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Vino a granel: ¿es todo malo o existen ejemplos de calidad?

Bota de vino a granel en el Celler Florida, Barcelona. Foto: Jordi Sabaté

Linda Silva

Si echamos la vista atrás y pensamos en los tiempos en los que nos iniciamos en el mundo del vino, seguramente recordaremos con nostalgia alguna pequeña y antigua bodega en la que solíamos beber vinos a granel. Ese vino regalón que rápido se subía a la cabeza, no era precisamente el súmmum de la exquisitez. Pero, ¿realmente debemos pensar que todo vino a granel es de mala calidad?

Somos quizás unos obsesos del marketing y nuestro trauma y prejuicios pueden venir efectivamente del consumo de una bebida a granel más muerta que viva, pero lo cierto es que empiezan a surgir vinos buenos en formatos controvertidos e innovadores, que van más allá de la botella de vidrio y que están rompiendo estereotipos, sobre todo en los mercados de Estados Unidos e Inglaterra.

De la tradición a la innovación

“Vino a granel siempre ha habido, es una tradición y un volumen de elaboración muy alto; yo diría que en España en general se elabora más vino a granel que vino embotellado, pero el tema está en qué es realmente ese vino y con qué fin se elabora” comenta Miguel Figuini, cofundador del Winemakers Lab, un proyecto de elaboración alternativa de vinos artesanos. “En general las cooperativas sacan ese producto como segundas o terceras marcas, y sí es cierto que el vino a granel de calidad es una concepto muy joven”.

¿Y por qué hay tantos prejuicios contra estos formatos de vinos? “La tradición entiende que el vino embotellado es sinónimo de calidad; en otros países tienen más acogida los formatos a granel, o alternativos a la botella, en primer lugar porque no tienen la percepción de consumidor que tenemos aquí”, prosigue Figuini. “Nuestra larga experiencia de que todo lo que nos sirven a granel es malo”, indica, “nos predispone a crear todo tipo de connotaciones negativas frente al vino que no viene embotellado”. 

Nuevos formatos para contener el vino

Si es cierto que el vino a granel se ha destinado a vinos de segunda, en la actualidad se está luchando por cambiar esta percepción, y más allá de la botella empieza a haber algo de calidad. El bag in box, por ejemplo, es un formato en el que el vino se envasa en una bolsa aislada de la luz y el oxígeno, y esta provista de un dispensador de sencillo uso. Este recipiente de fácil portabilidad puede conseguirse en diferentes tamaños, y el vino sobrante de su interior puede conservarse durante más tiempo que el que vino embotellado.

También se está empezando a experimentar con el vino en barril de 20, 30 o 50 litros que se puede servir desde un tirador, al estilo de la cerveza. El vino en barril cuenta con buenas ventajas de conservación, ya que al igual que el bag in box, al estar envasado al vacío, no deja entrar ni luz ni oxígeno, lo que conlleva una vida más larga de la bebida. El formato de 20 litros es además especialmente útil en el caso de la hostelería, pues permite ir cambiando la propuesta de vinos por copas con regularidad.

“Otra de las barreras de entrada del vino a granel en cualquier formato es la percepción de calidad: se tiene que hacer un esfuerzo por demostrar que eso que hay en ese envase está bien, un problema que no lo tienen los cerveceros artesanos, por ejemplo, pues heredan de la cerveza de volumen el formato de tiraje y no tienen ningún problema, y se vende mucha más cerveza tirada que en botella pequeña, al menos en la restauración”. 

¿Vino en lata? Sí, en lata

Uno de los formatos que están generando cierta controversia y que es un mercado en alza en Estados Unidos, es el vino en lata, pura innovación para unos, una aberración para otros. El vino en este tipo de contenedor no es innovador solo por su recipiente, sino también porque supone un cambio de visión y una manera de repensar el lenguaje del vino convencional, así como la aparición de otro tipo de consumo y de consumidor.

El vino en lata está pensado para consumirse directamente de la lata, y supone un único consumo, mientras que la botella requiere abrir y guardar o consumir en su totalidad al momento. Este formato al que estamos tan acostumbrados, pero que no imaginábamos para el vino, está siendo el blanco de grandes campañas de marketing en el que más que su calidad, se enfatiza su portabilidad, y se señala como el compañero ideal de todo tipo de celebraciones informales, barbacoas o días de playa, y aquellos eventos en el que conseguir una copa o un sacacorchos puede ser una osadía.

El mercado de los nuevos formatos

En la actualidad hay productores que se están interesando cada vez más por los formatos alternativos a la botella, y están empezando a destinar producciones de calidad con el fin de lanzarlas al mercado. Aun así, “los primeros que van a incorporar este tipo de envases aquí no van a ser los canales de venta de vino tradicionales, ni los bares de vinos que manejan el producto como algo que muy exclusivo”, dice Figuini.

El vino a granel puede cumplir las expectativas del cliente final si es tratado con el mismo cuidado que el vino embotellado en vidrio, y ya hay precursores que apuestan por su venta y consumo que han entrado en el juego: tiendas vinícolas, el sector del catering y negocios que quieren ofrecer un producto a granel único y que apuestan por dar un giro a los modelos de negocio convencionales.

Al fin y al cabo, y aunque quede un largo camino por recorrer, “no es el formato sino el vino que se envasa” el que marca la diferencia. Ya sea bag in box, lata, barril o botella, el contenido debe ser de calidad, y eso es lo que marcará realmente la diferencia. Después de todo, tras muchas reticencias nos estamos acostumbrando al consumo de vinos con tapón de rosca

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