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Icíar Bollaín reivindica la figura de Nevenka y pide acabar con el silencio ante el acoso en su nueva película

Icíar Bollaín da instrucciones a Mireia Oriol y Urko Olazabal en el rodaje de una escena de 'Soy Nevenka'

Javier Zurro

Zamora —
20 de marzo de 2024 22:03 h

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Icíar Bollaín corta la escena. Se acerca a dos de los figurantes sentados en una mesa que solo aparecen de fondo y le da a uno de ellos una indicación: “Tú ves el gesto que hace, pero haces como que no lo ves”. Parece una corrección sencilla, pero en ella hay mucho más. La escena que ha cortado pertenece al rodaje de Soy Nevenka, la película que termina de grabar este viernes y que cuenta el caso de Nevenka Fernández, la concejala de Ponferrada que en 2001 denunció al alcalde de la localidad leonesa, Ismael Álvarez, por acoso sexual y laboral. Logró, un año después, la primera condena contra un político por aquellos comportamientos que, en aquel entonces, pocos veían con malos ojos.

Lo que esconde la indicación de Bollaín a esos extras refleja lo que hizo España con Nevenka durante años. Miró a otro lado. Vio lo que ocurría pero prefirió callar. Sabían que había un abuso de poder claro pero rieron las gracias. Fue peor, cuando se atrevió a denunciar, la opinión pública y los medios se echaron a su cuello. Dio igual que un tribunal le diera la razón, el juicio social lo había ganado el machismo y la cultura de la violación. Nevenka tuvo que huir de España, y no ha regresado a pesar de que ahora su caso sea considerado pionero y uno de los motores de ese 'Hermana, yo sí te creo', que se hizo himno tras del el caso de 'la Manada'. 

Más de 20 años después, el cine restituye aquel agravio de la mano de Icíar Bollaín, que en el guion ha estado acompañada de Isa Campo, con quien también escribió Maixabel. Para rodar parte del filme intentaron hacerlo en Ponferrada, donde ocurrieron los hechos, pero ante la ausencia de respuesta del Ayuntamiento actual, en manos del PP junto a Vox y Coalición por el Bierzo, decidieron ir a filmar a Zamora. La plaza mayor de la ciudad se ha convertido en la localidad del Bierzo, y una placa indica que allí, aunque sea por unos días, se encuentra el Ayuntamiento de Ponferrada. 

Bollaín reconoce en el descanso para comer que intentaron rodar en Ponferrada “porque tenía todo el sentido”. “No nos dijeron ni que sí ni que no, la realidad es que no acabaron de contestarnos. Nuestra petición se quedó en un limbo y empezamos a valorar otros sitios. Luego hemos sabido por la prensa que no nos querían dar el permiso. De todas formas creo que es más sencillo contarlo en otro lugar, porque él es una persona que todavía tiene mucho peso allí y también mucho respeto por muchos ciudadanos. Cuando ruedas en un lugar necesitas mucha participación, y no creo que esta sea la película que él elegiría hacer”, indica.

A pocos metros del Ayuntamiento, en una cafetería vestida con carteles del año 2000 y eventos de Ponferrada, los dos protagonistas del filme, que se estrenará el próximo 27 de septiembre, se preparan para una escena que tiene lugar cuando Nevenka ya ha terminado su relación con Ismael Álvarez pero sigue siendo acosada por él. Un encuentro donde él le dice una frase que la deja petrificada: “Mira cómo tengo que poner las manos cuando estoy a tu lado”. Son necesarias cinco tomas para que quede perfecta. Bollaín va modulando el tono de los actores y está pendiente de los extras antes de pasar al contraplano que rodará mostrando otro punto de vista de la misma conversación. 

Todos somos testigos de muchas cosas y ayudaría mucho a las víctimas si los que estamos alrededor decimos algo, pero hay mucha impunidad

Icíar Bollaín Cineasta

Nevenka Fernández visitó el rodaje unos días antes, se leyó varias veces el guion y preguntó cualquier duda que tuvo. En dos líneas temporales el filme se centra en el arco que va desde que conoce a Ismael Álvarez hasta el juicio. Una estructura no lineal que habla de la “España del año 2000”. Para la directora “hablamos cada vez más de acoso, afortunadamente”, pero no está “muy segura de que sepamos qué pasa dentro del acoso”. “Hay un trabajo que hace el acosador para dejar a la persona paralizada, sin autonomía, sin capacidad de pensar y sin capacidad de reaccionar. El acosador es una persona que da una de cal y una de arena, y en este caso además había tenido una relación con él y se sentía culpable. Hay muchas, muchas cosas que ocurren dentro del acoso que paralizan a la víctima. Y también está la vergüenza y está la culpabilidad. Hay muchos elementos que hemos intentado contar y esperamos haberlo conseguido”, dice la cineasta.

Uno de esos elementos es ese silencio cómplice. “Siempre ponemos el dedo en las víctimas y decimos que hablen, y yo digo que sí, que hablen, pero que hablemos. Todos somos testigos de muchas cosas y ayudaría mucho a las víctimas si los que estamos alrededor decimos algo, pero hay mucha impunidad, porque para que esto ocurra también tiene que haber mucha gente callada”. Bollaín subraya el cambio social que se ha vivido en este tiempo y que se ha visto “con Jenni Hermoso y 'la Manada'”. “Es verdad que sigue habiendo una parte de la sociedad que no se pone del lado de la víctima, pero hay una gran parte de la sociedad que ya responde, y esto no ocurrió cuando Nevenka. Todo lo contrario, la respuesta social fue bastante terrible, se quedó muy sola y además se la culpabilizó bastante de lo que pasó”.

Una lloradita y a seguir

Para una película que se llama Soy Nevenka era, evidentemente, fundamental encontrar a su Nevenka. Bollaín la halló tras un proceso de castings en Mireia Oriol. Para Ismael Álvarez recurrió a Urko Olazabal, su descubrimiento en Maixabel (por la que ganó el Goya). Se alejó de buscar el parecido físico y buscó en ella una mezcla de “fuerza y vulnerabilidad”. Destaca la relación que se ha formado entre ambos y que es fundamental para afrontar escenas muy duras y poder irse a la cama sin el personaje en la mochila. 

Una relación que se ha construido por el esfuerzo de ambos. Cuando Urko Olazabal supo quien iba a ser su compañera pidió permiso a Bollaín para conocerla. “Le dije a mi mujer que teníamos que invitarla a casa para que viera cómo somos, porque teníamos escenas muy íntimas, no de amor, sino de dominación, y yo no quería perturbarla. Yo tengo 20 años más que ella y además tengo encima la mochila de todos los hombres, que han hecho mal estas cosas. Quería que ella tuviera confianza, porque los hombres, y los actores hombres, nos hemos ganado mucha desconfianza en este negocio, así que lo primero que quería era que confiara en mí”, recuerda.

Oriol aceptó la oferta y se fue a Bilbao con su pareja y pasaron unos días todos juntos. “Ahora somos muy amigos. El segundo día estaba temblando, le llamé y me dijo, ‘vamos a andar’. Hemos compartido mucho. Después de esas escenas tan duras yo le decía, ‘bueno, ahora una llorada y seguimos’, porque se me quedaba toda la angustia dentro y algo tienes que hacer con eso, así que yo hacía mi lloradita y seguía, y le decía a Urko, que sepas que voy a llorar pero no es por ti, es que voy a sacar todo esto”, añade. Para ella hay un cambio fundamental en todo este tiempo, y es esa red que se ha tejido entre las mujeres y que hace que ella lo tenga tan claro como Nevenka: “Ya no nos vamos a callar”.

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