El consumo de madera para viviendas o calefacción genera enfrentamientos en Uganda entre refugiados y población local
La tala de millones de árboles en algunas zonas de Uganda ha desatado enfrentamientos entre la población local y los refugiados que han llegado huyendo de los conflictos en Sudán del Sur y la República Democrática del Congo (RDC): utilizan la madera como combustible, para construir casas y para hacer carbón. Tanto en el norte como en el oeste del país, donde se calcula que viven más de un millón de refugiados, la deforestación masiva ha despertado una protesta común entre las comunidades locales.
Joël Boutroue, representante de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, afirmó que el asentamiento de refugiados estaba causando un daño medioambiental generalizado. “Cada refugiado corta alrededor de 20 árboles por año. La población local ve cómo se está devastando su entorno natural”, dijo. “Queremos aliviar las tensiones. Realmente queremos encontrar una solución y, cuanto antes, mejor”.
En octubre, un informe realizado en conjunto entre la ONU y el Banco Mundial ya advirtió que “la competencia por los recursos disponibles puede convertirse en una fuente de tensión entre los refugiados y las comunidades locales”.
El director del programa de la Iniciativa Internacional por los Derechos de los Refugiados, Thijs Van Laer, señaló que este fenómeno está afectando tanto al medio ambiente como a la convivencia de ambas comunidades, que a menudo se torna violenta: la organización ha registrado ya una serie de enfrentamientos. “Los refugiados se han quejado de que han sufrido abusos por parte de ugandeses que se niegan a compartir esos recursos”, afirmó.
“El tener que compartir los recursos naturales se convierte a menudo en una de las principales preocupaciones, tanto para los refugiados como para los ugandeses que viven cerca de los campamentos donde residen. La discusión gira en torno a la madera, el césped (que se utiliza para hacer tejados de paja) y, en menor medida, en relación con la tierra y los estanques de agua”, explicó Laer.
“Si no se hace nada, la enorme hospitalidad que han demostrado en los últimos años los ugandeses que viven en zonas donde hay asentamientos de refugiados se verá comprometida”, añadió el experto. Cada refugiado consume un promedio diario de 1,6 kg de leña, mientras que en las comunidades locales el promedio diario asciende a 2,1 kg por persona.
En respuesta, ACNUR planea plantar este año 20 millones de árboles o más, según informó Boutroue: “Plantar árboles es una actividad que apunta a preservar la paz de una forma no militar. Es una forma de mantener la armonía entre las comunidades”.
Cathy Watson, jefa del programa de desarrollo del Centro Mundial de Agroforestería, celebró la noticia de que se plantarán árboles, pero se mostró preocupada por los plazos: “Nuestra preocupación es si se podrán plantar antes de lleguen las lluvias fuertes, que ya están al caer. Además, quisiéramos saber qué especies promoverán”.
“Si solo plantan una o dos especies exóticas como pinos o eucaliptos, esto podría causar un daño ecológico a largo plazo. Esperamos ver una gran variedad de especies exóticas y nativas”, dijo.
Mientras que ACNUR afirmó que sigue proporcionando fogones que ahorran energía y extendiendo la plantación de árboles en las zonas donde viven los refugiados, con el objetivo de aliviar el impacto ambiental, Laer opina que la deforestación continuará porque “los refugiados no reciben nada para utilizar como combustible y entonces tienen que buscar leña para cocinar”.
Traducido por Lucía Belucci