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Ocho cosas que (tal vez) no sabes de los padres de Studio Ghibli

Francesc Miró

28 de noviembre de 2016 19:20 h

Cuando hace tres años Hayao Miyazaki anunció su intención de retirarse, muchos no terminaron de creérselo. El cuento de Pedro y el Lobo: lleva desde 1994 diciendo que no puede seguir el ritmo de trabajo de la compañía. Que le gustaría retirarse antes de que alguien lo sugiriera. “Al final todo se reduce a lo que puedes exigirte a ti mismo”.

Tres años después, tras el estreno de La princesa Mononoke, volvió a insinuar que había llegado el momento de jubilarse. Entre Mononoke y la que aseguró sería su última película, El viento se levanta, ha habido otras tres, incluyendo su obra maestra El viaje de Chihiro. Hace unos días anunció en la televisión pública japonesa que estaba trabajando en una última película, esta vez sí, que se estrenaría antes de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Hasta entonces, el padre de Totoro dedicaba su tiempo a trabajar en un corto para el Museo Ghibli y a realizar un manga. Dolmen Editorial lanzaba Hayao Miyazaki e Isao Takahata: Vida y obra de los cerebros de Studio Ghibli. Poco o nada ha trascendido del argumento del nuevo proyecto, pero saber que Miyazaki sigue activo es razón suficiente para volver a hablar del gran maestro vivo del género y de su compañero Isao Takahata, las dos cabezas pensantes de Studio Ghibli. Hoy repasamos algunas de las historias más desconocidas de los creadores del mejor estudio de animación del mundo, de la mano de este extenso ensayo.

Miyazaki se casó por amor a la animación

En 1958, el director de Mi vecino Totoro quedó fascinado por la calidad de una película llamada Panda y la serpiente mágica. Panda está considerado como el primer anime en color de la historia y había nacido, precisamente, en la misma factoría en la que él empezó a trabajar en 1963, la enorme Tôei Dôga. La fascinación que sentía por aquel título le llevó a querer conocer personalmente a la gente que había participado en su producción. Así conoció a Akemi Ôta, una joven y talentosa artista que había sido una de los primeras animadoras de la plantilla de la compañía.

Miyazaki sentía que había tanto que aprender de ella que, al poco de conocerla, se atrevió a pedirle una cita, pese a que no era más que uno de los “novatos” de la empresa. En un año habían pasado por el altar y en menos de un lustro tenían al vástago y futuro realizador Goro Miyazaki.

Sin la animación francesa no existiría Heidi

HeidiIsao Takahata nació en 1935. Es mayor que Miyazaki y, en cierto modo, ha sido su mentor y mano derecha desde que se conocieron. Ambos fundaron el Studio Ghibli y sentaron las bases de lo que sería la factoría a mediados de los ochenta. Aunque Miyazaki se ha llevado la mayoría de los méritos internacionales, Takahata es el padre de series tan famosas como Heidi o Marco, de los Apeninos a los Andes. Sin él no existirían estos míticos personajes, ni tampoco Ghibli. Hasta puede que no hubiésemos oído hablar jamás de Miyazaki.

Lo cierto es que Takahata estuvo a punto de seguir los pasos de su padre y convertirse en profesor. Estaba estudiando literatura francesa en la Facultad de Letras de la Universidad de Tokio y le fascinaba la lectura y la música. La animación no era una prioridad, era más bien un hobby. Hasta que un día, los alumnos de su clase tuvieron que ver el clásico francés de Paul Grimault Le Roi et l'Oiseau. Después de aquello, el joven Takahata decidió que no sería profesor sino creador de historias animadas.

El padre de Totoro, marxista declarado

En 1964, mientras Miyazaki trabajaba en la Tôei Dôga, el estudio sufrió una grave crisis interna que obligó a la empresa a reducir los salarios de sus empleados y a aumentar sus jornadas. Un malestar se apoderó del realizador que, por aquel entonces, debatía de política con la misma Akemi Ôta y su amigo Norio Hikone. Ellos le convencieron para que se afiliase al sindicato de trabajadores que le permitiría defender un modelo de trabajo más equitativo dentro de la factoría. No les costó convencerle: en su época universitaria el animador defendía los postulados de El Capital y se autoproclamaba marxista convencido.

Años más tarde renunciaría a dicho modelo teórico en pos de su propia manera de entender el pensamiento de izquierdas. A día de hoy mantiene algunos de los estandartes ideológicos de entonces en sus películas, las mejores de las cuales son críticas arrebatadas contra el capitalismo y la sociedad de consumo. Es más, el marxismo influiría también la organización del trabajo de Studio Ghibli, donde el reparto de responsabilidades y la horizontalidad serían modelo organizativo.

