El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Que se recupere pronto el Papa y reconduzca a las almas descarriadas porque hemos perdido el oremus. Se habla de cometer genocidios, limpiezas étnicas y crímenes de guerra como el que habla de planear maldades para una despedida de soltero. Se desprecia el derecho internacional y vuelve el lenguaje belicista para intentar amoldar el pensamiento colectivo a los intereses de quienes promueven la guerra y las amenazas como herramienta para conseguir sus objetivos.
Con el ruido de esos líderes mundiales vociferando sus intenciones belicosas, hemos dejado de oír el sonido de los tambores de guerra que suenan más cerca de nosotros. Una información de este diario revela que 'Más de 60.000 piezas de armamento han salido en aviones desde España a Israel en una ruta que continúa en 2025'. Vuelos que partían de Zaragoza cargados de material para el ejército que ha acabado con la vida de 61.709 personas -cifra que incluye a los desaparecidos- en la franja de Gaza.
Existe un Tratado Internacional sobre Comercio de Armas que prohíbe expresamente la transferencia de armamento -incluido el tránsito- a países que puedan usarlo contra la población civil para crímenes de guerra, de lesa humanidad o genocidio. Lo firmó España, como votó afirmativamente la resolución de la ONU que pide suspender las inversiones, el comercio y las transferencias -también el tránsito- que puedan contribuir de algún modo a la ocupación ilegal israelí o usarse como material militar en los territorios palestinos.
Entonces ¿qué pasa con esos vuelos que han salido desde Zaragoza? ¿Y los de la base de Rota? ¿O los barcos que han hecho escala en Algeciras? ¿Quiere España ser ejemplar en su apoyo a Palestina y la legalidad internacional o pesa más satisfacer a un aliado que ahora nos amenaza con aranceles o con cualquier otra ocurrencia? Parece poco transparente el Gobierno central en ese tránsito de armas. Es más creíble cuando, haciendo caso de las voces agoreras o interesadas en lucrarse con ello, anuncia que incrementará el gasto militar hasta el 2%.
Este aumento del gasto ha sonado a oportunidad en Aragón. La maquinaria de la guerra está en marcha y desde el Pignatelli se habla de la “riqueza y prosperidad que va a generar la industria de la defensa”. Aragón apuesta por un 'hub' de defensa. Es decir, por atraer y potenciar la actividad de la industria del armamento. Ya tiene página web. En ella se puede leer: “Un mundo en conflicto. La existencia de 20 conflictos de alta intensidad en 2023, junto con las crisis en Ucrania, Oriente Medio y la región del Sahel, subraya la urgencia de abordar desafíos globales”. ¿Desafíos globales? Demos la bienvenida al lenguaje orweliano.
En el centro de ese 'hub' aparece Zaragoza. Confieso que he leído esa página como si fuera una novela distópica. Cómo, si no, iba a ser el núcleo de la industria de la guerra una ciudad que ostenta el título de 'Sitio emblemático de la cultura de paz'. Se lo otorgó la Unesco en 1999. Cómo va a querer hacer negocio con las armas una comunidad autónoma que tiene su propia Ley de Cultura de la Paz -aprobada por cierto con el voto favorable del partido en el Gobierno-.
No son títulos ni normas baladíes. Son un reflejo de la cultura de la paz y la no violencia de la que esta tierra puede hacer gala. Desde Amparo Poch, científica zaragozana y presidenta de la Liga Española de Refractarios a la Guerra en los años 30 del siglo pasado, hasta el Seminario de Investigación para la Paz, creado en Zaragoza en los 80 y que está asociado al Departamento de Información Pública de Naciones Unidas, pasando por la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, la oenegé Movimiento por la Paz, la Asamblea Ciudadana por la Paz y un legado insumiso muy relevante, Zaragoza y Aragón destacan como tierra de paz. Disculpen la larga enumeración, no están todas, pero creo que a todas representa aquella frase de Anguita: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.
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