Todos los domingos, en el boletín ‘Política para supervivientes’, algunas de las historias de política nacional que han ocurrido en la semana con las dosis mínimas de autoplagio. Y otros asuntos más de importancia discutible.
Feijóo se hunde en el barro de Valencia
A los políticos se les coge la matrícula en las situaciones más difíciles y no las hay más reveladoras que las grandes catástrofes. Eso es aún más cierto en los que tienen responsabilidades concretas en una Administración. También vale para aquellos que no la tienen, pero que aspiran a convertirse algún día en presidentes de un Gobierno. En este último caso, se les exige que ayuden en lo que puedan y que no pongan palos en las ruedas. Que piensen que su país está en esos momentos por encima de los intereses inmediatos de su partido. En definitiva, que no hagan lo que ha hecho Alberto Núñez Feijóo estos días.
El líder del Partido Popular ha tenido como prioridad salvar la cabeza de Carlos Mazón, presidente del Gobierno valenciano. Eso pasaba por impedir a toda costa que perdiera las competencias de mando ante la crisis originada por la DANA e ignorar sus errores cometidos desde el martes. En primer lugar, buscó la foto. El mismo martes, la consiguió en Letur, Albacete. Al día siguiente, viajó a Valencia, donde se reunió con Mazón. Antes de nada, declaró la victoria de los gobiernos autonómicos, que aún no sabían a lo que se enfrentaban, y se quejó de que los ciudadanos piden a esos presidentes “una responsabilidad adicional”, cuando en realidad no es adicional, sino que son las competencias que tienen asignadas porque así aparece en la Constitución y sus estatutos.
Feijóo tuvo el descaro de quejarse de que a él no le había llamado nadie: “Nadie me ha informado de nada. He sido yo el que me he tenido que ir informando de lo que ocurre en mi país”. ¿Y de qué tienen que informarte si no cuentas con ningún cargo de gobierno? A quien tenían que informar es al que tenías detrás, Carlos Mazón. Y después pasó a meterse contra los científicos y dudar de la credibilidad de la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología). “Nadie puede tomar decisiones en función de una información que puede ser exacta, inexacta, mejorable”, dijo. Desprestigiar a los expertos de la Administración sobre meteorología es lo mismo que hizo el alcalde de Madrid después de la gran nevada de Filomena.
En el PP, ya sabían qué había que hacer. Miguel Tellado y Cuca Gamarra tuitearon varias fotos en las que sobresalía la gran aportación de Feijóo: dar abrazos. Tellado lo llamó “la España que representa Alberto Núñez Feijóo” (sic).
Lo que ya se sabía, y más cosas que se han conocido a lo largo de la semana, demuestra que Mazón no prestó la atención necesaria a las alertas meteorológicas. A las 7.31 horas del martes, AEMET elevó el nivel del aviso de naranja a rojo (el máximo) en la zona interior norte de la provincia de Valencia. Cinco minutos después, lo amplió al litoral sur de Valencia. “¡El peligro es extremo!”, avisó media hora más tarde. “No te acerques a cauces ni ramblas”, dijo a las 10.03. La AEMET no dejaba de actualizar la información. Lluvias torrenciales y peligro extremo, anunció el portavoz de la AEMET en un vídeo a las 12.27.
En una decisión que le perseguirá siempre, Mazón anunció sólo media hora más tarde en una comparecencia que lo peor había pasado y que a partir de las 18.00 las lluvias más fuertes se alejarían de Valencia. Entendió mal la información que le estaba llegando o quería dar cuanto antes sensación de normalidad (el puente del 1 de noviembre estaba muy cerca). Lo que ocurrió fue lo contrario de lo que había anunciado. La alerta que llegó a todos los móviles no se produjo hasta las 20.12. El retraso fue decisivo para la vida de muchas personas.
Algunas han recordado que esa alerta les sonó cuando estaban dentro de un coche con el agua a la altura del pecho. A esa hora, miles de personas no estaban en sus casas, sino en sus centros de trabajo de los que sus empresas no les habían dejado salir antes para protegerse. Las empresas podían escudarse en el pronóstico de Mazón, que había dicho que todo mejoraría a partir de las seis de la tarde.
Estos y otros errores no son una gran sorpresa para los periodistas de Valencia que saben qué ha hecho el Gobierno valenciano con las políticas de emergencia. Primero, Mazón entregó su gestión a Vox, que desmanteló la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) creada por el Gobierno anterior de Ximo Puig al final de su mandato. Mucha gente da demasiada importancia a este hecho. La unidad aún no se había puesto en marcha con lo que no sabemos cómo habría actuado ahora. Depende de múltiples factores. A quién pones al frente, qué recursos públicos le facilitas, cómo realizas la coordinación con las administraciones locales.
