Un programa de Médicos Sin Fronteras (MSF) en cuatro distritos del sur de Malaui está ayudando a miles de trabajadoras sexuales (como ellas mismas se denominan)* a superar las barreras para acceder a los servicios de salud
Este país del sureste africano tiene una de las tasas más altas de VIH en el mundo y la prostitución supone una gran exposición a contraer el virus
El empoderamiento de estas mujeres con conocimientos y métodos de prevención es clave para que puedan proteger su salud
“Hace unos años, las trabajadoras sexuales no podíamos acudir a los servicios de salud. Si llegábamos a un hospital por alguna enfermedad, nos decían que era el resultado del trabajo que habíamos elegido. Incluso temíamos acudir a por medicación por los insultos que podíamos recibir. Desde 2016, soy trabajadora comunitaria de salud, y llevo a cabo actividades de sensibilización e información para trabajadoras sexuales”. Rozi se hizo trabajadora sexual tras su divorcio, como método para sacar su familia adelante. © Isabel Corthier
“Hace unos años, las trabajadoras sexuales no podíamos acudir a los servicios de salud. Si llegábamos a un hospital por alguna enfermedad, nos decían que era el resultado del trabajo que habíamos elegido. Incluso temíamos acudir a por medicación por los insultos que podíamos recibir. Desde 2016, soy trabajadora comunitaria de salud, y llevo a cabo actividades de sensibilización e información para trabajadoras sexuales”. Rozi se hizo trabajadora sexual tras su divorcio, como método para sacar su familia adelante. © Isabel Corthier
“Existe un mito, o al menos una idea general, de que las trabajadoras sexuales son responsables de la propagación del VIH. Olvidan que si la trabajadora sexual es VIH positiva, ella a su vez habrá contraído el VIH de un hombre. Y sin embargo, suelen ser los hombres los que generalmente estigmatizan a las trabajadoras sexuales. En el trabajo sexual, aunque la mayoría son mujeres, el poder nunca está de su lado". Ruth es una trabajadora sexual en Nsanje que también ejerce como trabajadora comunitaria de salud de MSF. Desde su condición de VIH positiva, anima a otras compañeras a hacerse las pruebas. © Isabel Corthier
“Existe un mito, o al menos una idea general, de que las trabajadoras sexuales son responsables de la propagación del VIH. Olvidan que si la trabajadora sexual es VIH positiva, ella a su vez habrá contraído el VIH de un hombre. Y sin embargo, suelen ser los hombres los que generalmente estigmatizan a las trabajadoras sexuales. En el trabajo sexual, aunque la mayoría son mujeres, el poder nunca está de su lado". Ruth es una trabajadora sexual en Nsanje que también ejerce como trabajadora comunitaria de salud de MSF. Desde su condición de VIH positiva, anima a otras compañeras a hacerse las pruebas. © Isabel Corthier
“Convertirme en trabajadora sexual supuso una nueva oportunidad para mí. Por una vez en la vida podría ser una mujer libre sin tener que preocuparme por nadie. Cuando mis padres se enteraron, se enfadaron tanto conmigo que amenazaron con convertir en ceniza todo lo que les comprase. Ahora que soy trabajadora comunitaria de salud, me ven de nuevo con buenos ojos. En mi trabajo, apoyo a las trabajadoras sexuales para que accedan a servicios de salud sexual y reproductiva.”. Alice se hizo trabajadora sexual después de una ruptura matrimonial. En 2016, comenzó a trabajar con MSF. © Isabel Corthier
“Convertirme en trabajadora sexual supuso una nueva oportunidad para mí. Por una vez en la vida podría ser una mujer libre sin tener que preocuparme por nadie. Cuando mis padres se enteraron, se enfadaron tanto conmigo que amenazaron con convertir en ceniza todo lo que les comprase. Ahora que soy trabajadora comunitaria de salud, me ven de nuevo con buenos ojos. En mi trabajo, apoyo a las trabajadoras sexuales para que accedan a servicios de salud sexual y reproductiva.”. Alice se hizo trabajadora sexual después de una ruptura matrimonial. En 2016, comenzó a trabajar con MSF. © Isabel Corthier
