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Iker Rioja Andueza

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Euskadi tiene una cita con la historia del ciclismo. Y, viceversa, la historia del ciclismo tiene también una cita con Euskadi. El Tour de Francia, el tercer evento deportivo más importante del planeta por detrás de los Juegos Olímpicos y del Mundial de fútbol masculino y el único de ellos que es anual, gira una visita a una tierra amante de la bicicleta. En Bilbao será la presentación este jueves y la gran salida el sábado ('grand départ', en francés), que se promete como la primera etapa más montañosa de la historia. Vitoria y Amorebieta/Etxano tendrán salidas de etapa en los días siguientes y Donostia una meta el domingo.

Un centenar de municipios (el 40% de los que componen la comunidad autónoma) serán atravesados por el pelotón y media docena tendrán el privilegio de repetir, incluidos Irún, Hondarribia y Donostia. Las principales instituciones vascas, que confían en el eco internacional para la marca 'Basque Country' y que están impulsando la exhibición de ikurriñas, han abonado un canon del entorno de 12 millones de euros a Amaury Sport Organisation (ASO, la empresa privada detrás de la principal carrera ciclista pero también de otras grandes pruebas). Ertzainas, trabajadores de hostelería o de las autopistas y otros colectivos están aprovechando el foco para hacer visibles sus reivindicaciones y los clubes y federaciones han protestado porque el Tour tenga alfombra amarilla y la base del deporte estrecheces. Se anuncian grandes restricciones desde días antes del paso de los ciclistas pero también un gran espectáculo deportivo con la reedición del mano a mano entre el ganador de 2022, Jonas Vingegaard (danés y que campeonó en Euskadi esta primavera en la Itzulia) y el de 2020 y 2021 Tadej Pogačar (esloveno y que también sabe levantar los brazos por aquí).

Desde hace semanas, la llegada del Tour se nota en las calles. Los hoteles están carísimos. En marzo, cuando quedaban cien días exactos para la 'grand départ', se activó una cuenta atrás en el centro de Bilbao. Se colgó también un 'maillot' amarillo gigante. A falta de uno, en Donostia han colocado todos los jerséis de la carrera en varios puntos y en formato hinchable. Está el verde, el blanco y el de topos rojos. Los autobuses están decorados. También en Vitoria, donde el artista Alain Larreina ha dibujado a Miguel Indurain -el corredor con más victorias generales en la historia, cinco- y a otras estrellas en escaparates. Por momentos, está reviviendo el histórico equipo Kas. Bancos, jardineras y otros elementos del mobiliario urbano están ya pintados a colores. En las rotondas y monumentos de la ciudad han brotado bicicletas decorativas. Todo ello lleva acompañado un juego de palabras que tiene tantos seguidores como detractores: “Ongi eTourri!”. También alguien ha ideado una “tourtilla” como pintxo oficial.

“No sabemos lo que nos viene encima”, llegó a decir el consejero vasco de Cultura (y Deportes), Bingen Zupiria. “Sepamos hacer grande un país pequeño. Podemos hacerlo”, ha escrito el lehendakari, Iñigo Urkullu, en una tribuna que publicará completa en los próximos días este periódico. “Euskadi tiene una fuerte conexión con la bicicleta debido a su tradición y arraigo en la cultura vasca”, abunda el consejero de Turismo, Comercio y Consumo, Javier Hurtado, que añade que “hay mucha vida cicloturística” en el territorio después de que pase el coche-escoba. Y vida económica. La bicicleta es también un negocio. La marca señera, Orbea, facturó el pasado año 400 millones y emplea a 700 personas, según informa 'Enpresabidea'.

“Va a ser seguro muy espectacular. Las salidas habitualmente son un éxito. En Dinamarca, el verano pasado, tuvimos un éxito fenomenal. La ventaja de Euskadi es que tiene un litoral precioso y también montañas y colinas. Hay unas subidas muy inclinadas que harán que se produzcan grandes peleas entre los mejores corredores del mundo. Va a ser un lucha dura. Y desde el primer día. Ya habrá espectáculo el primer fin de semana con las etapas de Bilbao, Vitoria y Donostia”, explicó el director del Tour, Christian Prudhomme, en una entrevista con este periódico que se puede leer aquí íntegra.