Al final, fue una decisión ideológica en el peor sentido. Recordemos que en su programa electoral Vox consideraba que todas las agencias meteorológicas autonómicas entraban dentro del apartado de “chiringuitos” que había que cerrar. Qué puedes esperar de una gente que piensa que la meteorología es un despilfarro sólo porque difunde el consenso científico sobre el cambio climático. El fanatismo y la ignorancia de estos ultras ponen en peligro la vida de la gente.
Lo que sí es cierto es que casi cualquier cosa es mejor que lo que se ha visto. “El problema es que no hay liderazgo ni existe un mando único”, contaron a Sergi Pitarch personas que asisten al organismo coordinador sobre emergencias. El secretario autonómico de Seguridad y Emergencias, Emilio Argüeso, no asiste a esas reuniones de forma presencial. Se trasladó al puesto avanzado de Paiporta para operar desde allí cuando debería estar trabajando junto a Mazón. Ahora sostiene que está allí desde el miércoles a las 11 de la mañana. Más de un día entero después de la primera alarma. “Hay una falta total de experiencia en el equipo de Mazón y el presidente tampoco se fía” de algunas personas que ocupan puestos relevantes, dijeron esas fuentes.
Como ejemplo, los seis helicópteros del Servicio de Bomberos Forestales de la Generalitat permanecieron en sus bases sin intervenir durante los dos primeros días de la emergencia, mientras el Gobierno autonómico solicitaba medios al resto de España. De las 26 unidades de esos bomberos, solo movilizaron dos el martes.
“Que el Gobierno de la Generalitat, liderado por Carlos Mazón, lo ha hecho casi todo mal es una evidencia en lo que no es momento de gastar más letras. Lo descorazonador es que siga al mando, no solo no mejorando la situación, sino empeorándola”, ha escrito Raquel Ejerique, que ha recorrido algunos de los lugares destrozados por el paso del temporal. Como apunte, el martes por la mañana, cuando la AEMET ya había dado los primeros avisos, Mazón estaba recogiendo una distinción y presumía de que “la Comunitat Valenciana es la primera autonomía de España con una estrategia de turismo sostenible certificada por AENOR” (hay foto de la agencia EFE). Cualquiera pensaría que había otras prioridades ese día.
¿Debería el Gobierno de Pedro Sánchez haber intervenido antes imponiendo su autoridad sobre la autonomía valenciana? En mi opinión, creo que cometió un error al no hacerlo cuando se conocieron mejor las dimensiones de la catástrofe, que ya se ha cobrado la vida de 211 personas. Podía haberlo hecho sin humillar a Mazón, declarando por decreto el estado de alarma y enviando a un ministro para que trabajara junto al presidente valenciano en todo lo que fuera necesario. La idea de que Mazón nunca lo pidió, lo que es cierto, no es suficiente para descartarla. Las competencias en todo esto corresponden a las autoridades autonómicas, pero esta es una situación de la máxima emergencia y el estado de alarma está precisamente para estos momentos. Ni siquiera tendría que ser ratificado por el Congreso, porque antes de quince días las competencias plenas podrían volver a la Comunidad Valenciana.
Para entender por qué no se ha tomado esa decisión, sólo hay que recordar lo que pasó en la pandemia. El PP votó tres veces a favor del estado de alarma –Vox una–, pero luego pasó a abstenerse y votar en contra en votaciones posteriores. Al PP de Casado se le ocurrió la peregrina idea de una ley de pandemias con el objetivo de devolver las competencias a las autonomías. No es que la izquierda votara en contra, es que hasta los portavoces de Ciudadanos y Vox le recordaron a Cuca Gamarra que esa propuesta era claramente anticonstitucional. La Constitución no permite a las autonomías restringir los derechos básicos. El PP apoyó por completo a Isabel Díaz Ayuso cuando su Gobierno lanzó una ofensiva propagandística con la que sostener que Madrid no necesitaba las órdenes del Gobierno central, porque se valía por sí solo.
La segunda pata de la operación de salvamento de Mazón ha consistido en cargar toda la responsabilidad sobre el Gobierno central. Feijóo nunca pidió el estado de alarma cuando visitó Valencia. Se limitó a pedir que se enviaran más recursos a Mazón. Sánchez había llamado el martes por la tarde desde India a este para preguntarle si necesitaba ayuda. Mazón le dijo que no. Luego, rechazó otras ofertas. Tardó 48 horas en aceptar el despliegue del Ejército y la presencia del ministro de Interior en las reuniones de coordinación. Mientras tanto, los medios de la derecha comenzaron a difundir informaciones que sugerían que Sánchez estaba dejando tirado a Mazón para que se comiera el marrón.
