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Análisis

Cómo la guerra de Trump contra la OMS y USAID pone en peligro la salud global

El presidente de EE.UU., Donald Trump.
16 de febrero de 2025 22:31 h

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El pasado 29 de enero, Uganda confirmó que un enfermero de 32 años fallecía en la capital del país, Kampala, a causa de un nuevo brote de ébola. En enero de 2023 se dio por erradicada la enfermedad y desde entonces no se dieron nuevos casos. Sin embargo, la muerte del enfermero ha alertado a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que esa misma semana confirmó el envío de 2.160 dosis de la vacuna en pruebas a Uganda para suministrarlas a las personas que habían estado en contacto con el paciente.

Nueve días antes, Donald Trump había firmado en uno de sus primeros decretos la salida de Estados Unidos de la OMS, llegando a ser efectiva al 100% en enero de 2026 lo que complicará todavía más la situación en este país. Menos de dos semanas después, ha decidido acabar prácticamente con toda la Agencia de los Estados Unidos para el desarrollo internacional (USAID). La web no funciona e indica que todos los empleados excepto aquellos en “misiones críticas” están de baja forzada hasta resolver la situación en un plazo de noventa días.

Esta decisión supone la paralización de todos los estudios para buscar avances en salud, desde programas para el tratamiento de la malaria en menores de cinco años en Mozambique, pasando por un método de detección y tratamiento del cáncer de cuello uterino en Malaui o programas de nutrición a niños en Etiopía.

Trump ha decidido continuar el plan que ha trazado Elon Musk, el hombre más rico del mundo y ahora nuevo director del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Musk acusa a la USAID de “organización criminal” y ha ordenado meter “en la trituradora” a la agencia de desarrollo más importante del mundo acusándola de ser “una operación psicológica política de izquierda radical” y un “despilfarro de dinero descabellado”. Sin embargo, la agencia supone tan solo un 1% del presupuesto anual del gobierno y de no llegar al 0,3% del PIB del país, menos del 0,7% de la recomendación de gasto de la ONU a países de altos ingresos.

Todo esto se ha alimentado de bulos como el lanzado y repetido por el presidente estadounidense de que USAID había enviado “50 millones de dólares a Gaza para comprar condones para Hamás” que además “utilizan para hacer bombas”. Tras investigar el presupuesto de USAID se vio que ese dinero no existía y que se podía estar confundiendo con un programa para frenar las enfermedades de transmisión sexual en una provincia del mismo nombre, Gaza, pero en Mozambique, a miles de kilómetros.

A pesar de estar basada en bulos, la decisión tomada supone un peligro estructural a la salud global y la ayuda humanitaria. Estados Unidos es el principal contribuyente a la OMS con un 15% del presupuesto anual, unos 723 millones de dólares en el año 2024. Por su parte, el país dedica 68.000 millones de dólares al año en ayuda al desarrollo, de los cuales 42.000 millones se canalizan con USAID. De todo ese dinero dos tercios van dedicados a la salud y a ayuda humanitaria urgente, como por ejemplo los 1,4 mil millones de dólares que se han invertido desde 2022 en la guerra civil en Sudán para ayudar a los más de un millón de desplazados.

La salida de la OMS y la USAID supone todo un reto para el futuro y un freno absoluto a los avances contra enfermedades. En 2021, la OMS aprobó la primera vacuna contra la malaria y ahora los investigadores están cerca de conseguir la del ébola, una de las más mortales del mundo. 

Pero no son las únicas, este dinero de ayuda al desarrollo de Estados Unidos es vital para evitar el peligroso regreso de enfermedades que ya se dan casi por finalizadas. La cuarta parte del presupuesto de la OMS va dedicado a la erradicación de la polio en el mundo, una enfermedad todavía endémica en países como Afganistán o Pekín. El haberla eliminado en un país no es síntoma de erradicación total, en África se dio por finalizada la polio en 2020, pero dos años después volvieron a resurgir casos en Malaui y Mozambique.

Algo similar ocurre con enfermedades que volvieron en la segunda década del siglo XX reapareciendo como brotes violentos, como por ejemplo la viruela símica (mpox), con más de 15.000 casos en países africanos y 55 muertes o el virus del Marburgo, una enfermedad similar al ébola que en 2024 volvió a aparecer en Ruanda y que ha cruzado la frontera hacia Tanzania, causando ya diez muertos en lo que va de año, el 100% de los afectados.

A ello se suma la cantidad de muertes que se están evitando y que ahora se ponen en duda. En Kenia, decenas de personas con VIH han ido a los hospitales para conseguir sus antirretrovirales y se han encontrado con que no había personal de la USAID. La organización contribuye a proyectos contra la enfermedad en todo el mundo y especialmente en el cono sur del continente, donde se concentran los ocho países con mayor tasa de prevalencia del mundo.

En Sudáfrica la USAID dedicó en 2023 527,5 millones de dólares en ayuda al desarrollo, de los cuales 220 millones fueron para programas contra el VIH con tratamientos antirretrovirales o para el estudio de una vacuna con tecnología mRNA contra el VIH, ahora paralizado.

La combinación de la salida de la OMS y el fin de la USAID supone un riesgo global para la salud. El peligro no es solo no poder frenar brotes de nuevas enfermedades, sino echar a perder los logros de las últimas décadas. 

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