Pero no es, ni mucho menos, la primera visita del Tour de Francia. En 1949, la carrera francesa entró en España por vez primera. Tuvo una meta en Donostia, donde ganó el francés Louis Caput. Aquí puedes ver una gran colección fotográfica de aquella etapa, en la que también participaron dos de los mejores corredores italianos de la historia, Fausto Coppi y Gino Bartali. Por aquel entonces, el régimen decoraba todo con banderas españolas y los vehículos de apoyo eran Jeeps de primera generación y otras berlinas para nada frecuentes en la España de la posguerra.

En 1977, en plena era burbujeante del equipo Kas, la carrera llegó hasta Vitoria, hasta la misma fábrica de refrescos que ahora quiere vender el grupo Pepsi. Ganó un vasco del Kas, José Nazabal, y en el pelotón estaba 'El caníbal', el flamenco Eddy Merckx. Fue un éxito de público. Aquí se puede ver una colección de imágenes. En 2001, el Tour femenino -aunque ahora hay otra organización que no homologa esa carrera- partió de Bilbao con Joane Somarriba como protagonista. Ella ganó tres veces la carrera. En 2009 el pelotón de mujeres pasó por Irún.

Pero el gran precedente fue la 'grand départ' de 1992. Tuvo lugar en Donostia, con la presentación, un prólogo y la salida de otra etapa. Miguel Indurain ya había ganado el primero de sus cinco amarillos y el del Banesto triunfó en aquella primera contrarreloj corta en la que los vehículos de la organización eran Fiat Tempra y Croma. “Es casi de lo primero que me tocó como alcalde y la verdad es que tengo un recuerdo horrible”, cuenta Odón Elorza, regidor de la ciudad entre 1991 y 2011 con el PSE-EE, y que atribuye el “mérito” de aquel evento a su predecesor de EA, Xabier Albistur, y a Juanjo Arratibel. La gran diferencia de 1992 a 2023 es ETA, según el ya retirado político. “La ciudad lo puede vivir ahora disfrutando sin ningún tipo de amenaza y sin estar en medio de un conflicto de terrorismo”, afirma.

Las crónicas de 1992 recuerdan dos atentados -sin víctimas- en pleno centro de la ciudad contra la caravana del Tour de Francia. “Había un clima de intimidación. HB estaba en contra de ese evento. Había pancartas en toda la Parte Vieja. Insisto, se vivía un clima de intimidación”, recalca Elorza, que menciona también el episodio de las chinchetas en la carretera. “Aquello fue un sinvivir”, zanja. En 1977 también hubo un atentado en la zona de paso entre Francia y España, aunque lo reivindicación una organización abertzale de Iparralde. De hecho, la Vuelta a España -que tuvo su origen en tierras vascas- decidió no entrar en Euskadi durante más de tres décadas. Si ahora las movilizaciones de ertzainas de cara al Tour están copando titulares y protagonismo, en 1992 también hubo un conflicto policial. Por aquel entonces, la competencia de Tráfico era de la Ertzaintza y la de seguridad en las ciudades de la Policía Nacional. Finalmente, la intervención del ministro del Interior José Luis Corcuera hizo que fuese el cuerpo autonómico el que liderara el dispositivo especial. Aquí se pueden ver las fotografías de aquella edición de 1992.

Ahora, la Ertzaintza ha anunciado un dispositivo “sin precedentes”. Participarán todas sus comisarías y unidades (patrullas, antidisturbios, motoristas, helicópteros, intervención, artificieros, drones y más) y los cuerpos municipales y los Miñones, la Policía foral de Álava. Colaboran sobre el terreno -y se les verá uniformados- unidades francesas, en particular la brigada motorizada de la Garde Républicaine, unidad de elite de la Gendamería que suele encapsular el Tour en territorio francés. El paso del Tour implica impedir aparcamientos y retirar bolardos, contenedores y otros elementos del recorrido, cortar los pueblos y ciudades durante horas -incluso durante días en los puertos más emblemáticos- y se han establecido 2.190 puntos críticos. Se contratará a señalistas profesionales y se han pedido voluntarios, aunque esto no ha estado exento de polémica. La caravana está compuesta por unos 1.600 vehículos, ocho veces más corredores participantes.