“¿Dónde está el Estado?”, se preguntaba el editorial de ABC del jueves. Trasladaba la responsabilidad a Sánchez, porque “no puede ser el presidente valenciano, Carlos Mazón, la autoridad responsable de coordinar todos los medios humanos y materiales que requiere la respuesta a la DANA”. Aparte de que las CCAA también forman parte del Estado –este es un hecho que se olvida constantemente en Madrid–, el editorial ignoraba lo que dice la Constitución y los estatutos sobre las competencias de cada ámbito. En ningún momento el periódico solicitaba la declaración del estado de alarma. No lo hizo porque no convenía a los intereses del PP. Sería entendido como una derrota para Mazón.
Luego está la ironía de que los que se preguntan dónde está el Estado se pasan el resto del año aplaudiendo las bajadas de impuestos aprobadas por los gobiernos autonómicos del PP. Como si los recursos del Estado y su capacidad de responder a estas crisis no procedieran de los impuestos.
Para apoyar el editorial de ABC, el PP valenciano repitió su titular en Twitter y escribió que el Gobierno debía “asumir su responsabilidad y considerar el estado de alarma”. Lo borró después, claro. No podía reclamar el estado de alarma, porque, si el Gobierno lo aprobaba, el PP se vería obligado a apoyarlo. Eso es algo que Feijóo no iba a permitir. Para defender a Mazón, necesitaba que se hablara del Gobierno de Sánchez, aunque no hasta el extremo de quitar al presidente valenciano de en medio.
La utilización del Ejército se convirtió en el tema al que se agarró la derecha y la extrema derecha para atacar al Gobierno. Una vez más, había que esperar a Mazón para que lo aceptara. Es la ley. Cuando lo hizo, con retraso, fue cuando comenzó el despliegue de la UME (Unidad Militar de Emergencias). Pero se pedía más: el traslado masivo de hasta decenas de miles de tropas con el fin de solucionarlo todo. Ya se sabe que la ultraderecha cree que no hay ningún problema que no puedan afrontar los militares. Es una especie de ensoñación militarista que siempre se ha utilizado en Latinoamérica para desprestigiar a la democracia. La historia de España en el siglo XIX ofrece muchos ejemplos de esa mentalidad reaccionaria que consiste en decir que todos los políticos (civiles) son unos corruptos y que los militares hacen cualquier cosa mejor que ellos.
En las películas, los despliegues militares son siempre perfectos. Aterrizan los helicópteros, salen de ellos los hombres armados y se instaura la paz. En el mundo real, las cosas son más complicadas y quienes mejor lo saben son... los militares.
En una entrevista en TVE, el general Fernando Carrillo, segundo jefe de la UME y con experiencia en Afganistán, explicó que la respuesta a las emergencias tiene sus fases y sus tiempos: “Nos gustaría a todos ir más rápido, pero la acumulación de efectivos y material a veces si no existe una estructura organizada de mando y control, si no existe una coordinación organizada o soporte logístico al personal que interviene, puede acusar efectos no deseados”.
Sería conveniente que la gente escuchara más a un profesional de la gestión de emergencias, militar o civil, que a Alvise Pérez, Iker Jiménez o a un youtuber que vive en Andorra para no pagar impuestos. En general, siempre es mejor fiarse de un profesional que de un aficionado.
El dolor insoportable por tantas vidas perdidas y las críticas a la respuesta oficial hicieron que se extendiera en redes el lema “Sólo el pueblo salva al pueblo”. Ver a miles de personas salir de la ciudad andando con bolsas en las manos para ayudar a las personas de las localidades cercanas fue emocionante, o mucho más que eso. Lo hemos visto en otras catástrofes en España. La gente se vuelca en ayudar a los que sufren en estos momentos. Los valencianos han dado un ejemplo que estremece por su calidad humana.
Pero el pueblo no lo puede todo. No puede reconstruir las carreteras y vías destruidas. No puede localizar los cadáveres que han quedado en coches o aparcamientos anegados. No puede conceder las ayudas económicas que se aprobarán para la reconstrucción. El pueblo necesita un Estado que utilice bien los recursos obtenidos gracias a los impuestos. Instituciones democráticas y servicios públicos que funcionan con profesionales con experiencia en su trabajo son los que salvan al pueblo en los peores momentos. Por dar un ejemplo entre muchos, sólo los profesionales, como estos buzos de la Guardia Civil, pueden meterse en un parking inundado en condiciones extraordinariamente difíciles.
