Reflexiones sobre el futuro de Toledo

Hoy, día de la ciudad de Toledo por celebrarse la festividad de San Ildefonso, es necesario hacer una reflexión sobre lo que queremos dejar a futuras generaciones. Valga por delante la disculpa a los lectores de un periódico, que es regional, por focalizar el tema en la capital, pero a fuer de ser centralistas, parte de lo que aquí se dice, por extensión, puede aplicarse a otros ámbitos de la gestión del territorio.

Nos encontramos ante una disyuntiva definitiva: trabajar por una ciudad que preserve la esencia de lo que fue. Ya saben: Patrimonio cultural y patrimonio inmaterial, con un urbanismo, edificios, vecinos y convivencia que la han definido hasta prácticamente ayer. O apostar por una ciudad que viva de la esencia de lo que fue: el Patrimonio cultural como fuente de riqueza. Creo que ahí está la clave y, en torno a esta idea, vienen fructificando las decisiones políticas. Y no sólo de esta corporación, ya que los agentes y grupos de intereses vienen haciéndolo desde hace varias legislaturas. Lo que ocurre es que la última explicita el proyecto dando un paso mayor y decisivo hacia este último modelo.

Si el Plan de Ordenación Municipal del Territorio ya apostaba por la especulación del suelo, facilitar la apertura de parques de ocio, infraestructura hotelera y hostelera, dirigido a la atracción del turismo de masas, la corporación actual acelera el paso con el proyecto de infraestructuras de aparcamientos, comunicaciones y expansión en la recalificación urbanística y de uso del territorio. 

Si la administración municipal apoya entusiásticamente el modelo, la Consejería de Educación, Cultura y Deporte, la de Fomento o la de Desarrollo Sostenible se pondrán manos a ello, aún con los vaivenes a los que nos tienen habituada la lucha partidista o las tensiones internas en los partidos. La Iglesia católica, propietaria de gran parte del suelo y monumentos capitalinos, opta también por la inmersión en el mercado turístico como fuente de financiación.

Mientras, el Consorcio de la ciudad de Toledo es un elemento instrumental que financia puntualmente la conservación de parte del patrimonio inmueble, mueble o inmaterial y facilita titulares a las instituciones para que den una imagen amable de la actuación política, mera distracción de las grandes decisiones de futuro. 

No encontramos insalvables obstáculos a estas pretensiones. Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, Real Fundación de Toledo, la voluntariosa Plataforma en defensa del Patrimonio Histórico, Artístico, Cultural y Natural de Toledo, la Plataforma del Tajo o los movimientos sociales o partidos minoritarios de corte izquierdista sólo pueden puntear este o aquel tema específico, ya sean restos arqueológicos, paisaje cultural o afección a espacios singulares. Por último, de la Universidad regional nada se espera de su necesario pero ausente papel que aportara un corpus teórico proactivo que diera pautas de reflexión y actuación a los distintos actores que intervienen en este campo. No estamos en contra del crecimiento de la ciudad, de los cambios urbanísticos, pero hay más modelos que el que ahora refuerza.

Lamento mostrar a los lectores y lectoras de esta columna este pesimismo, pero mucho me temo que solo nos queda invocar a San Ildefonso para que, como él, un estadista atrevido aborde un verdadero Plan Estratégico que nos saque de esta deriva y haga obrar un milagro de la mano de Ezquiaga Arquitectura en la redacción del nuevo Plan de Ordenación Municipal de Toledo.