Hasta París en bicicleta para participar

El enamoramiento de los vascos con el Tour se estrenó en 1910. Cuenta el libro 'Fábrica de líderes' del periodista Josu Garai que el primero en competir fue Vicente Blanco, apodado 'El cojo'. Era trabajador del astillero Euskalduna (ahora palacio de congresos y sede de algunos eventos del Tour), donde se lesionó ambos pies. Tuvo que ir a París, punto de partida, en bicicleta. Ni siquiera existía aún el 'maillot' amarillo para el líder. La primera etapa de aquella edición fue ni más ni menos que una París-Roubaix y Blanco sufrió “muchas caídas y percances”. La segunda iba de Roubaix a Metz y tenía ¡398 kilómetros! Para la tercera, el vizcaíno ya había abandonado... aunque tuvo que volver desde allí de nuevo pedaleando.

Tuvo que pasar más de un cuarto de siglo para la primera victoria vasca en Francia. Y no fue en un día cualquiera. El día en que en España se iniciaba la Guerra Civil por el golpe de Estado de Francisco Franco, Federico Ezquerra se anotó una etapa de 125 kilómetros y con meta en Niza. Antes, en 1931 Francisco Cepeda, natural de Sopuerta, se fracturó el cráneo al salirse de una curva y falleció a los tres días. Aunque en 1937, Roger Lapébie, de Baiona, ganó el Tour -en total, venció en nueve etapas-, hasta 1967 ningún corredor de la actual comunidad autónoma vasca se vistió de amarillo. Fue José María Errandonea. Su victoria, además, se dio en el primer prólogo de la historia. Fueron 5,8 kilómetros por Angers. Luego perdió el liderato por un forúnculo. El equipo navarro Reynolds-Banesto-Caisse d'Epargne-Illes Balears-Movistar es uno de los que más veces ha ganado la clasificación por equipos (en siete ocasiones) y el Kas alavés se impuso en otras cuatro ocasiones. Sean Kelly, que corrió en el Kas y que ha visitado esta semana Vitoria, sigue siendo el corredor con más puestos entre los diez mejores de las etapas, con 120.

En la época más contemporánea, el Euskaltel-Euskadi logró algunas victorias y movilizó a muchísima afición a ambos lados de la carretera. Omar Fraile emerge como el último vasco en ganar una etapa (2018) y Joseba Beloki como el último en subir al podio (en las ediciones que no tienen ganador oficial por el gran fraude que supuso Lance Armstrong). “París me recibió con los brazos abiertos. Superado por la emoción, no fui capaz de gestionar el momento. Necesité unas horas para volver a tener el control”, cuenta Beloki sobre aquellos años.

¿Y qué ocurrirá en 2023? Prudhomme sueña con la reedición del duelo entre Vingegaard y Pogačar. Pero en el pelotón habrá también otras figuras como Mathieu van der Poel o Wout van Aert. Y Mark Cavendish, que busca superar el récord histórico de etapas ganadas justo antes de retirarse. Mikel Landa y Pello Bilbao aparecen como los principales referentes vascos. El balear Enric Mas liderará al Movistar. “Es una generación excepcional. Hemos pasado de un ciclismo de 'catenaccio', como el fútbol italiano de antes, a un ciclismo de atacantes como el tenis cuando se sube a la red. ¡Hoy suben a la red nuestros ciclistas! Tenemos una generación de ciclistas que pueden atacar no sólo donde se espera que lo hagan, sino también donde nadie lo espera. Eso es algo excepcional. ¿Es la mejor generación de la historia? No lo sé. Pero sí es seguro que son excepcionales. Lo que es formidable de la salida en Euskadi es que el terreno con esas cotas, con esas colinas, con esas subidas, está pensado para esta generación de ciclistas”, entiende Prudhomme.

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