Muchos de los que han circulado esa idea son esos ultraderechistas que no pasa un día sin que digan que España es una mierda, que nunca funciona nada y que todos los políticos son igual de corruptos (menos los suyos que ya sabemos de qué partido son). O los políticos ultras tan ignorantes o sectarios que ante una catástrofe que tendrá un coste final de miles de millones de euros recuerdan en una rueda de prensa el gasto de los pinganillos en el Congreso. Tampoco olvidemos a los imbéciles que se burlaron en la prensa del test que se llevó a cabo en 2022 con el sistema de alertas por móvil. Algo que existe en EEUU desde hace años para las catástrofes naturales, allí mucho más frecuentes. Aquí algunos decían que era algo orwelliano.
Los militares sí llegaron a Valencia y su número ha ido aumentando. Mazón solicitó la aparición de la UME el martes a las 20.36 horas. Los que crean que eso no era suficiente, y es cierto que no lo era, deben saber que el presidente valenciano no reclamó la llegada del Ejército hasta el jueves 31 de octubre.
Los militares sí llegaron a Valencia y su número ha ido aumentando. Según datos oficiales de la noche del sábado, hay 3.633 militares desplegados sobre el terreno, de los que 1.992 pertenecen a la UME. El sábado, Sánchez anunció el envío de 5.000 militares más y prometió toda la ayuda que necesite Mazón. “Las autoridades valencianas conocen el terreno mejor que nadie, saben lo que hay que hacer y si no tienen recursos suficientes que los pidan de nuevo a la Administración General del Estado”, dijo. Por cómo está siendo la gestión de Mazón, hay motivos para dudar de la inteligencia de concederle la primacía de la gestión, pero no es en sí mismo un error. Lo ha explicado el europarlamentario socialista Nicolás González Casares, con formación en gestión de catástrofes: “Quitarle el control a la Administración que mejor conoce el terreno y que gestiona la mayor cantidad de recursos y mandos en el mismo (en este caso la autonómica) en medio de la catástrofe significa perder mucho tiempo en desinstaurar e instaurar cadenas de mando (las cadenas de mando son tan importantes como disponer de suficientes recursos)”.
Hay decisiones que sí aumentan la confusión. Mientras el PP denuncia que Sánchez no asume su responsabilidad –insiste en ello con un informe propio hecho público el sábado–, Mazón anunció ese mismo día que pondrá en marcha cinco comités dedicados cada uno a un área diferente e invitó al Gobierno central a que envíe a un ministro para cada comité, donde estaría a las órdenes de un consejero autonómico. Es lo que ya se ha descrito como un 155 al revés. Mazón iba a comunicar esta remodelación en un discurso a las 14.30. La cita se retrasó varias horas. Es más fácil pensar que la estaba negociando con Génova que con el Gobierno central.
Lo que Mazón no hará, porque el PP no lo permitirá, es activar el nivel 3 de alerta que implicaría que el Gobierno central tome el control (Sánchez lo podría hacer con el estado de alarma). Las decisiones sobre las mejores medidas para afrontar la crisis se están tomando en Valencia con el objetivo de proteger los intereses del PP.
Habrá que ver cómo funcionará el comité de infraestructuras, presidido por un consejero del PP que no ha hecho mucho al respecto teniendo ante sí a Óscar Puente, que está dando una lección de cómo comunicar casi en tiempo real tanto los inmensos daños sufridos por carreteras, vías ferroviarias y puentes como los avances conseguidos hasta ahora en las obras. Sin prometer nada que no pueda cumplir y elogiando a todo el personal que está implicado en la tarea. Comparad eso con el discurso confuso de Mazón.
Feijóo respondió al discurso de Sánchez del sábado con un tuit en el que una vez más no se atrevía a pedir el estado de alarma, pero volvía a cargar la responsabilidad sobre Sánchez, no sobre Mazón. “En una emergencia nacional, ningún Gobierno espera, sino que actúa, como hace con admirable resistencia la Generalitat Valenciana y el resto de CCAA y municipios”. Todos lo hacen bien, menos Sánchez. Todo va mal en Valencia, menos lo que hace Mazón, incluso cuando la gestión le corresponde a él y puede disponer de toda la ayuda que le solicite a Sánchez.
El líder del PP está intentando utilizar esta catástrofe en su beneficio y el de su partido. No puede ser una sorpresa. Fue una característica de toda su carrera en Galicia desde 2006. Es algo que le define como político y como persona.
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