, se ve en todo lo que presentamos en la sala B. Se ha perdido muy poco. El humus de la Expo sigue floreciendo.

¿Cómo ha sido la convivencia con los otros teatros públicos de la ciudad?

Creo que a veces hay líneas divisorias que se solapan, por ejemplo, entre el Lope de Vega y el Central. Pero en general, dicho entre comillas, las “escuderías” de cada uno están bien definidas, tanto en lo que respecta a los objetivos de un teatro autonómico que tiene que hacer de embajador de una comunidad en toda Europa, y un teatro municipal que tiene que hacer una programación más transversal, y mirando más a la ciudad. El Maestranza tiene también su historia definida en cuanto a lírica, ópera, música clásica… Siempre hemos sido muy complementarios. La geografía teatral sevillana se ha estructurado muy bien, a diferencia de otras ciudades.

¿Y ha repercutido en el sector privado de las artes escénicas?

Imagínate, esa sala Cero, ese TNT, ese Teatro Távora, La Fundición… Todos son escenarios que sirven para el salto de algunas compañías a teatros más exigentes o que están más en el escaparate. Hacen una labor muy poco reconocida, pero absolutamente necesaria para desarrollar el tejido escénico andaluz, y en concreto de Sevilla.

¿Cómo ha influido o transformado el Central la creación andaluza?

No soy yo el mejor para decirlo, pero me llega gente como La Ejecutora / Teatro a Pelo, Las Gestring, Miguel Marín… Me hablan de que todo lo que llevan años viendo en el Central les ha servido para confrontarse desde el imaginario que ellos ya tenían, y tomar lecciones de manera natural. También me consta que al final de los espectáculos, muchos de ellos hablan con los artistas que vienen, y eso ayuda a que haya un trasvase de enseñanzas y un enriquecimiento.

Si, hace falta apoyo, pero también más colaboración y miradas externas. Mezclarnos más nos vendría muy bien a todo el mundo globalizado

Siempre nos quejamos de falta de medios como el principal obstáculo para que la escena andaluza pegue el estirón definitivo. ¿Es solo una cuestión de inversión?

Sí y no. Siempre pongo un ejemplo: yo conozco muy bien a Rosas de Teresa de Keersmaeker. Su primer espectáculo en los 80 en el Festival de Avignon era ella, cuatro chicas y cuatro sillas. Y se convirtió en una de las primeras del mundo. Todo el mundo pasa las de Caín hasta que llegan las subvenciones. En cualquier caso, no olvidemos que la mejor danza contemporánea de raíz en España está en Andalucía, con Israel Galván y Rocío Molina, que ya están en coproducción con grandes teatros de todo el mundo. Lo que está claro es que cualquier programador de cualquier parte se entera de si hay alguien interesante en Bergen o donde sea. Si no al cuarto año, al quinto. En resumen, sí hace falta apoyo, pero más colaboración y miradas externas. Mezclarnos más nos vendría muy bien a todo el mundo globalizado.

¿Sus mayores orgullos como programador?

Por no repetirme, al final de la Expo hubo un gran espectáculo de Teresa de Keersmaeker, una coproducción de Expo’92 con el Festival de Avignon que llevaba toda la orquesta de los Campos Elíseos dirigida por el gran Philippe Herreweghe, con 15 bailarines y tres sopranos haciendo las arias de Mozart. Eso es irrepetible. Es inevitable hablar también de las 24 horas de Jan Fabre, que tuvo a Sevilla como la primera ciudad de España en la que se mostró, y la cuarta del mundo. La primera trilogía de Alfredo Sanzol, la primera de Peeping Tom, o las Lamentaciones de Jeremías de Anatoli Vassiliev. Todo eso nos ha marcado mucho, ha dado mucho sello al Teatro Central.

A propósito de Fabre, ¿puede adelantar algo del espectáculo que dedicará el mes próximo al Central?

Más allá de que parece que pide toneladas de naranjas, iluminación que reproduzca el sol de Sevilla y la equipación de cierto equipo de fútbol, poco más puedo decir. Estoy a la espera de que llegue el domingo por la noche y empiece a pedir cosas. Ah, y los cuadros de Zurbarán, que ya estamos en contacto con el Museo de Bellas Artes. Él lo ha visitado muchas veces en sus estancias en Sevilla, y quiere reflejar el ambiente de la ciudad. Veremos cómo desde que estrenó en el 92 el Sweet Temptations se ha imbuido de nuestra luz, olores y manera de ser. En ello estamos.

¿Hay vida en el Central después de Manuel Llanes? ¿Le preocupa la sucesión?

Quien venga tras de mí, inevitablemente, tendrá su sello. Yo no quiero ser patrimonialista. Por obra del destino, y como decía el poeta, por regalo de la vida, puse la primera piedra de un teatro, y eso es algo raro en mi profesión. Este proyecto convirtió mi afición en mi profesión. Estoy convencido de que la trayectoria del Teatro Central está muy bien fijada para que siga 30 años más. A quien demos la alternativa, seguirá la trayectoria con sus directrices y sus líneas. Por más objetivo que quieras ser, el ser humano tiene sus subjetividades.

¿E imagina cómo será su vida el primer día después de marcharse?

Me la imagino viniendo al primer espectáculo que programe otro [risas]. Vivo aquí, solo salgo cuando estoy de viaje viendo espectáculos, porque esta vida te ocupa las 24 horas del día. Hay personas que tenemos cierta tendencia a la obsesividad. Evidentemente, me pondré nervioso, diciendo esto bien, esto lo haría yo de otra manera… Será una pelea creativa conmigo mismo.   

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