“Mi esposo era un ladrón profesional. Cuando traté de convencerlo de que no se ganara la vida de aquella manera, la discusión acabó en divorcio. Al final, la única forma que se me ocurrió para tratar de sacar adelante a mis dos hijos fue a dedicarme al trabajo sexual. Gracias a las sesiones informativas de MSF supe que existe un medicamento que reduce los riesgos de infección por VIH tras tener relaciones. En una ocasión en la que un cliente se negó a usar condón, corrí al hospital para recibir tratamiento de inmediato". Jennifer tiene 26 años y es de Mwanza. Es madre soltera de dos niños y lleva casi una década dedicándose al trabajo sexual. © Isabel Corthier
“Mi esposo era un ladrón profesional. Cuando traté de convencerlo de que no se ganara la vida de aquella manera, la discusión acabó en divorcio. Al final, la única forma que se me ocurrió para tratar de sacar adelante a mis dos hijos fue a dedicarme al trabajo sexual. Gracias a las sesiones informativas de MSF supe que existe un medicamento que reduce los riesgos de infección por VIH tras tener relaciones. En una ocasión en la que un cliente se negó a usar condón, corrí al hospital para recibir tratamiento de inmediato". Jennifer tiene 26 años y es de Mwanza. Es madre soltera de dos niños y lleva casi una década dedicándose al trabajo sexual. © Isabel Corthier
“En Malaui hay muy pocas organizaciones que trabajen de manera abierta con las trabajadoras sexuales. En muchos distritos, porque somos prostitutas, las trabajadoras sexuales no somos tenidas en cuenta para nada, se nos trata como si no fuéramos seres humanos. Creo que todos deberíamos ser tratados con dignidad. Mi papel como trabajadora comunitaria de salud implica asegurarse de que las trabajadoras sexuales tengan una vida saludable. Animamos a las personas que han resultado ser VIH positivas a comenzar el tratamiento. Nuestros consejos sirven para que muchas de ellas acudan en busca de tratamiento cuando lo necesitan y para que cuiden lo mejor posible de su salud”. Emily lleva seis años siendo trabajadora sexual en Dedza. Ahora también es trabajadora comunitaria de salud de MSF. © Isabel Corthier
“En Malaui hay muy pocas organizaciones que trabajen de manera abierta con las trabajadoras sexuales. En muchos distritos, porque somos prostitutas, las trabajadoras sexuales no somos tenidas en cuenta para nada, se nos trata como si no fuéramos seres humanos. Creo que todos deberíamos ser tratados con dignidad. Mi papel como trabajadora comunitaria de salud implica asegurarse de que las trabajadoras sexuales tengan una vida saludable. Animamos a las personas que han resultado ser VIH positivas a comenzar el tratamiento. Nuestros consejos sirven para que muchas de ellas acudan en busca de tratamiento cuando lo necesitan y para que cuiden lo mejor posible de su salud”. Emily lleva seis años siendo trabajadora sexual en Dedza. Ahora también es trabajadora comunitaria de salud de MSF. © Isabel Corthier
“El problema es que a veces se olvidan de que también somos personas. Si nos respetaran en lugar de juzgarnos, nos darían la atención médica que necesitamos. No estamos en esto por diversión, sino para ganarnos la vida y tratar de ayudar a nuestras familias y comunidades. E independientemente de los riesgos que tomemos, tenemos derecho a recibir servicios de salud de calidad que sirvan para proteger nuestras vidas. No puedes cuidar de tu familia si estás enfermo”. Ndaona vive en Mwanza. Comenzó a intercambiar sexo por todo tipo de artículos cotidianos cuando tenía 16 años. Ahora es trabajadora comunitaria y apoya a las trabajadoras sexuales en el acceso a servicios de salud. © Isabel Corthier. *El empleo del término "trabajadoras sexuales" no supone un posicionamiento de Médicos Sin Fronteras (MSF) respecto a la prostitución. Se ha optado por mantener este término para respetar la forma en la que las protagonistas de estas historias se autodenominan y al hecho de que la prostitución es una actividad muy estigmatizada en su país, Malaui. Sus nombres han sido a cambiados para preservar su intimidad.