Así enseñan en Stanford a vivir el sueño americano: ¿cuánto dinero puedes conseguir en dos días partiendo de solo 5 euros?
El dinero no crece en los árboles, ni sale de debajo de las piedras. Eso es cierto, pero siempre hay algo que cada uno de nosotros puede hacer para mejorar su situación económica, incluso si tiene que partir de cero (o casi). Hoy en día, tal y como están las cosas, ya no es suficiente con mandar currículums y resignarse a que no conteste nadie.
Un ejemplo clásico es abrir un blog o montar una modesta tienda online. Por dos euros y medio tienes el dominio, por menos de un euro al mes tienes el alojamiento y todo lo necesario para montar la plataforma lo puedes conseguir con WordPress y algún que otro plugin gratuito. Cierto que no es la panacea, que luego se suman otros gastos y que no es fácil hacerse un hueco, pero podría ser un comienzo (y aquí en España hay ejemplos de lo más impactantes).
Más allá de las desigualdades que todos conocemos, de las carencias del sistema y de la crisis o los recortes económicos, que no vamos a entrar a valorar, a veces el problema también está en nosotros, o, más bien, en nuestra propia forma de pensar. Nos cuesta desterrar las ideas preconcebidas y luchar por reinventarnos. Tal y como están las cosas, es normal que el miedo a fracasar nos impida dar el salto, pero siempre hay una salida y con perseverancia y un poco de imaginación todos podemos encontrarla.
Es una lección que Tina Seelig, directora de un programa de emprendimiento de la prestigiosa Universidad de Stanford, trata de enseñar a sus alumnos con el increíble “reto de los 5 dólares”. Tal como ella misma lo cuenta, funciona de la siguiente manera. La profesora divide a los estudiantes en pequeños grupos y entrega a cada uno un sobre con esa cantidad, en concepto de “capital semilla”. Su misión es elaborar una estrategia para, en solo dos horas, convertir esa insignificante cifra en la mayor suma posible de dinero. Después tendrán que explicársela al resto de la clase en una presentación de tres minutos.
La idea del blog queda inmediatamente descartada, porque hacen falta meses para ponerlo en marcha, rodarlo y conseguir los primeros resultados. Entonces, ¿qué otra cosa pueden hacer? ¡Es muy poco dinero! Lo primero que se le ocurre a la mayoría es comprar un décimo de lotería o probar suerte con las tragaperras. Craso error: el riesgo es demasiado elevado para tan baja probabilidad de éxito.
También suelen pensar en el típico puesto de limonada o en limpiar coches, pero el beneficio que este tipo de negocios improvisados reportan en tan solo dos horas es muy reducido. Al final, tras estrujarse un poco los sesos, llegan a una conclusión de lo más simple: la clave no está en el dinero y los cinco dólares no sirven absolutamente para nada. Hay que abordar el problema desde una perspectiva más global. ¿Qué puedo hacer para ganar dinero partiendo directamente desde cero?
Es entonces cuando comienzan a explotar su talento en busca de oportunidades. Se trata de identificar un problema, ponerle solución y cobrar por ello. Siempre hay algo. La prueba es que los alumnos de Seelig consiguen, de media, un retorno de la inversión del 4.000%, aunque la mayoría ni siquiera llega a utilizar sus cinco dólares.
Uno de los equipos, por ejemplo, buscó la forma de acabar con un problema común en las ciudades universitarias: las interminables colas que se forman en los restaurantes de moda el sábado por la noche. Acudieron pronto a los establecimientos, se apuntaron en las listas y después vendieron sus mesas por unos veinte dólares cada una a clientes que querían evitar la espera. Además, se quedaban con los puestos de los compradores y más tarde volvían a colocárselos a los recién llegados. Un negocio redondo.
Otro de los grupos encontró una forma aún más sencilla de hacer dinero. Llevaron una bomba de aire al campus y ofrecieron a otros estudiantes rellenar las ruedas de sus bicis por un dólar. Podían hacerlo gratis ellos mismos en cualquier gasolinera, pero agradecían la comodidad de este servicio, que se convirtió en un éxito inmediato. Sin embargo, las ganancias eran muy escasas, así que decidieron eliminar el precio fijo y, en su lugar, pedir donaciones. Para su sorpresa, los ingresos se dispararon.
Ambos proyectos funcionaron muy bien en recaudación y sus responsables fueron felicitados por la profesora. Sin embargo, ninguno fue tan ingenioso como el que os vamos a contar a continuación. Uno de los grupos se dio cuenta de que no solo el dinero era insignificante, sino también el tiempo del que disponían para multiplicarlo: lo verdaderamente valioso eran los tres minutos de presentación ante sus brillantes y prometedores compañeros de Stanford.
Así que decidieron vender ese espacio a una empresa interesada en atraer aquel talento humano. Grabaron un anuncio que ensalzaba las virtudes de trabajar para esa compañía y lo expusieron en clase. “Fue brillante”, afirma Seelig. “Supieron ver que tenían un activo enormemente valioso que otros no habían identificado y que podían explotar”.
Moraleja: la clave es el ingenio. A nuestro alrededor hay decenas de oportunidades esperando ser descubiertas y detectarlas es cuestión de tener los ojos bien abiertos. O de que alguien como Tina Seelig nos los abra. El dinero es importante, sí, pero no es imprescindible para hacer negocios. Siempre hay una forma de empezar de cero.
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