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¿Prevenir los daños de las grandes inundaciones?: “Es difícil si la ciudad ya está metida en los cursos fluviales”

Vista de los desperfectos causados en un coche tras las lluvias de la Dana en el municipio de Magán, Toledo este martes. EFE/ Ángeles Visdómine

Francisca Bravo Miranda

20 de septiembre de 2024 21:08 h

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Si puede resultar “sencillo” entender por qué se inundan una y otra vez las mismas localidades cada vez que se produce una gran tormenta, lo que es más “difícil” es encontrar una solución que prevenga los destrozos que provoca el agua. Pero el trabajo en llegar a estas soluciones está ahí, y se está realizando de manera global. Así se ha abordado en el Congreso Internacional 'Water and the Cities' -'Agua y las ciudades'- que ha acogido esta semana la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Castilla-La Mancha, en Toledo.

En su primera edición, el congreso se ha centrado entre la relación que tienen los entornos urbanos con este recurso, poniendo especial énfasis en los retos que tendrán las ciudades ante la gestión del agua en un contexto de cambio climático.

Ya en la ponencia inicial, el profesor Enrique Sánchez resaltaba la importancia de que aunque cada vez va a llover “menos” en términos anuales, sí aumenta la probabilidad de que se produzcan precipitaciones más intensas, más torrenciales. Por eso, Sánchez subrayaba la importancia de contar con una imagen “lo más clara posible” de los eventos a los que se puede enfrentar una ciudad en específico. “Hay que ser conscientes, y eso lo saben en la planificación, donde hay tendencia a que los ríos, los torrentes, los barrancos acumulen agua cuando se producen esas precipitaciones muy intensas en muy poco tiempo”, ha planteado al respecto. “La gestión urbanística tiene que ser consciente de dónde son esos puntos y minimizar el riesgo”, ha añadido.

La profesora Beatriz Larraz, que también dirige la Cátedra del Tajo, explicaba que se deben introducir nuevas propuestas y modelos de gestión, frente a soluciones “clásicas” que “vemos que no funcionan”. En concreto, Larraz hizo referencia al proceso de esponjamiento de la tierra y de cómo el desarrollo urbanístico debe planificarse en conjunto con elementos naturales que ayudan a la absorción del agua. “Siempre y cuando nosotros vayamos haciendo canales y no respetemos las lagunas de inundación, esas zonas que tiene el río para poder expandirse de forma natural, pues es cuando se producen las inundaciones”, expuso la experta.

“Vamos a intentar incorporar estas medidas basadas en la naturaleza para ver si conseguimos algo”, especificaba la directora de la Cátedra del Tajo.

Las soluciones, tras haber “alterado” los espacios fluviales

Raúl Urquiaga, también de la Cátedra del Tajo, expuso en el Congreso las soluciones que se pueden plantear tras lo ocurrido en la región en la DANA de septiembre de 2023 (y también la de 2022). “Lo que hemos valorado es si esas inundaciones han sido agravadas de alguna manera por errores en la ordenación del territorio, en la ordenación urbanística y por la ocupación del espacio fluvial y también por la transformación morfológica de los cursos fluviales. Desde ahí, hay que plantear soluciones”, explica. En concreto, se ha tratado el caso de 18 localidades de Toledo, entre ellas la capital autonómica, donde efectivamente “se ha ocupado y alterado el espacio fluvial”, explica.

“Son estas canalizaciones, cauces soterrados, impermeabilización del espacio fluvial y finalmente la ocupación de las zonas inundables lo que ha favorecido la inundación y sus mayores daños”, recalca Urquiaga. La profesora de arquitectura, Adelaida del Puerto, exponía en el congreso que, por ejemplo, el mismo Hospital Provincial de Toledo está ubicado muy cerca de zonas inundables, lo que abre la posibilidad de que un centro sanitario quede “inutilizado” por una inundación.

“La causa es sencilla de explicar, porque al eliminar vegetación de ribera, lo que se hace es reducir la acción de retención del agua. Entonces se favorece el traslado de la misma, así como de sedimentos aguas abajo. Con estas obras también se incrementa la energía del agua y sus dificultades para liberarla. Es decir, si un río está canalizado, cuando su caudal se sale de su cauce, llega a la zona de inundación y lo hace con mayor intensidad y produciendo mayores daños”, describe Urquiaga. Pero lo “difícil” es intervenir en lugares en los que la ciudad ya se ha construido en el cauce de un río.

“Se ha valorado erróneamente el riesgo [de ocupar zonas marcadas como inundables]. Es algo que vemos de forma generalizada en el centro de la península y, sobre todo, con zonas de ríos con poco caudal o caudales temporales, como es el caso de la provincia de Toledo”, explica el experto. Urquiaga afirma que, efectivamente, “lo más eficiente sería llevarse la ciudad”, pero que la propuesta es establecer medidas que favorezcan la retención y la infiltración del agua, en concreto interviniendo “aguas arriba”.

“Realmente, lo que necesitan los ríos es más espacio y menos regulación, tramos con más vegetación, que es un elemento fundamental. Y lógicamente hay que aprender a vivir con las inundaciones”, asegura, por lo que se deben tener en cuenta medidas de prevención que comienzan con el desarrollo urbanístico. Además, Urquiaga afirma que existen varias soluciones “falsas” como “culpar al río”. “Dicen que el problema es que hay que limpiar los ríos y canalizarlos, pero son medidas contraproducentes que solo sirven para gastar dinero”, concluye.

El alumnado apunta al “desconocimiento”

En las conclusiones, todavía informales, del congreso, la profesora de arquitectura Adelaida del Puerto apuntaba a que se ha perdido parte de la “memoria” del desarrollo urbano de pueblos como el egipcio que sí tenían en cuenta las crecidas de los ríos. A esto, Beatriz Larraz añadía que precisamente esta, la de suavizar las pendientes de las orillas de los ríos, es una de las “principales medidas” a tener en cuenta. El estudiantado presente en el final del congreso comentaba también en la necesidad de trabajar en proyectos que siempre tengan en cuenta las zonas inundables, y en ofrecer apoyo para evitar la falta de conocimiento al respecto en sus propias localidades. “Lo que menos se conoce es lo que tenemos más a la mano”, concluyó la profesora y arquitecta chilena, Sandra Iturraga.

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