Takahata, la iniciativa en la sombra

El creador de Heidi tuvo siempre la iniciativa de las mayores decisiones de la carrera de los dos grandes nombres de Studio Ghibli. De no haber sido por su constante búsqueda de mejoras salariales y laborales, Miyazaki se hubiese conformado en ser otro animador más de la Tôei Dôga.

Takahata fue quien convenció al director de El viaje de Chihiro para que abandonasen juntos la factoría y fichasen por otro estudio llamado A-Pro. De allí pasaron luego por la Nippon Animation y la Tokyo Movie Telecom Animation, labrándose un nombre en la industria. En 1982, siendo amigos y compañeros desde hacía veinte años, Miyazaki dejó Telecom y Takahata le siguió. Estaban preparados para trabajar de forma independiente. Tres años después nacería Studio Ghibli.

Mi vecino Totoro, una infancia dura

Mi vecino TotoroAunque Nausicaä del Valle del Viento se suele meter dentro del mismo saco que las demás películas de Miyazaki, lo cierto es que él y Takahata la hicieron antes de la fundación oficial de Studio Ghibli. El primer largometraje de la compañía fue El castillo en el cielo a la que siguieron La tumba de las luciérnagas (Takahata) y Mi vecino Totoro (Miyazaki), ambas estrenadas en 1988. El díptico supone el aterrizaje internacional a gran escala de ambos talentos. Pero aunque la primera es una auténtica obra maestra, la segunda se ha convertido en el símbolo por excelencia de la compañía.

Mi vecino Totoro es, además, la película más autobiográfica y personal del autor. Cuenta la historia de una familia que se muda de la ciudad al campo debido a la enfermedad de una madre que, como la del propio Miyazaki, se encontraba postrada en la cama debido a la tuberculosis. La película es, en el fondo, una recreación de la infancia que el animador pasó en Tokorozawa. El nombre de la población, de hecho, podría ser el gen de Totoro, la mascota del estudio. Aunque también se dice que el mote deriva de la pronunciación de “troll” que en japonés se pronunciaría “tororu”.

Hayao Miyazaki no dibujó El viaje de Chihiro

El viaje de ChihiroSi Mi vecino Totoro es el símbolo de la compañía, El viaje de Chihiro es la cima de su éxito. Pero resulta ser que la película más famosa de Studio Ghibli es también la primera en la que Hayao Miyazaki no se implicó directamente en el trabajo técnico. Antes de este filme el realizador se pasaba horas dibujando storyboards y diseñando detalles y personajes junto a su equipo. Entrado el nuevo milenio, el animador decidió apartarse del trabajo de producción en el sentido estricto de la palabra.

Acababa de cumplir los sesenta y le pesaban más de lo que le hubiese gustado admitir. También pesaban sus problemas de vista, más graves cada día. El nivel y ritmo de trabajo que tenía que asumir para realizar la ambiciosa película que tenía en mente le hizo tomar la decisión: si no quería lastrar el proyecto con sus limitaciones, tenía que delegar todo el trabajo de producción en su equipo.

Del horror de la explotación infantil al Oscar

Es fácil escuchar que El viaje de Chihiro se trata de una interpretación a la japonesa de Alicia en el país de las maravillas, aunque Miyazaki siempre lo ha negado. En cambio, a menudo menciona el libro infantil Kiri no mukô no fushigina machi como uno de los puntos de partida más elementales. A éste se le sumaron inspiraciones como El carnaval de las tinieblas de Ray Bradbury, Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi o La Odisea de Homero. Como referencias no niponas, porque la película está intoxicada de leyendas y cuentos del sintoísmo, la religión nativa en Japón.

Estas son las referencias, pero el germen es más sorprendente. Cuenta el realizador en Starting Point 1997-2008 que todo empezó con un documental que vio en la televisión pública nipona. En aquel programa se denunciaba el trabajo infantil en Perú y las imágenes se le quedaron grabadas. Poco después habló con el productor Toshio Suzuki asegurándole que en su próxima película trataría el trabajo infantil. El ánimo de denuncia entró en el cocktail de ideas y, al tiempo, vería la luz El viaje de Chihiro.

Studio Ghibli: lejos de terminar la historia

Muchos auguraron el final de Ghibli cuando se vio que Takahata y Miyazaki se alejaban de la producción animada. Hoy los dos fundadores de la compañía tienen 81 y 75 años respectivamente. Sin embargo el primero dio signos de estar trabajando en algún proyecto cuando declinó la invitación a formar parte de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas por motivos laborales.

El segundo, como hemos visto, se encuentra inmerso en la creación de un manga de samuráis y hará una película antes de 2020. Además, recientemente Studio Ghibli ha estampado su firma en coproducciones como The Red Turtle, que a su paso por Cannes se hizo con el premio especial del jurado Un Certain Regard. Por suerte para todos, queda Studio Ghibli para largo.