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¿A partir de cuántos días con fiebre debo preocuparme?

Cristian Vázquez

28 de septiembre de 2022 23:27 h

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Aunque el sentido común pareciera negarlo, tener fiebre puede ser algo positivo. El aumento de la temperatura corporal es un síntoma de la activación del sistema inmune, con el fin de defender al organismo de la acción de agentes patógenos (por lo general, virus o bacterias) que lo están atacando.

Si el sentido común nos impide verlo como algo positivo es porque, en general, tener fiebre equivale a pasarlo mal. Esto se debe a los efectos adicionales que produce la fiebre, entre los cuales se destacan: sudoración, escalofríos, temblores, dolor de cabeza y muscular, pérdida del apetito, irritabilidad, deshidratación y debilidad general.

También es cierto que la forma de sufrir y de reaccionar ante la fiebre varía mucho de unos a otros casos. Mientras algunas personas pueden resultar muy afectadas al estar unas pocas décimas de temperatura por encima de lo normal, otras pueden hallarse bastante más arriba de sus mediciones habituales y, sin embargo, no padecerlo tanto.

Más allá de esos grados de padecimiento, ¿cuándo la fiebre en una persona adulta debe ser motivo de preocupación? ¿Cuántos días consecutivos se pueden vivir con una temperatura corporal superior a la normal? Antes de responder esas preguntas, conviene aclarar algunas otras cuestiones.

La temperatura corporal “normal”

Una de esas cuestiones es a qué nos referimos cuando hablamos de temperatura corporal “normal”. Tradicionalmente, se consideraba que era de 37 ºC. Una reciente revisión de estudios, que analizó trabajos realizados entre 1935 y 2017, ha modificado esa cifra: estableció como media general los 36,5 ºC.

No obstante, como explica la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), hay que tener en cuenta que la temperatura varía en función de cada persona, e incluso cambia en una misma persona según el momento del día en que se mida porque sigue un ritmo circadiano.

La temperatura corporal alcanza su pico por la tarde, entre las 16 y las 20, y luego baja hasta llegar a sus mínimos en torno a las 5 o 6 de la mañana. Y no solo eso: también la actividad física, los niveles hormonales, la edad y la parte del cuerpo donde se realice la medición hacen que la temperatura se modifique.

En cualquier caso, para la SEMG se puede considerar como normal cualquier temperatura corporal hasta los 37 ºC (medidos en la axila; si se mide en el recto, corresponde sumar medio grado). Por encima de 37 ºC y hasta 37,8 ºC hay febrícula, y por encima de esa marca, ya se puede hablar de fiebre.

¿Por qué se produce la fiebre?

Pueden ser varios los motivos por los cuales una persona desarrolle fiebre. La causa más común son las infecciones. Casi todas las infecciones pueden originar un cuadro febril, pero las más frecuentes son las que afectan las vías respiratorias, las gastrointestinales, las cutáneas y las de las vías urinarias.

Así lo explica el ‘Manual Merck de diagnóstico y terapia’, obra de referencia editada en Estados Unidos, el cual añade que “la mayoría de las infecciones agudas de las vías respiratorias y del tracto gastrointestinal son víricas”. Un ejemplo que todos tenemos muy presente es, desde luego, la COVID-19, producida por el virus SARS-CoV-2.

La fiebre también puede deberse a un trastorno inflamatorio: enfermedades de las articulaciones (como la artritis reumatoide), enfermedades autoinmunes (como el lupus eritematoso sistémico) y dolencias crónicas (como la arteritis de células gigantes).

También un cáncer no detectado produce fiebre, en particular la leucemia, un linfoma y el cáncer de riñón. Pero la fiebre puede surgir por motivos mucho menos graves, como reacción a una alergia, un medicamento, una vacuna o incluso -como apunta un artículo de la Clínica Mayo, de Estados Unidos- una situación de agotamiento por calor.

Medidas para aliviar la fiebre

En adultos sanos, una fiebre no demasiado intensa no tiene por qué ser motivo de alarma y ni siquiera requiere de ningún tratamiento farmacológico. Hay que recordar que es, casi siempre, la señal de que el organismo está luchando contra una infección.

Se pueden, de todas formas, tomar algunas medidas de cuidado personal que ayudan a la persona con fiebre a sentirse un poco mejor: descansar, evitar el ejercicio físico, usar ropa ligera, no abrigarse en exceso y cambiarse si se ha sudado. También es importante, en este sentido, mantener un ambiente fresco y ventilado.

Por otra parte, un baño templado puede hacer mucho bien, aunque es fundamental que el agua esté tibia, ni muy fría ni muy caliente, dado que un cambio brusco de temperatura podría ser mucho más perjuidicial que beneficioso. Y, como la fiebre produce deshidratación, también es vital que el paciente beba mucha agua.

Sin embargo, en algunos casos sí es necesario tomar alguna medicación contra la fiebre. Sobre todo, cuando quien la sufre es una persona con una enfermedad cardiaca o pulmonar, diabetes, insuficiencia renal, etc., o un adulto mayor, casos en los cuales la fiebre podría ocasionar complicaciones peligrosas.

Y también es posible recurrir a la medicación para aliviar las molestias que la fiebre genera. En tales casos, lo más apropiado son los fármacos de venta libre como paracetamol o ibuprofeno. Según el Manual de Merck, lo recomendado es 650 miligramos (mg) de paracetamol cada seis horas (nunca más de 4 gramos por día) o hasta 400 mg de ibuprofeno cada seis horas.

Entonces, ¿cuándo hay que preocuparse?

Así es como llegamos a la gran pregunta: ¿qué pasa si transcurren los días y la fiebre no remite? ¿A partir de cuándo debo preocuparme? De acuerdo con el citado Manual, después del cuarto día con fiebre conviene consultar con un médico, pues esa es la duración habitual máxima causada por una infección.

De este modo, el médico podrá revisar al paciente y analizar la posible presencia de algún problema no diagnosticado hasta ese momento. También conviene acudir al médico, sin esperar ese lapso, si además de la fiebre aparecen algunas de las siguientes señales consideradas de alerta:

  • Dolor de cabeza intenso.
  • Rigidez en el cuello y dolor al inclinar la cabeza hacia delante.
  • Sarpullidos o manchas de color rojo púrpura en la piel, que denotan un sangrado en una capa subcutánea.
  • Hipersensibilidad a la luz.
  • Baja tensión arterial.
  • Aumento de la frecuencia cardiaca o del ritmo respiratorio.
  • Confusión o alteración mental, comportamiento extraño o problemas para hablar.
  • Vómitos.
  • Dolores para respirar, en el pecho o en el abdomen o al orinar.
  • Convulsiones o crisis epilépticas.
  • Temperatura corporal mayor a 40 ºC.

También se aconseja acudir a un profesional cuando la fiebre aparece durante el embarazo, durante algún tratamiento específico (quimioterapia, inhibición del sistema inmune por un trasplante, etc.), tras una cirugía o un viaje a otro continente o ante la picadura de una garrapata.

Fuera de esas opciones, a menos que la fiebre persista durante más de cuatro días, en los adultos sanos no hay mayores motivos para preocuparse. Más allá de las molestias y el malestar, la temperatura corporal bajará cuando remita la infección que la está generando.

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